El frío de la mañana se mezclaba con el vapor de su aliento, creando una niebla ligera que se arrastraba por las calles vacías.
Shoto Todoroki, aún en pijama, caminaba lentamente por el parque cercano a su casa, el lugar que solía ser su refugio, un rincón de paz en medio del caos. En el silencio de ese amanecer, la sensación de pérdida era tan palpable como el aire que respiraba, cortante y sin piedad.
La noticia había llegado hace solo una semana, pero para Shoto, el tiempo se había detenido en el instante en que escuchó esas palabras: "Lo sentimos, no pudimos salvarla". El pronóstico había sido sombrío desde el principio; su esposa, Mizaki, había tenido complicaciones graves durante el embarazo, pero el impacto de su partida aún lo golpeaba con la fuerza de un tren en movimiento.
Cada día se arrastraba como una sombra alargada de la anterior, y el dolor parecía ser una constante en su existencia, una herida abierta que no sanaba. La imagen de su esposa, con su sonrisa cálida y sus ojos llenos de esperanza, se le aparecía constantemente en la mente, como un eco incesante de lo que había perdido.
Recordaba cómo, meses atrás, ella le había tomado la mano con una fuerza inesperada y le había dicho, con un brillo en los ojos, que estarían juntos hasta que él se lo permitiera. Ahora, en su lugar, el vacío era abrumador.
Las hojas caídas crujían bajo sus botas mientras avanzaba con la cabeza agachada, sumido en sus pensamientos. El parque había sido su lugar especial, un refugio donde solían caminar juntos, disfrutando de la calma y de la compañía mutua. Cada rincón, cada sendero, parecía gritar el nombre deMizaki en silencio, y Shoto se encontraba atrapado entre la necesidad de aferrarse a esos recuerdos y el dolor insoportable de saber que ya no podía compartirlos con ella.
Se detuvo frente a un banco donde solían sentarse, y sus dedos se posaron sobre el frío metal, temblando ligeramente. La visión de Mizaki sentada allí, con la mano en su vientre redondeado por el embarazo, era un recuerdo que parecía tan vívido y tan distante al mismo tiempo. El banco estaba vacío ahora, y el espacio a su lado parecía aún más grande sin su presencia.
El sol comenzaba a elevarse lentamente, proyectando su luz sobre el parque y creando un contraste entre la calidez de sus rayos y la frialdad del ambiente. La imagen del futuro que habían soñado juntos se desmoronaba ante sus ojos. Se había acostumbrado a pensar en los días que seguirían, en la pequeña vida que crecería junto a ellos, en las noches en que Aiko le contaría historias a su hijo antes de dormir. Ahora, todo eso se había desvanecido como un sueño roto, del que jamás lograría despertar.
Shoto se sentó en el banco y cerró los ojos, intentando bloquear la imagen del hospital y el sonido de los monitores que se apagaban lentamente. La última vez que la vio, estaba tendiendo su mano débilmente, como si intentara aferrarse a algo, a él, a la vida. "Prométeme que lo cuidarás", había dicho, con una voz que apenas era un susurro, y Shoto había asentido, con lágrimas corriendo por sus mejillas mientras veía al amor de su vida alejarse frente a sus ojos.
Su dolor no era solo por la pérdida de Mizaki, sino también por la promesa rota. No había podido salvarla. No había podido protegerla de la tragedia que se cernía sobre ellos. Cada vez que miraba la habitación vacía de su hogar, sentía el peso de esa promesa incumplida, el peso de un futuro que había sido arrancado de sus manos.
El parque, con su silencio apacible, era el único lugar donde podía enfrentarse a sus sentimientos sin ser juzgado. Aquí, podía llorar sin reservas, sin preocuparse de mostrar debilidad. De repente, un leve movimiento entre sus brazos le hizo abrir los ojos saliendo de sus pensamientos. A bajar la vista, se encontró una figura pequeña y frágil, envuelta en una manta.
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Fragments | 𝑇𝑜𝑑𝑜𝑟𝑜𝑘𝑖 𝑆ℎ𝑜𝑡𝑜
Fiksi Penggemar𝐓𝐨𝐝𝐨𝐫𝐨𝐤𝐢 | ¿𝘘𝘶𝘦́ 𝘦𝘴 𝘶𝘯𝘢 𝘮𝘢𝘥𝘳𝘦? 𝘜𝘯𝘢 𝘮𝘢𝘥𝘳𝘦 𝘦𝘴 𝘢𝘲𝘶𝘦𝘭𝘭𝘢 𝘲𝘶𝘦 𝘥𝘢 𝘶𝘯 𝘴𝘦𝘯𝘵𝘪𝘮𝘪𝘦𝘯𝘵𝘰 𝘥𝘦 𝘱𝘢𝘻 𝘺 𝘢𝘮𝘰𝘳 𝘥𝘦𝘯𝘵𝘳𝘰 𝘥𝘦𝘭 𝘩𝘰𝘨𝘢𝘳. 𝘈𝘭𝘨𝘶𝘪𝘦𝘯 𝘲𝘶𝘦 𝘴𝘪𝘦𝘮𝘱𝘳𝘦 𝘦𝘴𝘵𝘢𝘳𝘢́ 𝘱𝘢𝘳𝘢 𝘢�...