Cuentan los sabios que tal era el poder de Baal, que simular su muerte fue una nimiedad en comparación a las grandes proezas que con el tiempo habría de concebir. Valiéndose de una Ciencia Arcana, el Embaucador descubrió la forma de abandonar su cuerpo tangible, conservando su consciencia intacta, pero imperceptible ante los demás. De modo que aunque podía seguir existiendo en los límites del espacio tiempo que están más allá de la materia, Baal no estaba ni vivo ni muerto, sino que fluctuaba entre las energías primordiales que mueven el Cosmos. Hoy se conservan despojos de este antiguo conocimiento, el cual ha sido conservado y transmitido por antiquísimas Sectas Secretas, pero solo los iniciados pueden acceder a su verdadero poder, mientras el resto de nosotros nos referimos de manera despectiva a él, llamándolo simplemente "Magia".
Tal como había planeado Baal al endulzar, en su lecho de muerte, el oído del Rey con palabras proféticas y advertencias concienzudamente maquinadas; Elohim decidió mantener cautivo a Belial. Esto le dio el tiempo que necesitaba para recuperar sus fuerzas, con la finalidad de, en un futuro próximo, hacerse con el poder del Horror de Adá. A partir de aquel momento la presencia del Embaucador desapareció, aunque lo correcto sería decir que se mantuvo oculto, recuperando su fuerza vital e ideando lo que estaba por venir.
La ruina de Bel aceleró los trabajos para partir al Nuevo Mundo, fue así que antes de lo que todos esperaban, la embarcación estuvo dispuesta para su último y anhelado viaje.
La primera visión de Agda, desde las alturas, enamoró a los recién llegados. En el cielo se arremolinaban las nubes dibujando sinuosos caminos celestes, mientras abajo, el paisaje asomaba dividido en tres regiones, blanco de nieve en la cima y en la base, azul y marrón entre ellas. Colmados de curiosidad por lo que les depararía el futuro, los Dioses finalmente descendieron al Séptimo Mundo.
Agda era un planeta rebosante de vida, mayormente rodeado de agua, pero de tierras extensas y variadas. De climas tan inhóspitos como serenos; desde el hielo, la lluvia y el viento, pasando por bosques imperecederos, surcados por venas palpitantes a las que llamamos ríos, hasta el más árido de los desiertos que el mundo ha de conocer. En los cielos, Apsu (el Sol), reinaba durante el día; y Sin, Yerah y Nannar (las Lunas), lo hacían por las noches. Los Dioses, maravillados ante la belleza inhóspita del joven planeta, decidieron establecerse. Adá fue anclada entonces en las tierras centrales de Agda, en un asentamiento que con el tiempo recibió el nombre de "Valle de Abiathar", la Tierra Inmaculada. Desde ahí los recién llegados comenzaron la colonización.
Tras la llegada a Agda, Baal se alejó de los suyos, tal como hiciera en Eridú. Si bien nada se supo de sus actos, lo cierto es que él también se sintió cautivado por la Joya de Ea y vio en este Nuevo Mundo, la materialización de aquella visión de su juventud. Porque Agda era hermosa y su luz podía iluminar los oscuros rincones del corazón. Pero esta vez lamentaría con gran amargura su decisión, pues en su ausencia Belial fue debidamente juzgado y su condena fue vivir confinado en un inhóspito lugar del mundo al que bautizaron como Abzu. Desde aquel día, todos quienes presenciaron el nacimiento del Horror de Adá, olvidaron por completo este trágico episodio y nadie nunca volvió a pronunciar su nombre, ni mucho menos el de aquella maligna tierra donde permanecía cautivo, a la espera del fin de los días.
En esos primeros años en la tierra de Agda, Elohim instauró el "Disco Alado de Apsu", símbolo de la creación de los Gobernantes del Firmamento, como emblema de la Casa Real. También las Doce Casas de los Primigenios adoptaron nuevos símbolos, los cuales representaban las virtudes destrezas de cada uno de sus linajes. La sombra y la angustia parecían miedos lejanos para los Dioses, sus vidas poco a poco volvían a la normalidad, tanto así que Astaroth, la esposa de Elohim, dio a luz a los Gemelos Amoth y Melmoth, los primeros nacidos en el Nuevo Mundo. Pero la alegría del alumbramiento fue opacada por el fallecimiento de la madre. La tristeza nuevamente se instaló en Adá y aunque no fue para siempre, esto les recordó a los Primigenios que sus temores siempre estarían al acecho para alimentarse de sus momentos de debilidad.
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Memorias de Agda
FantasyHubo un tiempo en el que las cosas no tenían nombre, un pasado distante y hostil donde ningún Destino había sido sellado. La vida era escasa en la mayor parte del vasto universo y nada, salvo el Primordial Apsu, moraba en la lejana Región de Ea. En...