*INCLUYE CONTENIDO +18*
El Chándal Blanco.
- Estoy agotada de verdad...-le digo a Noelia, dejando que el cansancio se refleje en mi voz. Está siendo un día largo, lleno de trabajo, y lo único que quiero es una copa de vino y un buen sofá. Pero en seguida me doy cuenta de que mi amiga no me está prestando atención. Sus ojos están fijos en algo -o mejor dicho, alguien- a unos cuantos metros de nosotras.
Un rubio alto, de ojos claros y sonrisa fácil, parece haber captado toda su atención.
- ¿Me estás escuchando? -le pregunto, un poco exasperada. Noelia siempre ha sido la que se distrae fácilmente, especialmente cuando hay un chico guapo cerca, pero en este momento, realmente necesito que me escuche.
- Perdona, perdona. Es que... es tan guapo -dice, con un suspiro que casi parece exagerado.
Ruedo los ojos, divertida y resignada a la vez.
- Normal que esté guapo, lo has maquillado tú.
- Bueno, no se pueden hacer milagros, pero cuando la base es buena... -bromea, con una sonrisa pícara mientras sigue observando al rubio, claramente satisfecha con su trabajo.
- Sí, claro, qué modesta -respondo, riéndome también.
- No me creo que no le hayas echado el ojo a ninguno -dice, volviendo su vista a mi, su expresión ahora llena de curiosidad.
- Les he hecho tropecientas fotos a cada uno, obviamente, los he mirado -respondo, encogiéndome de hombros.
Noelia frunce el ceño, como si no estuviera convencida.
- No, no me refiero a eso. Quiero decir, ¿no ha habido ni uno que te haya hecho sentir... ya sabes, algo? -susurra, como si estuviera contando un secreto.
- La verdad es que no, Noe. Estoy demasiado preocupada porque las fotos salgan bien que no miro a los futbolistas más allá de asegurarme de que mantienen las poses -respondo sinceramente.
Noelia me mira fijamente, con una mezcla de incredulidad y desaprobación.
- Eres un caso perdido -dice finalmente, soltando un suspiro-. ¡Tienes a todo un equipo de futbolistas guapos y no aprovechas ni un poquito!
Resoplo, molesta. Adoro a Noelia, pero a veces, puede ser un poco...
- Te he dicho muchas veces que en mi cabeza, ahora mismo, no hay espacio para los hombres -doy por zanjada la conversación al levantarme del taburete y dirigirme de nuevo al estudio
Noelia dice algo, pero no logro escucharlo bien y casi lo prefiero.
Porque sé que todo acabaría en otra charla sobre que tengo que rehacer mi vida, y de entre todas las cosas que menos me apetecen, está esa.
Cuando llego al estudio, algunos de los ayudantes están ultimando la escena para que pase el siguiente.
<<Que las siguientes horas se pasen rápido, por favor>> pienso.
(...)
- El último ya está aquí -me avisa Jaime, mi asistente.
Me giro, y ahí está él: Robin Le Normand, enfundado en el chándal blanco que tanto ha marcado esta campaña. El conjunto le queda demasiado bien, y esa media sonrisa que me lanza mientras camina hacia mí me hace olvidar momentáneamente el agotamiento.
- Listo -dice con un ligero acento francés, y siento una chispa recorrerme.
- Perfecto. Empecemos -digo, intentando mantener la compostura mientras le indico dónde debe colocarse.