Capitulo 3. la batalla sangrienta.

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Sukehoro corrió en dirección a Kaori, decidido a salvarla, pero Masashi, aprovechando la distracción. Con un movimiento veloz, desenvainó su espada y trazó dos cortes precisos en forma de "X" sobre el pecho de Sukehoro. El impacto fue brutal. Sukehoro tambaleó, y el dolor lo hizo caer de rodillas, jadeando con furia. Sin embargo, en lugar de rendirse, gruñó desde lo más profundo de su ser, como una bestia acorralada. Con un poderoso impulso desde el suelo de madera, se lanzó hacia uno de los secuaces de Masashi y, con su hocico lupino, mordió ferozmente su pierna. El crujido del hueso al romperse resonó en la sala, mientras el joven caía al suelo, gritando de dolor.

Kaori no perdió la oportunidad. Con un movimiento decidido, remató al secuaz, aplastando su rostro contra el suelo con una fuerza sorprendente. Luego, en un giro acrobático, se liberó de las manos que la retenían y, en el mismo movimiento, propinó un cabezazo certero al chico que tenía detrás, dejándolo inconsciente antes de que pudiera reaccionar. Todo sucedió en un instante.

Mientras el joven de 14 años seguía retorciéndose de dolor por su tobillo destrozado, Sukehoro intentó tomarlo para lanzarlo contra Masashi. Pero Masashi, habiendo observado suficiente, decidió actuar. Con la agilidad de un depredador, cayó desde el techo directamente sobre Sukehoro, clavando su espada de ki en su espalda, atravesando su cuerpo hasta el pecho. Sukehoro quedó paralizado, su mirada vidriosa, el filo de la espada había atravesado su corazón.

Kaori, al ver aquello, gritó su nombre con desesperación. Corrió hacia él, pero fue rápidamente detenida por uno de los secuaces que aún quedaba de pie. Masashi, disfrutando del sufrimiento de Kaori, se acercó y, con una sonrisa maliciosa, le propinó una bofetada brutal. El impacto fue tan fuerte que los dientes de Kaori volaron por el aire, dejando un reguero de sangre sobre el suelo.

Sukehoro, al percibir el aroma de la sangre de Kaori, sintió un instinto primitivo despertar dentro de él. Aunque estaba al borde de la inconsciencia por la pérdida de sangre, una furia bestial lo sacudió. Sus ojos se abrieron de golpe, brillando con una luz feroz. De un salto descomunal, lanzó a Masashi por los aires, haciéndolo retroceder. Masashi, asombrado de que Sukehoro siguiera con vida, apenas pudo reaccionar. Sukehoro ya estaba frente a él, moviéndose con una velocidad inhumana, y con un rugido de pura ira, le asestó un puñetazo devastador en el rostro.

Masashi salió disparado hacia el suelo, rompiendo las tablas de madera con tal fuerza que se formó un cráter bajo él. Fragmentos de madera volaron por toda la sala, como proyectiles que se incrustaron en los cuerpos de los cuatro secuaces restantes, quienes, al ver el estado salvaje y descontrolado de Sukehoro, sintieron el terror recorrerles la columna. Con el pelo de Sukehoro completamente erizado y sus colmillos afilados a la vista, irradiaba un poder y ferocidad que ningún humano podría soportar. Aterrorizados y heridos, los secuaces huyeron sin mirar atrás, desapareciendo en cuanto cruzaron la salida del comedor.

Sukehoro entonces cayó de rodillas, exhausto, observando sus manos cubiertas de sangre. Horrorizado, miró a Masashi, cuya cara, ligeramente deformada y hundida en el cráter provocado por el impacto, hizo temblar a Sukehoro, quien comenzó a gritar por el horror de lo que contemplaba. Todo el comedor estaba destruido y salpicado de sangre, pero decidió calmarse al ver cómo Naomi intentaba recoger los tres dientes que Masashi le había arrancado de una bofetada. Sukehoro, consciente de que no era momento de perder el control, se acercó a ella y le preguntó si estaba bien. Una desorientada Naomi, semiinconsciente por el traumatismo craneoencefálico provocado por la bofetada, asintió levemente antes de desmayarse.

Sin perder tiempo, Sukehoro tomó a Kaori en brazos como si fuera una damisela y, gritando por ayuda, salió en su búsqueda. Mientras avanzaba, dejando huellas de sangre a su paso, llegó a la zona de entrenamiento, pero no encontró a nadie. Desconcertado, se dirigió a la sala de instructores, pero nuevamente no halló a nadie. Repitió la acción en casi todas las instalaciones del complejo militar Kagetsu no Tachi, hasta que, finalmente, llegó a la entrada principal, el mismo lugar donde siete días atrás había sido encontrado. Allí se topó con una escena aterradora, delante de él, una pila de huesos apilados, aún con trozos de carne y sangre adheridos a ellos, emanaba un olor asqueroso y malicioso.

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⏰ Última actualización: Sep 11 ⏰

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