• Capítulo 1 - Reencuentro

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Que asco. Era domingo. Se levantó a las 5 de la mañana, otra vez. Sabía que quería ser él mejor de todos en pelea, pero ya era una exageración que se levantara a esa hora. Quería tanto impresionar a su padre y que estuviera orgulloso de él que ya ni le importaba no dormir para lograrlo.

Se miraba al espejo, y veía la cicatriz que tenía arriba de su ceja derecha. Que asco. Ese maldito niño solo le había arruinado la vida y ya, no servía para nada.

Al parecer hoy sus padres iban a salir del bosque, pero no sabía hacía donde irían. Su madre le había dicho que visitarían a unos viejos amigos, pero no sabía a quienes se referían. Al parecer sus padres no se habían levantado por qué no había nadie, y ni siquiera había salido el sol, y también su maestra seguía dormida.

Bajo por una rama hacía el final del árbol y caminó sin rumbo fijo por el pasto. Hasta que llegó a un pequeño lago, donde se miraban peses saltando y jugando, o más bien matándose entre ellos por comida. Lancelot agarró cinco rocas y comenzó a tirar las por el lago. Una caía más lejos que la otra. Escuchó unos pasos que se acercaban a él, estaba apuntó de agarrar su arco y flecha pero sintió un gran poder mágico, incluso superior al suyo, y se tranquilizó al saber quién era.

– ¿Qué haces despierto a esta hora? – Preguntó la joven, delgada y rubia que se acercaba lentamente hacia Lancelot. Era su madre; Elaine. – Quería salir a caminar. Hoy saldrán, no? – Elaine se posó junto a él y se sentó en una roca que estaba al lado de él. Lancelot la volteó a ver. – Sí. Vendrás con nosotros. – Lancelot frunció el seño, pero se vió obligado a no decir nada. Jamás le faltaría el respeto a su madre, o siquiera juzgarla o reprocharle. Solo asintió. Elaine sonrió placenteramente. – Creo que te pondrá feliz volver a verlo. – Y de inmediato se levantó, se limpió rápidamente el vestido y se fué caminando de ahí. Lancelot se quedó confundido después de lo que dijo su madre. «¿Ponerme feliz?».

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Elizabeth se había levantado muy temprano para poder preparar el desayuno. Aunque tenía personas que le podían ayudar con eso, quería probar hacerlo sola por primera vez. Tal vez tenía un talento nato para arruinar todo lo que sus manos tocarán en una cocina. Había tratado de levantar a Meliodas y a Tristán justo cuando se levantó, pero como eran igualitos, ninguno se quiso levantar. Haría unos huevos, y ya, era lo único que hacía bien.

Tristán por fin se había levantado. Su cabello estaba revuelto y enrredado, su boca estaba medio abierta y sostenía con sus dos manos una manta de color rojo que tenía desde que era un recién nacido, que se la habían regalado sus tíos; Elaine y Ban. En cuando Tristán olió el aroma que venía de la cocina inmediatamente se terminó de despertar y salió corriendo a la cocina. Seguido de él estaba Meliodas, exactamente con el mismo aspecto que su hijo.

Los dos se sentaron en la barra de la cocina, esperando pacientemente a que su madre y esposa; respectivamente, terminara de cocinar. Ella les sirvió en dos platos y devoraron totalmente la comida, incluso hasta casi se comen el plato.

– ¿No era la primera vez que cocinabas? – Elizabeth negó. Ya lo había hecho antes, pero nadie debía saber que le fué terriblemente mal. – Dios. Mamá, cocina más seguido por favor. - Elizabeth sonrió con dulzura. – Hoy tendremos visitas. Te encantarán. – A Tristán le brillaron los ojos, seguro eran sus tíos. Pero, había pensando en el hijo de ellos. Nah, ellos nunca lo traían de todos modos. Caminó por todo el palacio hasta el gran patio de atrás, donde estaban unas sirvientas espiando lo mientras se sentaba a mirar las plantas y flores que había ahí.

– ¿Podrían dejar de mirarme por favor? – Enunció alto para que las sirvientas lo escucharan y dejaran de mirarlo. Gracias a las diosas que obedecieron. Ahora que lo pensaba tenía 6 años de no ver a Lancelot, tal vez tenía una apariencia diferente, seguro era más feo. Aunque si lo admitía, él, cuando estaban pequeños era muy lindo. «Pero, que cosas estoy diciendo» Se levantó corriendo del banco y entró al castillo, y se encerró en su habitación, tenía que prepararse para la llegada de sus tíos.

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