Luego de que las aguas se apaciguaran, Adam y yo nos casamos en una modesta boda a la cual asistieron los sirvientes y mi padre. Al principio se me hacia difícil ver a la bestia dentro de el hermoso príncipe, Adam había dejado la bestia y ahora se comportaba como un verdadero príncipe. Pero una fatídica noche la bestia volvió, en el disfraz de un hombre. Dentro de la habitación se escuchaban golpes y cristales quebrándose.
-¿adam?-pregunte desde la puerta, pero no recibí respuesta alguna. La señora pope me agarro de la mano.
-no conviene que entres... Recibió una carta, su padre a muerto.
-pense que ya estaba muerto
-no... El rey, se había ido del castillo, nunca volvió, pero de vez en cuando escribía. Adam nunca lo perdono por dejarlo pero... Era su padre
-lo entiendo y con mas razón debo estar con el ahora-abri la puerta y entre. En la penumbra el pecho de adam se elevaba y bajaba continuamente, estaba recostado en el suelo, parecía estar muriendo.
-¿adam?- me coloque a su lado y note que no moría, solo se había rendido, tenia las palamas arañadas y la camisa rota.
-¿bella?-dijo con los ojos cerrados
-no sabes cuanto lo lamento-coloque su cabeza en mi regazo y con pequeños cariños en su cabello color rubio ceniza el abrió los ojos.
-no tienes porque
-eres mi marido y voy a estar a tu lado, pase lo que pase, sin importar nada-se levanto y apoyo su rostro en mi pecho colocando sus manos en mis cinturas.
-te amo bella-su rostro se levanto y sus ojos azules me consumieron rápidamente, tenia una expresión seria ¡no! Concentrada, concentrada en mi. Sus manos bajaron y se calaron entre mis faldas. Su nariz rozo mi frente besándole la nariz, sentí una leve caricia en el muslo que me encendía repentinamente...