La luz que entraba por el ventanal no hacía mucho por aliviar el ambiente tenso de la oficina de Harry Blacklands. Emily permanecía sentada, observando cómo Harry repasaba su historial en silencio. Finalmente, él levantó la vista, con una mirada seria.
—Emily Foster, ¿verdad? —dijo Harry, su tono neutral pero firme.
—Sí, señor —respondió ella, asintiendo.
Harry dejó caer la carpeta sobre el escritorio y cruzó las manos frente a él.
—He visto tu historial y las reseñas en línea. Veo que has tenido mucha experiencia como niñera...
—Sí, señor —Emily esbozó una pequeña sonrisa—, cuidar niños es una especie de deporte para mí. Es duro, pero da resultados que valen la pena.
Harry hizo una pausa antes de hablar de nuevo, como si estuviera eligiendo cuidadosamente sus palabras.
—Este trabajo no será sencillo —dijo finalmente—. Mis hijos han pasado por... problemas... que los han afectado... mucho.
Emily lo miró con una mezcla de curiosidad y preocupación.
—¿Ok? —respondió, incitándolo a seguir.
—Thomas es un niño algo... antisocial. Pocas veces te dirige la palabra o te mira siquiera —explicó Harry, manteniendo su tono impasible—. En cambio, Eileen... ella es el polo opuesto a Thomas. Es inquieta, juguetona e interactiva.
Emily asintió lentamente, tomando nota de las diferencias entre los niños.
—Ok, señor. Le prometo que me encargaré de ello. —Hizo una pausa y luego preguntó—: ¿Hay algo que deba saber de la casa?
Harry la observó por un momento antes de responder, como si estuviera decidiendo cuánto debía decirle.
—No mucho, solo que la casa tiende a quedarse sin luz por la falta de mantenimiento. Pero de eso se encarga Wayne, el encargado del lugar.
—Ok. Será un placer trabajar para usted —dijo Emily, mostrándose firme.
Harry asintió, como si diera por hecho que ya había aceptado.
—Bueno, ven mañana a primera hora para mostrarte la casa, las tareas que realizarás en mi ausencia. Conocerás a los otros empleados y discutiremos tu salario.
—Vale, lo veré mañana a primera hora, señor —respondió Emily, aliviada de que la entrevista estuviera terminando.
—Te veo mañana —dijo Harry, despidiéndose con una leve inclinación de cabeza.
Al salir de la oficina, Emily sintió cómo su respiración se aceleraba. La presencia de Harry la había puesto nerviosa, y ahora, sola en las calles de la ciudad, esa sensación de misterio y miedo la invadía por completo.
**Solo espero que los niños no sean tanto como él... pero es su padre** —pensó, mientras intentaba no hacerse ilusiones sobre lo que le esperaba en la mansión.
**La Mañana Siguiente**
El sol apenas se había levantado cuando Emily llegó frente a la mansión Blacklands. La gran estructura de piedra oscura se alzaba en medio de una vasta extensión de tierra, rodeada por árboles altos y una ligera niebla que cubría el suelo. El silencio del entorno la hizo sentirse aún más aislada, como si la casa se encontrara en su propio mundo, apartado de la realidad.
Tomó aire profundamente y caminó hacia la puerta principal. Al tocar el timbre, el sonido resonó débilmente, como si la casa absorbiera el ruido. Unos momentos después, la puerta se abrió, revelando a un hombre mayor con la piel curtida y el ceño fruncido.
—¿Emily Foster? —preguntó en voz baja.
—Sí, soy yo —respondió ella, tratando de sonreír pese a la seriedad del hombre.
—Wayne, encargado de la mansión —dijo con un gesto brusco—. El señor Blacklands me pidió que te mostrara la casa y te presentara al personal. Sígueme.
Emily asintió y lo siguió dentro. La entrada era imponente, con techos altos y un candelabro de cristal colgando sobre ellos. Los muebles antiguos y los retratos de la familia Blacklands le daban al lugar una sensación de peso, como si la historia de la casa fuera una presencia constante. Las miradas de los retratos parecían seguir sus pasos mientras avanzaban.
