CAPÍTULO 7

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Bulma

El miedo había invadido mis sentidos. Había cometido un error que no tenía marcha atrás y era imperdonable. Pisar suelo surcoreano era la muerte si no ibas con la intención de desertar. Muchos no vivían para contarlo. El que era descubierto desertando era letalmente asesinado, o en su efecto custodiado para ser torturado hasta decir la verdad por si se trataba de un espionaje implementado por el norte. Pero mi destino había corrido aparentemente con mejor suerte. Este hombre estaba de nuevo justo frente a mí.

«Sé quién eres».

Esa frase daba vueltas en mi cabeza. ¿Cómo podía saber quién era si tan solo anoche nos habíamos visto por vez primera? Su pulgar limpiaba mis lágrimas que no dejaban de surgir. El temor seguía latente, mis sentidos estaban en máxima alerta. Mi vida estaba en sus manos. Hasta que lo escuché decir: «No voy a hacerte daño».

¿Y si era una trampa para torturarme, hacerme daño y luego asesinarme y dejarme aquí? Sea lo que fuera deseaba tener otra oportunidad. Cerré mis ojos y de una manera inexplicable mi cuerpo reaccionaba a sus caricias en mi mejilla. Lentamente no comprendía, pero mis labios se abrieron despacio y disfrutaba esa pequeña caricia. Hasta sentir su respiración tibia justo en mi nariz y más atrás, su boca.

Nuestros labios se han unido y con cada movimiento siento que mi cuerpo va desfalleciendo. Mantengo mis ojos cerrados hasta sentir que en un instante hace a un lado su arma, lo hace en una ágil inclinación sin separarse de mi boca. Sus manos están libres y una se apodera de mi cintura para atraerme más a su cuerpo mientras que la otra sostiene mi cuello. Es muy varonil, es la primera vez que alguien me besa y lo estoy disfrutando. Comprendo ahora todo tal como en los libros de educación sexual que en algún momento mi padre me hizo leer. Él decía que para poder entender las reacciones de una mujer y un hombre cuando se unían era necesario conocer internamente las respuestas de tu cuerpo. Y ahora lo entiendo. La respiración de este hombre se vuelve aún más densa igual a la mía, deseamos algo más.  Él me aferra a su cuerpo y yo lo rodeo con mis brazos no pudiendo evitar gemir cuando mordisquea mi boca. Un poco más seguimos besándonos como locos desenfrenados hasta que él se aleja unos centímetros de mí y yo siento que me falta un poco el aire.
Vuelve a retomar mis labios, pero esta vez lo hace por pocos segundos.

—Debes irte, inmediatamente. —expresó de pronto.

—Pero… —llevo mis dedos a mis labios y lo miro a los ojos sin comprender.

—Shh… no digas nada. Tú… vete. —dice de espaldas a mí tomando su arma para guardarla en la parte de atrás entre su cintura y pantalón.

—Está bien… —digo para recoger mi gorra del suelo, y retomar el camino hacia la salida.

Si tan solo me dejara verlo por última vez.

Camino lentamente hacia la entrada y me detengo al escuchar su voz.

—Te veo mañana aquí. A la misma hora. —giro para verlo y está apoyado en una mesa con los brazos cruzados. —¡Ah! Y trae a tu amiga la pelinegra.

Me ha emocionado escucharlo decir aquello, significa que nos veremos de nuevo. Me confunde que quiera que Milk venga conmigo, pero recuerdo al soldado que no dejaba de verla y quizás trama algo. Asiento guiñándole un ojo para salir rápidamente de la casa y cerciorarme de que no hay nadie alrededor. Corro rápidamente y llego hasta la entrada en la alambrada, atravieso ésta y no puedo evitar sonreír mirando a mis espaldas. No puedo esperar a contarle a Milk lo que ha sucedido.

***

Al llegar al cuartel general, hago notar gran cansancio. La teniente Dong se aproxima a mí y yo saludo.

—¿Qué tal el recorrido, Brief? —pregunta con una sonrisa cínica.

—Eh… bien, teniente Dong. Todo en orden.

—Qué bueno, porque mañana volverás a hacer lo mismo.

—Como diga, teniente Dong. —asiento, y por dentro sonrío.

—Hoy en la noche volverás a custodiar en la zona de seguridad conjunta. Y ahora necesito que vayas a la zona de enfermería a atender.

—Pero necesito comer… —insto.

