Almuerzo

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Aventurino pasó el resto de su fin de semana pendiente de su correo electrónico, pero no había llegado el mail que Ratio prometió. Recargó la página cientos de veces, revisó el spam, pero nada.

No tuvo el valor de enviarle un mensaje preguntando, le dolería mucho el ser rechazado. Su corazón era frágil cual cristal, debía protegerlo con apariencias para evitar que fuera roto en innumerables fragmentos.

La idea de haber orillado a Ratio a dicha apuesta pidiendo aquel deseo como paga era poder tenerlo más cerca sin temor al compromiso o al rechazo. Después de todo las cosas se complican mucho más con los sentimientos y también vio al doctor devastado por esa mujer, no quería sentir lo mismo. Por el contrario, quería usar las técnicas y artimañas que mejor conocía para que el hombre que le gustaba pudiera ser feliz aunque sea por un contrato ridículo tras un deseo más absurdo pero candente.

Pasó el resto de su fin de semana chequeando cada cierto su email. También lo hizo en la oficina durante el lunes. El martes le tocó ir al campus a supervisar algunas investigaciones en las que había invertido la corporación pero aunque esperaba ver a Ratio ese día este no debía dar clases como parte de la sociedad del conocimiento ni tampoco trabajar en los laboratorios del círculo de genios donde prestaba sus servicios temporales. Aventurino sabía que los martes el erudito tenía campo clínico. Pero no estaba seguro si actualmente estaba en el hospital universitario de la alianza del barrio Xianzhu. O tal vez se encontraba trabajando en la clínica privada de la familia del distrito Colonipenal.

Ya el miércoles a medio día estaba harto de seguir pensando en el deseo, decidió despejarse y salir por un momento. Era la hora del almuerzo y quiso distraerse de la oficina por lo que salió a comer fuera de la sede central llamada Pier Pont.

Quiso usar su hora y media de colación para ir a una pizzería que quedaba entre el campus de la universidad y la sede central de la corporación. Al entrar vio que había fila producto del alto horario de concurrencia, pero tenía tiempo de sobra, por lo que se formó a esperar su turno de ordenar la comida. Aprovechó para sacar su teléfono y seguir esperando el anhelado mail.

En eso, la fila avanzó y no se dio cuenta por estar pendiente de su celular. Fue empujado levemente por la persona que estaba detrás de él para que avanzara. Al estar centrado en su teléfono, perdió el equilibrio y cayó sobre quién estaba delante suyo. Aunque no pasó a mover al individuo, si sintió que le tiró algo de encima al oír quebrarse contra la cerámica del piso lo que parecía un objeto de valor. Levantó la mirada para disculparse con la persona y notó una máscara de escayola conocida echa añicos en el piso, mientras su dueño lo miraba con el ceño fruncido cruzado de brazos con un abrigo que dejaba ver su trabajada musculatura por sobre la tela.

—Un tonto no ve más allá de su horizonte

Aventurino se iba a agachar a limpiar, pero fue detenido por Ratio quien le dio una palmada en la mano y negó con la cabeza, haciendo a un lado al apostador.

—¡Deja!—Exclamó con seriedad—Te puedes lastimar

El corazón del rubio se aceleró con el tacto del doctor. El encontrarlo en esa circunstancia iluminó su alma y despejó la inseguridad tras aquel anhelo de una respuesta, pero más nada, deseaba volver a tener contacto con Ratio y ese encuentro fortuito era una señal de los eones de seguro.

Una trabajadora del local se acercó a prestarles ayuda, ella terminó de barrer los restos de la máscara que se había quebrado. Aventurino estaba por ser atendido en el mesón de la caja cuando extendió su brazo y jaló a Ratio de su abrigo para llamar su atención.

—Voy a ordenar, dime que ibas a comprar—Habló el rubio jugando con su primera tarjeta— Yo te lo pagaré para compensar el daño

—No necesitas hacer eso, tengo más de esas en casa—Respondió Ratio—Lo que lamento es que las tengo en casa, tendré que ver a los idiotas el resto de la jornada

Devil Velvet Wish ♤RatioRineDonde viven las historias. Descúbrelo ahora