—La casa es grande —comenzó Wayne mientras caminaban—, pero solo usarás las áreas donde los niños pasan más tiempo. Thomas suele quedarse en la biblioteca o en su habitación. Eileen está en el jardín casi todo el día.
La mención de los niños captó la atención de Emily, pero antes de que pudiera preguntar más, Wayne continuó.
—Aquí están los otros empleados. —Hizo un gesto hacia la cocina, donde un hombre alto y robusto, con una sonrisa amable, estaba revolviendo una cacerola en la estufa—. Este es Alexander, el cocinero. Él se encarga de preparar las comidas para la familia y el personal.
Alexander levantó la mano con una sonrisa cálida.
—¡Bienvenida a Blacklands! Si necesitas algo para comer o beber, solo dímelo. Haré lo que sea para mantener a todos bien alimentados —dijo con una carcajada suave.
—Gracias, Alexander. Un placer conocerte —respondió Emily, sintiendo un alivio momentáneo ante su amabilidad.
Wayne siguió caminando, llevándola por un pasillo que conducía a una sala de estar. Allí, una mujer de mediana edad con cabello recogido en un moño impecable estaba sacudiendo el polvo de los muebles con precisión.
—Rachel, el ama de llaves. Se encarga de mantener todo limpio y en orden —dijo Wayne.
Rachel la miró de arriba abajo con ojos calculadores antes de sonreír suavemente.
—Es un placer conocerte, Emily. Si necesitas ropa limpia o cualquier otra cosa, solo tienes que pedírmelo —dijo, su tono educado pero distante.
Emily asintió, sintiendo una ligera tensión en el aire, aunque no supo si provenía de Rachel o de la misma mansión.
Finalmente, Wayne la condujo hacia el exterior, donde el jardín trasero se extendía a lo lejos. Una mujer joven, de pelo rizado y suelto, estaba de pie junto a un rosal, podando con cuidado algunas ramas. Su rostro estaba iluminado por la luz del sol que comenzaba a filtrarse a través de las nubes.
—Esa es Gemma, la jardinera —dijo Wayne, observándola mientras ella trabajaba—. Se asegura de que el jardín esté en perfectas condiciones.
Gemma levantó la vista al escuchar sus nombres y les dedicó una sonrisa sincera.
—¡Hola! —dijo con entusiasmo—. Me alegra verte por aquí, Emily. ¡Espero que disfrutes tu tiempo en la mansión! Si alguna vez necesitas un lugar tranquilo para pensar, este jardín es perfecto para eso.
Emily sonrió ante su calidez.
—Gracias, Gemma. Creo que pasaré mucho tiempo por aquí.
Wayne carraspeó, recordándole a Emily que aún quedaba parte del recorrido.
De vuelta dentro de la casa, subieron las escaleras de madera crujiente hasta el segundo piso. La iluminación aquí era más tenue, y el ambiente más denso. El pasillo parecía alargarse ante ellos mientras avanzaban.
—Tu habitación está al final del pasillo —dijo Wayne, señalando una puerta—. Tendrás privacidad. Los niños están en las habitaciones del otro lado.
Abrió la puerta y le mostró su nuevo espacio: una habitación acogedora con una cama grande, una cómoda antigua y una ventana que daba al jardín.
—Si necesitas algo, estaré en la cabaña de mantenimiento afuera —dijo Wayne antes de girar sobre sus talones y salir.
Emily dejó su bolso sobre la cama y se acercó a la ventana. Desde allí, pudo ver a Eileen corriendo de un lado a otro por el jardín, riendo y jugando entre los árboles. Sin embargo, Thomas no estaba a la vista.
*¿Dónde estará?* —pensó Emily. *No puedo evitar sentir que este lugar esconde mucho más de lo que me han contado.*
Cerró los ojos un momento, tratando de calmar sus nervios, cuando escuchó un golpe suave en la puerta.
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La Maldición del Blacklands Home - Sebastián Zayas
Misterio / SuspensoEn Blacklands Home, cada sombra esconde un secreto, y cada paso desentierra un miedo.