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 Ivy se levantó de la cama con un fuerte dolor de cabeza. Anoche estuvo bebiendo con Aidan hasta altas horas de la madrugada, celebrando que un día más estaban vivos. No era extraño que Aidan pasase casi todo el tiempo libre que tenía en casa de Ivy o directamente junto a ella. Aidan era de las pocas personas a las que Ivy soportaba y viceversa.

Ivy sacó los pies de la cama y se levantó con dificultades. Caminó hacia el baño maldiciendo y jurándose por milésima vez que dejaría de beber por las noches con Aidan. Llegó frente al espejo y se frotó la cara con las manos.

—Joder—se quejó Ivy—. Maldito alcohol.

Ivy abrió el grifo del baño y se lavó la cara con agua fría esperando despejarse de la sensación horrible de mareo que tenía encima. Una vez acabó se secó la cara con la toalla que tenía a su lado y se miró al espejo.

Tenía su pelo castaño revuelto, como si hubiera salido de una buena sesión de sexo o de un tornado. Tenía varios nudos visibles y se lamentó del dolor que le provocaría luego desenredarlo. Se fijó también en que tenía sus ojos marrones muy rojos y los labios un poco hinchados. Y tenía un pene dibujado en la mejilla.

¿Un pene?

Ivy salió enfadada del baño y se dirigió al salón dónde vio a Aidan durmiendo en el sofá en una posición digna de un extorsionista.

—Aidan despierta—dijo Ivy enfadada—. ¿Se puede saber por qué tengo un pene dibujado en mi cara?

Aidan hizo murmullos y siguió durmiendo. Ivy se lanzó encima él y empezó a pincharle en los costados.

—Por Dios bendito—dijo Aidan despertándose. Se intentó incorporar y fijó su vista en Ivy antes de sonreír pícaramente—. Bonito tatuaje. Representa un gran... órgano. ¿Quieres que te enseñé el mío?

—Si quieres perderlo, adelante—le dijo Ivy sin levantarse de encima de él.

—Lo siento, pero actualmente es la única parte de mi cuerpo que me encanta además de mis abdominales. Y las señoritas llorarían por esa perdida.

—¿Qué señoritas? ¿Las muñecas hinchables?

Aidan la miró mal y la empujó del sofá con cuidado. Bostezó y se quitó la camiseta antes de dirigirse hacia la ducha. Ivy gruñó y fue a buscar el botiquín para ver si encontraba algo con que quitar ese permanente de su cara.

Tras una hora, logró quitarse el permanente de su cara no sin antes jurarle a Aidan que lamentaría haber nacido. Ambos desayunaron en silencio y salieron del piso de Ivy camino a sus respectivos trabajos.

Las calles de la ciudad de Lashkiat eran angostas. Los edificios de ladrillo estaban bastante pegados los unos de los otros, dando una pequeña sensación de claustrofobia. La mayoría de las ventanas de las casas estaban rotas y el único refugio que proporcionaban a sus inquilinos era una tabla de madera. Ivy se pegó a Aidan cuando esquivaron a un soldado de la Orden que iba armado y con cara de pocos amigos. Aidan le paso un brazo sobre los hombros y la estrechó contra él en un intento de protegerla de esos asesinos.

Caminaron juntos varias calles hasta que tuvieron que detenerse porque un montón de gente obstaculizaba el paso.

—¿Qué pasa? —preguntó Ivy al ver que nadie avanzaba.

Había demasiados murmullos enfrente de ella pero no lograba distinguir que era lo que había provocado ese tapón. Aidan, al ser más alto que Ivy, se internó un poco entre la gente y levanto la cabeza. Desde donde estaba, Ivy únicamente pudo pensar que aquella cabellera pelirroja que sobresalía de entre las demás... parecía un avestruz.

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⏰ Última actualización: Sep 12 ⏰

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La ciudad protegida (Silencio y Soledad)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora