La reina verde solía "odiar" a su hijastra ante los ojos de todos, claro estaba.
Pero cuando estaban las dos solas en una misma habitacion hacían cualquier cosa menos odiarse.
Ambas conocían su terrible secreto, un secreto que tranquilamente podria...
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Si a alguna de las dos les preguntaban como o cuando había iniciado todo, lo más probable es que ambas guardasen silencio e intentarán hacer memoria de en que momento habían dejado que todo fluyera.
¿En que momento habían dejado que todo pasará? Pero siendo sinceros a ninguna le importaba realmente en que momento inicio, lo importante es que ellas dos estaban juntas.
El cabello plateado y el cabello rojo yacían sobre la cama en una especie de trenza que fusionaba ambos colores, las risas de ambas se escuchaban junto con algunos cuantos murmullos:
"Ya duermete Rhaenyra."
"Primero duermete tú."
La tenue luz de las velas de alguna manera hacia que el ambiente fuese más cálido y cómodo para ambas.
La mano de la reina estaba sobre la cintura de la princesa, y la cabeza de la princesa estaba sobre el pecho de la reina.
Alicent miro con cierta dulzura poco propia de ella a la hija de Viserys y mientras acariciaba suavemente los cabellos de Rhaenyra se pregunto en que momento se había permitido fijarse en la hija del rey.
Se supone que su padre le pidio que enamorase al rey para asegurar su posición en el reino.
Y bueno, técnicamente lo hizo, pero también enamoro a la joven princesa, hija de la difunta Aemma.
Otto la mandaria a matar si se enterase de lo que ocurria con Rhaenyra, claro estaba, pero...¿A ella que le importaba?
Mientras que pudiera decir que la princesa rhaenyra era completamente suya, le daba igual.
Rhaenyra Targaryen, la amada hija del rey, le pertenecía en cuerpo y alma.
Rhaenyra era suya.
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