El joven Aidan Gallagher ha dedicado toda su vida a ayudar a su padre en la librería, pero su mundo cambia inesperadamente cuando una actriz entra por la puerta.
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____ Scott había invadido los sueños de Aidan, la noche había sido placentera para él. Aunque la salida había terminado en el mismo momento que salieron de esa mansión, el de él recién había comenzado. No pudo dormir, recordando los besos y la comodidad que había sentido con ella. Él ya había olvidado que era estar extrañamente atraído por alguien por solo unas cuantas palabras. Y cada que cerraba los ojos, despertaba recordándola.
Al día siguiente, ella lo había llamado, por el teléfono de la tienda, aún no habían intercambiado sus números. Emma fue la que respondió, la actriz se había presentado como "Daria Morgendorffer". Para ella fue divertido, ella amaba esa serie, había sido parte de su adolescencia, y más aún escuchar la confusión tanto para la hermana de Aidan y por parte de él, le sacó algunas carcajadas. Él era el único que descubrió que "Daría Morgendorffer" era ____ Scott.
Su llamada había sido casual, aunque él la había sentido algo nerviosa, creyó que no debía tomarle importancia. Ella le pidió ir a buscarla a su hotel, y él sin pensarlo dos veces, aceptó.
Mirando hacia atrás, aquella frase que había soltado parecía menos ridícula: "Esto parece un sueño, irreal pero hermoso." Aunque en ese momento le pareció la frase más tonta que jamás había dicho, ahora empezaba a entender que era la única manera en que su nerviosismo había encontrado para expresar lo que sentía.
Luego de tres horas, él estaba bajando del bus, este lo dejaba a una cuadra del hotel. El sol había salido, pero estaba cubierto por unas nubes cargadas, y una brisa fresca hacía que él se estremeciera.
Mientras caminaba con sus manos metidas en los bolsillos de su casaca, vio una señora de edad vendiendo flores en su pequeño puesto, sin poder evitarlo, compró un pequeño ramo de margaritas y lluvias blancas. Él había escuchado a Emma decir que eran las flores favoritas de Scott.
Al entrar al hotel, se maravilló de su majestuosidad, sus colores sobrios con tonalidades marrones y dorados. Unas cuantas personas caminaban y otras estaban sentadas en el pequeño vestíbulo. Se dirigió al ascensor, donde un joven esperaba que se abriera.
Entraron y Aidan marcó el número 13 y, con un gesto, invitó al joven a seleccionar su piso, pero este simplemente negó con la cabeza.
—Es el mismo —habló el joven.
Aidan asintió por inercia, mirando la calle, las paredes del ascensor eran de vidrio, dejando ver tanto dentro como fuera del hotel.
Cada cambio de número, hacía que el cuerpo de Aidan temblara y su estómago se revolvió.
El ascensor se abrió, y Aidan se quedó unos segundos parado. Él podía sentir su corazón latir cada vez más rápido, salió del ascensor y con asombro vió que también el mismo chico del ascensor, iba a la misma puerta. Los dos se miraron cuando estaban frente a ella.
—¿La misma? —preguntó Aidan, sintiéndose derrotado, esperando que el chico se haya equivocado.