—Comerás cuando yo diga. Ve a trabajar. —me ordena, y no me queda más de otra que obedecer por muy agotada que esté.

Me dirijo al campamento de enfermería y coloco mi bata sobre el uniforme. Lavo mis manos para luego colocar guantes. En ese instante veo a mi compañera entrar.

—¡Milk! —le llamo.

Ella me encuentra y llega hasta mí.

—¿Dónde estabas? No te vi en el comedor. Me preocupé mucho por ti.

—Milk… tengo que hablar contigo. Pero no aquí.

—¿Estás bien?

—Sí, lo estoy. —asiento brindándole tranquilidad.

Milk no me cree cuando le digo que estoy bien, pero no podemos arriesgarnos a que nos escuchen. Comenzamos a atender a algunos soldados heridos hasta que se hace de noche. Mientras tanto, siento nauseas por el olor de las medicinas y más aún porque no tengo nada en el estómago. Pero vamos rumbo al área de seguridad conjunta a custodiar. No sé si pueda tolerar estar más tiempo de pie.

***

Vegeta

Estaba de vuelta en el cuartel general. Después de todo lo sucedido no quería seguir pensando en cuantas infracciones había cometido. Solo pensaba en ella, en sus labios, en ese cabello lacio azulado que se le mecía de lado, y eso me gustaba. Tomé asiento en la oficina y me dejé ir hacia atrás en la silla. Puse mis manos en mi cabeza. La besé y ella correspondió a mis besos. Esa mujer sí que se había atrevido a tanto. Pero me preocupaba pensar que si no hubiese sido yo, la historia hubiese sido distinta para ella. Ahora estaría muerta.

Después de varios minutos, llaman a mi puerta.

—Adelante. —respondo.

Al abrirse esta, me doy cuenta de que es mi mano derecha. Kakaroto está totalmente serio, no es el mismo de siempre luego de lo de esta mañana.

—Capitán… permiso para entregarle unos documentos.

—Pasa. —respondo con seriedad.

Él entra y cierra la puerta y me hace entrega de una carpeta.

—Esa es la lista de la cantidad de cajas que culminamos de equipar el día de hoy.

—Está bien, ahora la reviso. —respondo centrado en otra lista.

—Bien. Capitán… —retrocede —¿Podré custodiar esta noche en la zona de seguridad conjunta?

—No. —digo sin pensarlo.

Se queda en silencio mirándome unos segundos, pero continúo ignorándolo. Sin más palabras da la vuelta y sale de la oficina y esta vez azotando con fuerza la puerta. No hago más que reír al ver a ese tonto enojado. Si tan solo imaginara la sorpresa de mañana. Pero aun así, lo haré esperar.

Son las 21:00 horas y me dirijo a las afueras del cuartel general. Kakaroto custodia la entrada y automáticamente encargo a que alguien más ocupe su lugar.

—Ven conmigo. —le ordeno y él rápidamente sube al vehículo.

Nos dirigimos al área de seguridad conjunta y bajamos. Justamente hay cambio de guardia y ordeno que sea él quien custodie esa noche y por supuesto yo estaré atento. Caminamos hasta la zona y nos adentramos entre los edificios uno y dos. Cuando llegamos, las encontramos ahí. Ellas nos miran de reojo, y lo noto. Kakaroto toma su posición y no duda en observar a la pelinegra quien le da un vistazo y más atrás una sonrisa. Yo decido caminar de un lado a otro sin dejar de mirar a la peliazul. Pero puedo notar que tiene un tono de piel pálido y con ojeras, pero muy bien recuerdo que en la tarde no estaba así. Intento que me observe poniéndome de pie diagonal a ella. Estoy frente a Kakaroto y él frunce el ceño al verme custodiando. Vuelvo a detener mi mirada en ella y tiene los ojos cerrados. Pero tan pronto pasan unos segundos la veo desplomarse en su posición.

«Bulma».

***

Estaba sumamente agotada. Milk y yo habíamos tomado nuestras posiciones para custodiar esa noche. Pero no me sentía nada bien. Pensaba en si tal vez volvería a verlo ahora. Pero hasta ahora nadie ha llegado a custodiar su zona. Milk me observa y camina hasta donde estoy.

—Noto que estas algo pálida. ¿Te encuentras bien? —pregunta tocando mi frente.

—Sí, es solo que no he comido nada en el día. —revelo.

—¿Qué? ¿Pero por qué? Debiste comer algo antes de venir.

