Capítulo 1: Un Destino Marcado por Maldiciones

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Prólogo
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La Academia de Hechicería Jujutsu siempre ha sido un lugar donde las relaciones humanas y el enfrentamiento con las maldiciones colisionan de maneras complejas. En ese ambiente, Satoru Gojo se destacaba no solo por su inmenso poder, sino también por su actitud despreocupada y, a menudo, arrogante. Su vida, sin embargo, no siempre fue tan sencilla, y hubo momentos en los que incluso el más fuerte de los hechiceros sintió el peso del destino.

Utahime Iori, por otro lado, siempre se vio a sí misma como una hechicera más entre muchos. No era la más fuerte ni la más llamativa, pero lo compensaba con su sentido del deber, su dedicación inquebrantable y un corazón que la guiaba en los momentos más oscuros. A pesar de sus diferencias, el destino cruzaría sus caminos de manera inesperada.

El incidente del cuerpo de plasma estelar estaba a punto de cambiarlo todo.

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Era una tarde tranquila cuando Satoru Gojo, junto con su compañero Suguru Geto, fue asignado a proteger al cuerpo de plasma estelar de Tengen-sama. La misión parecía clara: evitar que el grupo Q y el Culto de los Malditos se acercaran a la joven Riko Amanai, el recipiente de Tengen. Sin embargo, debajo de esa aparente claridad, las tensiones entre Gojo y el resto de los hechiceros seguían latentes.

Utahime Iori había sido llamada para apoyar en la logística de la misión. Aunque no formaba parte del equipo principal, su rol como soporte era crucial. A pesar de las veces que Gojo la había menospreciado en el pasado, ella siempre cumplía con su deber. Su convicción le decía que no importaba quién estuviera a cargo, la misión debía completarse.

Cuando Gojo y Utahime se encontraron en la sede de la misión, la tensión era palpable.

—Oh, eres tú —dijo Gojo con una sonrisa sarcástica—. No pensé que necesitaríamos soporte para algo tan sencillo.

Utahime lo miró con los ojos entrecerrados, pero no respondió. Había aprendido que discutir con él era inútil, pero eso no hacía que sus comentarios dolieran menos. Suguru Geto, que estaba al lado, intentó calmar el ambiente.

—Vamos, Gojo, deja de molestar. Sabes que el soporte es importante en misiones como esta.

Gojo se encogió de hombros y, sin perder su sonrisa, continuó caminando. Utahime lo siguió con la mirada, sintiendo una mezcla de frustración y una extraña admiración. Por más molesto que fuera, no podía negar que era excepcionalmente talentoso.

La misión comenzó sin mayores inconvenientes, pero la situación se complicó rápidamente. El Culto de los Malditos no estaba dispuesto a dejar que el cuerpo de plasma estelar llegara a su destino, y los ataques comenzaron a volverse cada vez más feroces. Fue durante uno de esos enfrentamientos cuando Utahime y Gojo quedaron solos, enfrentando a una maldición especialmente poderosa.

—¡Utahime, detrás de mí! —ordenó Gojo, activando su técnica del infinito. La barrera invisible se extendió alrededor de ellos, deteniendo los ataques de la maldición.

A pesar de estar protegida, Utahime no podía evitar sentirse inútil. Su técnica maldita no era lo suficientemente poderosa como para hacer frente a una amenaza de ese nivel, y dependía completamente de Gojo. Mientras luchaba por mantenerse firme, la voz de Gojo la sacó de sus pensamientos.

—No te preocupes, no dejaré que te pase nada. —Sus palabras, aunque confiadas, sonaban diferentes esta vez, menos arrogantes, casi protectoras.

Utahime lo miró sorprendida, pero antes de que pudiera responder, la maldición lanzó un último ataque desesperado. Gojo, con su habilidad impecable, la destruyó de un solo golpe.

El silencio que siguió fue abrumador. Utahime sentía su corazón latir rápidamente, pero no era solo por el combate. Algo en la forma en que Gojo la había mirado, en su tono de voz, la había desconcertado.

Después de la batalla, ambos se quedaron en silencio por un momento, recuperando el aliento. Fue Gojo quien rompió el silencio primero, con una sonrisa ligeramente más suave de lo habitual.

—No fue tan difícil, ¿verdad? —bromeó, aunque esta vez su tono no era burlón.

Utahime, a pesar de estar aún tensa, no pudo evitar responder.

—Para ti tal vez no... pero para los demás, cada batalla es una lucha —dijo, y luego agregó—. Gracias.

Gojo alzó una ceja, sorprendido por sus palabras.

—No tienes que agradecerme. Solo hice mi trabajo —respondió, aunque había algo diferente en su voz, una nota de sinceridad que Utahime no había escuchado antes.

A partir de ese momento, algo cambió entre ellos. Aunque seguían siendo opuestos en muchos aspectos, el respeto mutuo comenzó a formarse, silenciosamente, como una semilla que crece sin que nadie la note.

La misión continuó, pero para Utahime, las interacciones con Gojo ya no eran lo mismo. A medida que la tensión en la Academia crecía, especialmente con la partida de Suguru Geto, Utahime fue testigo de cómo el mundo de Gojo comenzaba a derrumbarse lentamente. Y cuando Geto abandonó definitivamente la Academia, fue Utahime quien lo encontró en una de las salas vacías, mirando al horizonte, en un silencio que no era propio de él.

Sin decir una palabra, Utahime se sentó a su lado. Sabía que, en ese momento, no se trataba de palabras, sino de estar allí. Gojo, por primera vez, no intentó bromear ni hacer un comentario sarcástico. Solo dejó que el silencio hablara por ambos.

Fue entonces, en ese momento de vulnerabilidad, cuando Utahime comenzó a ver más allá de la arrogancia de Gojo. Había dolor en él, dolor que ella no había notado antes, y eso la acercó a él de una manera que no esperaba. Sin embargo, se negó a reconocer lo que sentía. Después de todo, era Satoru Gojo, el hechicero más fuerte. ¿Qué lugar tendría ella en su vida?

Lo que Utahime no sabía era que, en ese mismo instante, Gojo también comenzaba a verla de una manera diferente.

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Fin del capítulo 1.

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