El Encuentro

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El sol comenzaba a ocultarse tras los edificios de la Academia Shuchiin, bañando los alrededores con un tono dorado. Era un día cualquiera, uno de esos que parecían interminables, con las tareas diarias y las responsabilidades que exigía una institución tan prestigiosa. Para Yu Ishigami, sin embargo, el día ya había sido lo suficientemente agotador, y esperaba que los últimos minutos transcurrieran rápido.

Ishigami suspiraba mientras ajustaba sus auriculares, desconectado del bullicio del consejo estudiantil. Aunque apreciaba a sus compañeros, la atmósfera formal del lugar solía sofocarlo. Sentado en una esquina, fingía concentrarse en una hoja de cálculo que le había encargado Kaguya Shinomiya, pero su mente estaba en otro lado. Entre los pasillos de la academia y las sonrisas hipócritas que muchas veces le resultaban insoportables, solo buscaba un momento de paz.

—¡Ishi-gami! —la voz de Kaguya lo sacó de sus pensamientos.

—¿Eh? ¿Qué pasa, Shinomiya-senpai? —respondió, retirando uno de sus auriculares.

Kaguya lo observó con su habitual mirada intensa, aunque esta vez parecía ligeramente más tranquila de lo normal.

—Necesito que vayas a la sala de archivos y me traigas el registro de eventos de los últimos años. Es un archivo un poco pesado, pero Miyuki ya está ocupado con otras cosas, y yo tengo una reunión importante con los profesores. ¿Puedes hacerlo?

Ishigami asintió, aunque internamente se quejaba de tener que ir tan tarde a la sala de archivos, un lugar en el que no había puesto pie desde hacía meses. No tenía ganas, pero tampoco quería decepcionar a Kaguya.

—Está bien, Shinomiya-senpai. Lo haré rápido.

—Gracias, Yu. Sabía que podía confiar en ti —dijo Kaguya con una pequeña sonrisa, lo cual lo descolocó un poco.

Con un último vistazo a la habitación, Ishigami se levantó, guardó sus cosas y salió en dirección a la sala de archivos. Mientras caminaba por los pasillos vacíos, el sonido de sus pasos resonaba en la soledad. Sentía un alivio momentáneo al estar lejos de las tensiones del consejo estudiantil, aunque pronto se encontraría con algo que cambiaría por completo su rutina.

***

La sala de archivos estaba ubicada en uno de los rincones menos transitados de la academia. Era un lugar casi olvidado por los estudiantes, y pocos se molestaban en entrar allí a menos que fuera estrictamente necesario. Ishigami empujó la pesada puerta, que crujió al abrirse, y sintió una ráfaga de aire frío golpearle la cara.

El cuarto era oscuro, solo iluminado por una tenue luz que provenía de una lámpara en el escritorio de la esquina. Las estanterías estaban llenas de carpetas y documentos, y el polvo cubría algunos de los muebles, indicando que no había sido visitado con frecuencia.

"Esto será rápido", pensó Ishigami mientras buscaba los archivos que Kaguya le había pedido. Revisó las estanterías más cercanas, sin encontrar lo que necesitaba. Decidió moverse un poco más adentro del cuarto, pasando por una serie de estantes cubiertos de polvo, cuando un ruido inesperado lo hizo detenerse.

Era un sonido suave, como el susurro de una hoja de papel, pero lo suficientemente claro como para captar su atención. Ishigami se giró, entrecerrando los ojos.

—¿Hola? —preguntó, sin obtener respuesta.

Se acercó al origen del sonido, hacia la esquina más oscura de la sala, y fue entonces cuando la vio. Sentada en el suelo, entre un montón de papeles dispersos, estaba Ai Hayasaka.

—Hayasaka... ¿Qué haces aquí? —preguntó, visiblemente sorprendido.

Hayasaka levantó la mirada lentamente. Su uniforme estaba ligeramente desarreglado, y parecía estar en medio de una tarea complicada, como si hubiera estado buscando algo por horas. Sus ojos reflejaban una mezcla de cansancio y fastidio, pero también algo de sorpresa por la presencia de Ishigami.

Entre Sombras Y Corazones Donde viven las historias. Descúbrelo ahora