—Es la teniente Dong. Me envió a custodiar a tres kilómetros y luego de regresar me ordenó que fuera a la enfermería y después viniera aquí. Que comería cuando ella diera la orden.

—Esa bruja te está castigando. Eso no está bien.

—Milk, escúchame. Tengo algo que decirte. Mañana volveré a custodiar los tres kilómetros, pero me gustaría que vinieras conmigo. No me preguntes, es una sorpresa. ¿Sí? Debemos hacer lo que sea para que me acompañes.

—Está bien, tranquila le diré al teniente Seung que te acompañaré.

—Bien, ahora vuelve a tu lugar. No quiero que te regañen.

—Pero si te sientes mal es mejor que hablemos con el teniente.

—No, estoy bien, descuida.

—Bien, estaré al pendiente de ti. Esta noche hace frío.

Ella retoma su lugar y nos miramos. Pero pronto veo de reojo que vienen dos soldados de la otra zona a custodiar, y cuando están cerca los reconozco. Son ellos. Dibujo una leve sonrisa en mis labios al recordar lo de esta tarde y observo que Milk le sonríe al soldado de cabello peculiar. Miro a un lado y lo veo que se da la espalda y camina como alejándose. Vuelvo mi mirada al frente pero en realidad comienzo a sentirme mal. No quiero sentirme mal, no ahora. Cierro mis ojos para retomar el aire profundo. Lo hago unas cuantas veces pero no soporto mi cuerpo y un cansancio se apodera de mi haciéndome caer al suelo.

***

Vegeta

La soldado de cabellos negros corre hacia ella. Escucho a Kakaroto preguntarle algo y ella lo mira. Él me observa y niego con la cabeza en señal de que no le hable, pueden venir soldados del otro lado a auxiliarlas y malinterpretar el mensaje. Le hago señas que se ponga en mi posición e intercambiamos.

—Avísame cualquier movimiento. —le ordeno.

Me detengo a dos metros de ellas mirando a Kakaroto y comienzo a dirigirme a ella.

—¡Bulma! ¡Amiga reacciona! —la escucho llamarla.

—¿Qué le sucede? —pregunto y noto que la pelinegra levanta la cabeza para verme.

—No me mires, sigue atendiéndola. ¿Solo dime que tiene? —parecía asustada al ver que le hablaba a ella.

—E- Ella no ha comido nada en todo el día. —respondió titubeante y preocupada.

—¿Está castigada? —pregunté.

—Así es. La teniente ha estado arremetiendo contra ella.

Rápidamente llevo mi mano izquierda a mi bolsillo y extraigo un chocolate, no sin antes observar que nadie del otro lado se aproxime. Le quito la envoltura y se lo lanzo y justo cae en sus piernas.

—Haz que se lo coma. ¡Rápido! —le ordeno.

Ella le levanta la cabeza y le introduce el trozo de chocolate en la boca.

—Bulma, por favor. Cómetelo, te hará bien.

—Revisa bien que esté respirando. —le indico.
Y en ese momento Kakaroto levanta su mano en señal que me detenga. Lo miro a los ojos y enseguida veo que vienen soldados hasta ellas.

—¡Soldado Ox! ¿Qué demonios ha pasado aquí? —pregunta su superior.

—Lo siento teniente Seung, Bulma se ha desmayado. Me había dicho que no había comido nada el día de hoy, debió ser por eso. —le explica.

—Bien. ¡Usted y usted! —señala a dos soldados. —Llévenla a la enfermería.

—¡Si, señor! —respondieron al unísono.

En ese momento, veo como la toma uno en sus brazos y se la lleva. Acto que me causó un poco de enojo. La soldado pelinegra ha vuelto a su posición. Y otro soldado se ha quedado con ella a custodiar. Le hago señas a Kakaroto para que intercambiemos.

—No cometas una locura. Esta vez está con un soldado y no perdonará que se dirijan miradas. —le explico. Él asiente y toma su posición. —Bien, me voy. —digo para girarme e ir a la central.

Mientras camino me doy cuenta que arriesgué la zona. El solo dirigirme a esa soldado fue otra regla que violé. Pero no pude evitar hacer algo al verla a Bulma ahí en el suelo. Quería acercarme, cargarla en mis brazos y regresarla conmigo. No era posible que le hicieran pasar hambre, seguramente estaba castigada por haber tomado un baño en el manantial del bosque. Y seguramente el custodiar los tres kilómetros también era parte del castigo.

«Maldición».

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