Capítulo 5: La Orden Regia

5 2 0
                                    

¿Estaba muerta? No, no lo estaba, debería estarlo en vez de despertar sabiendo que nada sería lo mismo.

Llevaba un tiempo consciente pero me negaba a abrir los ojos. Sabía que había gente observándome, sentí sus miradas posadas en mí. Era asqueroso y necio. Estaba tumbada en el suelo, en uno hecho de hormigón, duro e incómodo. La habitación debía ser oscuras, sin ventanas. No había nada que me hiciese pensar que había alguna luz en esa habitación. Me habían atado los brazos, concretamente las muñecas con una cuerda. Era doloroso y los músculos empezaban a quejarse.

Entonces el chirrido de una puerta de hierro hizo que el miedo me apoderara. Unos pasos lentos hicieron eco en toda la sala y de repente, paró creándome una ansiedad desastrosa. El corazón me palpitaba con rapidez y si no hubiese sido por esa voz, podría haber aguantado más.

—Es hora de despertarla.

Abrí los ojos al instante y me encontré a ese hombre de ojos grisáceos brillando en la oscuridad. Gracias a la luz que entraba a través de la puerta, pude observar algo su silueta. Estaba confundida y algo mareada debido a la droga que me hicieron inhalar, y aún así sentí esa pétrea mirada.

—Buenos días, Lavanda. —murmuró él con arrogancia.

—Hijo de...

—No te molestes en malgastar saliva
—contestó cortante, notando como los párpados aún se sentían pesados.

—Te mataré —susurré con aspereza contra el suelo, ya que mi mejilla izquierda estaba tocando el suelo.

—Estoy seguro de que lo intentarás en algún momento pero por ahora, tan solo eres una prisionera.

Esas horribles palabras me llenaron de ira y una gran rugido quiso salir de mi interior pero no pude hacerlo. En cualquier caso, vi como detrás de él y tapando esa luz, entraron diez hombros que se colocaron al lado del de ojos ceniza. Cinco y cinco, todos apuntándome con metralletas. Sin embargo, uno de ellos se acercó a mi para ponerme de rodillas. Esto era patético y penoso.

—Ante nosotros, la Capitana Zoe Lockhart, ¿verdad?

—¿Cómo sabes mi nombre? —pregunté confundida y con ira.

Él, en vez de contestar con rapidez, prefirió disfrutar más del espectáculo, observando como una agente de la FIA estaba arrodillada y siendo apuntada por diez hombres, sin ninguna opción de escapar.

—Un hombre como yo lo sabe todo —espetó él con arrogancia.

—No sabía que los idiotas fueseis inteligentes —murmuré intentando sonar firme a pesar del dolor de cabeza y el dolor que esa cuerda me estaba provocando en las muñecas.

Él se rió sin humor y sus ojos centellearon con ferocidad.

—Cuando caigas por un idiota como yo, no vacilarás tanto.

Había sido la cosa más estúpida que había escuchado nunca. Me reí a carcajadas a pesar de que mi cuerpo no lo soportaría.

—No sé qué queréis de mi pero os aseguro que prefiero morir a traicionar a la FIA.

Ahora fue él quien soltó un bufido incrédulo.

—No lo entiendo.

Arqueé una ceja.

—¿Qué no entiendes? ¿Mi lealtad a la FIA?

—No, lo que no entiendo es como pueden lavaros tanto la cabeza. —acabó él diciendo dando un paso más cerca de mi, hasta que se agachó para quedar más o menos a mi altura. —Nos veis como el enemigo sin saber qué vosotros mismos escondéis a la verdadera bestia.

Dark AcademiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora