Capitulo IV

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"Sólo las personas que se atreven a ir demasiado lejos logran descubrir hasta dónde pueden llegar."

— T.S. Eliot

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Massimo Moretti

A veces el pasado de otra persona puede influir en el presente o hasta el futuro nuestro. A veces la vida nos juega mal injustamente, porque la vida es así, es injusta.

Alonzo Moretti, mi padre, es el jefe de Los Guardianes, una de las organizaciones criminales más peligrosas del mundo, muchas veces han intentado destruirnos pero no pueden, ni podrán porque solo una persona lo puede hacer...

La organización fue creada por mi padre hace más de 25 años, él encabeza la lista de los criminales más buscados, saben dónde está pero nadie puede llegar a nosotros.

No cualquiera puede llegar aquí, para hacerlo, primero le hacen investigaciones sin que lo sepan para saber si son confiables y de qué lado están; sus teléfonos son intervenidos, sus expedientes son registrados, se hackean las camaras y todo dónde haya rastro de dónde estuvo.

Gianna logró estar en el lugar que está gracias a su capacidad. Ella no sigue todas las órdenes de mi padre porque él no la puede tocar por ser hija de uno de sus más importantes socios, por lo tanto si fuese por mi padre estaría muerta si desobedece.

Estoy en mi coche camino a las instalaciones, aparco en el estacionamiento luego de que los vigilantes y todos estos idiotas me dejaran entrar viendo quien soy. Mi padre me está esperando en su oficina. Camino por el lugar y noto que las secretarias y otras mujeres como siempre se quedan mirándome de reojo, no emito ninguna emoción en mi rostro.

Han pasado tres días desde que fuí al club.

Tres días desde que te...

Cállate.

De verdad te afectó mucho es...

Ya, he dicho que te calles.

Bueno, bueno.

Entro en el ascensor y presiono el botón que me llevará al sexto piso donde se encuentra la oficina de mi padre. Camino llegando a la oficina, la secretaria me vé y hace el intento de detenerme pero con una mirada hago que se retracte.

Entro sin tocar encontrándome a mi padre con una mujer sin bragas sentada en su regazo follando. Aún no se dan cuenta de mi presencia. La mujer sigue gimiendo y yo me recuesto en el umbral de la puerta y me cruzo de brazos. De pronto él me vé y sonríe.

—Hijo, te estaba esperando— la mujer se exalta y me vé, se levanta colocándose las bragas y bajando su falda que está recogida en su cintura.

Como si te la fueras a tirar.

Exacto, y menos si él ya lo hizo.

Ridícula, una puta con pena, que cómico.

Sonrío en mis adentros por el susurro de mi consciencia.

—Te puedes retirar—dice a la mujer mientras abrocha su pantalón.

—Sí señor...—llega a la puerta y me vé con miedo, me aparto y ella se va.

—Tengo buen gusto, ¿eh?— alza las cejas y de nuevo mi rostro solo transmite frialdad.

—No se cuál es el buen gusto para tí, no me lío con tanto silicón—. Su rostro se endurece.

—Los alemanes están muy molestos...—«mierda»— ¡¿Por qué esa carga no salió?!

¡Joder!

—Llegaron líderes cuando estaban a punto de zarpar...

𝑺𝒂𝒏𝒈𝒓𝒆 𝒚 𝑺𝒆𝒅𝒖𝒄𝒄𝒊𝒐𝒏Donde viven las historias. Descúbrelo ahora