Revelaciones

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El aire de la tarde era fresco cuando Ishigami se dirigía al lugar donde había acordado encontrarse con Hayasaka. A lo largo de las últimas semanas, habían compartido más momentos juntos, lo que había hecho que Ishigami se sintiera más conectado con ella. Aunque no lo dijera en voz alta, podía notar que sus interacciones con Hayasaka ya no eran meramente casuales, sino que se estaban volviendo más profundas, más sinceras.

Al llegar al parque donde habían quedado, Ishigami vio a Hayasaka sentada en un banco, mirando hacia el cielo, inmersa en sus pensamientos. Su figura delgada, siempre proyectando esa mezcla de calma y fortaleza, parecía vulnerable en ese momento, como si estuviera lidiando con algo que no podía compartir con nadie más.

—¿Llegué tarde? —preguntó Ishigami, acercándose con una leve sonrisa.

—No, justo a tiempo —respondió ella, pero su tono sonaba más apagado de lo habitual.

Ishigami se sentó a su lado en silencio, notando el ambiente más tenso. A pesar de que habían compartido algunos momentos más cercanos en el último tiempo, sabía que Hayasaka aún mantenía una parte de sí misma oculta, como si temiera abrirse por completo.

Después de unos segundos, fue Hayasaka quien rompió el silencio.

—Hay algo que no te he contado —dijo ella, su mirada fija en el horizonte—. Algo que... he mantenido en secreto, incluso de Kaguya-sama.

Ishigami se giró para mirarla, su curiosidad despertada.

—¿De qué se trata?

Hayasaka dudó por un momento, claramente luchando consigo misma sobre si debía compartirlo o no. Finalmente, con un suspiro profundo, decidió hablar.

—Mi vida en la familia Shinomiya... no es solo ser la asistente de Kaguya-sama —empezó, su voz un poco temblorosa—. Hay cosas que debo hacer por órdenes directas de la familia, cosas que no son fáciles, ni correctas.

El corazón de Ishigami se aceleró. Había sospechado que la vida de Hayasaka no era sencilla, pero nunca había imaginado que estuviera envuelta en algo tan oscuro.

—¿Qué tipo de cosas? —preguntó en voz baja, sin querer presionarla, pero necesitando saber más.

—Mi trabajo no solo es proteger a Kaguya-sama, sino también actuar como los ojos y oídos de la familia en ciertos asuntos delicados —confesó ella, cruzándose de brazos como si intentara protegerse de lo que estaba diciendo—. A veces, debo recopilar información sobre otras personas, incluso espiar a aliados o enemigos potenciales de la familia.

Ishigami tragó saliva, sintiendo que el peso de sus palabras caía sobre él. Sabía que la familia Shinomiya era poderosa y que Kaguya había tenido que enfrentarse a las presiones de su familia, pero jamás imaginó que Hayasaka estuviera tan profundamente involucrada en los asuntos turbios de esa estructura de poder.

—Eso suena... horrible —dijo finalmente, sabiendo que no había palabras que pudieran consolarla realmente.

—Lo es —admitió Hayasaka, su voz ahora más cargada de emoción—. He tenido que tomar decisiones que nunca quise, todo para mantener mi posición y proteger a Kaguya-sama. Pero cuanto más lo hago, más siento que estoy perdiendo una parte de mí misma. Y lo peor es que no tengo a nadie con quien hablar de esto... hasta ahora.

Ishigami la miró sorprendido. No era solo lo que estaba diciendo, sino el hecho de que había decidido confiar en él para compartirlo. Era una revelación que no solo mostraba el nivel de confianza que había desarrollado hacia él, sino también lo mucho que estaba sufriendo bajo esa fachada de control.

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