Preguntas y más preguntas

1 0 0
                                    

Nos paramos en medio del salón.

Ambos nos miramos serios, claramente a ambos nos estaban obligando, quien en su sano juicio estaría feliz de casarse con alguien que no conoce.

Esperamos a que la canción termine para bailar la siguiente. Su mano todavía sostiene la mía, continuamos mirándonos a los ojos, como si ambos quisiéramos saber lo que uno del otro piensa, como si necesitáramos decirnos varias cosas y a la vez solo quedarnos en silencio.

Empieza la otra canción, esta vez de Lp-Tightrope.

Con su mano libre me toma de la cintura, y empezamos a bailar, lentamente, yo solo me dejo llevar. De vez en cuando me hace dar vueltas, el ambiente ya no estaba pesado para ambos.

De reojo encontré una que otra sonrisa en nuestro alrededor, no debería, pero también plasmo en mi rostro una leve sonrisa, no estaba feliz, pero estaba disfrutando la música y el baile.

Bailo como nunca, no es como si antes hubiese bailado con alguien, evitaba bailar. Pero esta noche no, algo iba a cambiar en mi vida definitivamente, pero ya no tendría nada que perder.

Tomados de las manos, continuamos mirándonos.

Vamos Franz, conóceme y déjame conocerte.

Los invitados nos rodean en circulo, siento como mi rostro se pone rojo como un tomate.

- ¡Vivan los novios! – Grita la señora Benedetto-.

- ¡VIVAN! – Gritan todos-.

Siento que la vergüenza se apodera por todo mi rostro.

Me regala una sonrisa sin aparatar la mirada. Nos acercamos más, a centímetros de sus labios con los míos, volteo a un lado mi cara evitando que este cometa su acto.

Nos detenemos pues la canción a terminado. Aun de las manos se me acerca y deposita un beso en mi frente.

- Gracias Adélie – dice amable-.

Le suelto las manos y vuelvo al comedor.

En mi lugar había una copa de vino, agarro la copa y vierto el líquido en mi boca.

Que rico, el vino por mucho era mi debilidad y la necesitaba.

- ¡Adélie!, ¿Qué te pasa?, ese vino es para el brindis – dice mi mamá mientras me mata con la mirada-.

- Oh mamá, por favor, ya es suficiente, ¡déjame en paz! – le suelto sin miedo.

No había nadie a nuestro alrededor, de haber habido alguien simplemente la ignoraría como siempre, pero como no había nadie y me jode que ni siquiera puedo disfrutar de una copa de vino, maldición.

Pone los ojos en blanco y sale del comedor.

Es un alivio, de haber continuado con sus regaños no me habría contenido de mandarle a la mierda.

- Adí, cariño, ven – dice Dante con una botella en mano sentado en un rincón del comedor-.

- Suelta eso, si te ve tu madre y padre te castigaran – insisto-.

- ¿Castigarme? – dice sarcásticamente- Adí, que te vayas a casar con otro hombre ya es lo suficiente como para matarme- añade.

- No lo hagas mas difícil, eres joven y apuesto, encontraras a una buena mujer – le digo mientras me acerco a arrebatarle la botella de sus manos-.

Aparta su mano antes de que consiga quitarle la botella.

Desde el salón empieza a sonar Que nadie sepa de mi sufrir de Julio Jaramillo, se escuchan risas y bastante parloteo.

Scintilla Donde viven las historias. Descúbrelo ahora