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Después de una larga caminata llena de dolorosas experiencias los dos viajeros, alumna y maestro, habían logrado llegar al hogar del señor urokodaki.
Los pequeños pies de la niña se posaban helados en medio de una gran capa de nieve, pero el frío no impidió que dejará de observar la pequeña cabaña que tenía enfrente de ella.
¿Era ahí la cabaña donde habitaba el pilar del agua?
Era la pregunta de la pequeña albina, pues después de todo, ese pequeño lugar no parecía ser digno de alguien que alardeaba tanto de sus pertenencias, como su maestro le había dicho anteriormente, el pilar del agua acostumbraba a hacerlo.
Sus pensamientos fueron interrumpidos debido a la voz de su maestro, aquella voz la cual no podía impedir que le causará escalofríos, pues desde que el viaje había comenzado el pilar del cuervo tenía un humor más malhumorado de lo que acostumbraba.
-En el mismo instante en el que tu cuerpo toque el piso de esta cabaña, tu te comportarás como lo que eres, una heredera, no quiero que aceptes ningún regalo que te de el pilar del agua,tampoco que convivas con sus discípulos, es posible que tengamos que pasar algunas noches aqui así que evita cometer errores o dañar el tinte de tu cabello ¿entiendes?- exigió el gran pilar del cuervo
Shiroi asintió, evitando en todo momento la mirada de su Maestro, pues le acusaba terror el hecho de solo imaginarlo enojado.
-¡Shiroi! ¿¡Lo entiendes!? - cuestionó nuevamente al no escuchar respuesta alguna de su alumna.
-si, entiendo maestro-contesto en voz baja.
Sin más que decir Masaru asintió e inmediatamente su puño se dirijio a la puerta de la cabaña tocando tres veces de forma agresiva, esperando una respuesta del otro lado.
Más sin embargo eso no fue necesario, pues el señor urokodaki abría abierto la puerta en el mismo Instante en el que está fue golpeada.
Urokodaki era un señor imponente que tenía una máscara Roja cubriendo le el rostro, un hecho que intrigó a la pequeña en el momento en el que lo miro.
-Masaru ¡es bueno saber que ya han llegado!,espero que las ventiscas y la nieve no hayan sido un problema - hablo el señor urokodaki mientras que abría por completo su puerta.
-por favor, sean bien venidos, adelante, pasen-
Al contrario de lo que la pequeña creía, el pilar del agua parecía tener una voz cálida ante ellos, una voz que no acostumbraba a escuchar cotidianamente.
