IV

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―¡La poderosa llave del Sauce de la Vida!― exclamó la Gran Madre con teatralidad, en el pequeño círculo de enseñanza en el que se habían convocado a todos los niños de la aldea, en el cual se buscaba imbuir un profundo respeto por la historia de la tribu desde muy pequeños―. Se dice que, desde la instauración de esta llave, nuestra venerada aldea ha permanecido oculta, indemne ante el embate de cualquier malignidad. Así hemos vivido en paz y prosperidad durante milenios, resguardados por la benevolencia de la Gran Asibikaashi, hasta el momento en que el más allá reclame nuestras almas.

―¡Gran Madre, ¿La muerte es dolorosa?! Si duele, entonces yo no quiero morir, asusta ―interrumpió uno de los niños, con ojos grandes y un brillo de inquietud, cargado de temor.

El rostro de la Gran Madre se suavizó ante la preocupación genuina del pequeño. Con paciencia y compasión, respondió mientras ajustaba los dibujos que ilustraban sus explicaciones.

―De acuerdo con lo que los espíritus y las enseñanzas de la antigua Gran Madre de esta aldea que han compartido con esta humilde servidora, la experiencia de la muerte no es de sufrimiento, sino de una transformación hermosa de nuestras almas. La muerte nos transporta al reino de los espíritus, un lugar de eterna paz donde cohabitan nuestros ancestros y todas las criaturas que la Gran y Misericordiosa Asibikaashi creó. En esa tierra sagrada, somos recibidos con amor y nos unimos con aquellos que han partido antes que nosotros. Allí, la existencia es una continuidad en la armonía eterna.

―Pero Gran Madre, ¿El Devorador de Almas volverá? ―preguntó otro niño, con un tono de preocupación evidente.

―El Devorador de Almas, ese ente maligno que alguna vez sembró el caos, ha sido sellado en los confines más oscuros del cosmos por la divina intervención de Asibikaashi y el Elegido. Tal entidad, no posee la capacidad de retornar a este mundo, ya que la fuerza que alguna vez representó ha sido desmantelada y confinada para siempre, lejos de nuestras vidas y de nuestras tierras ―respondió la fémina, con una expresión serenaEl Gran Sauce de la Vida, junto con la vigilancia de los espíritus, asegura que nuestra aldea permanezca a salvo de cualquier amenaza que pudiera surgir. Podemos vivir en paz, confiados en la protección de la diosa y en la fuerza de nuestras tradiciones

Luego, observando al otro extremo del grupo de niños, encontró a su hijo mirándole con esos orbes grandes como de un pequeño cervatillo, y llenos de una profunda admiración, como si viera en ella todo el conocimiento del mundo. Su pequeño y hermoso niño, lleno de inocencia levantó ligeramente la mano, casi temeroso de interrumpir el flujo de la conversación, pero su curiosidad fue más fuerte.

―Mamá... ¿El elegido... siempre supo que sería un héroe? ―preguntó en un susurro que a la vez sonó con una fuerza inesperada, su voz dulce cargada de aspiración―. Porque yo también deseo ser un héroe.

El aire pareció detenerse un instante, y los otros niños, en un acto reflejo de esa crueldad inocente que a veces surge de la infancia, soltaron una risita burlesca, como si la grandeza que su compañero anhelaba estuviera fuera de su alcance. 

Las miradas se cruzaron entre ellos, y una sensación de vergüenza inundó al niño que había formulado la pregunta, haciendo que sus mejillas se tiñeran de rojo. Pero, antes de que el momento se extendiera demasiado, una niña cercana a ellos, frunció el ceño y les lanzó a los niños que se reían una mirada que parecía contener más autoridad de la que podría esperarse, y estos, sintiendo la corrección en su gesto, guardaron silencio nuevamente.

La Gran Madre, viendo el intercambio, sonrió con una mezcla de ternura y se inclinó ligeramente hacia adelante y habló con una voz que parecía nacer desde el corazón mismo de la tierra.

THE DREAMCATCHER | KOOKV FFDonde viven las historias. Descúbrelo ahora