𝓒. o1

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𝒞AP. O1
ANTIFAZ
*ೃ༄

—No nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal. Amén —hice la seña de la cruz con mis manos —. ¡Tengan una maravillosa jornadas, señores! No olviden encargar sus turnos para confesarse ante la palabra de Dios.

Mi ojos estaban pesados, solo quería irme de una vez y acostarme a dormir. Había pasado la mañana entera observando la misma rutina de todos los días. Cada segundo había alguien nuevo con el objetivo de entregarse ante las manos de la religión y no hacer nada más que solo rezar.

Mis padres –no de sangre y lamentablemente unas personas muy estrictas ante el catolicismo– estaban en su mejor momento con su iglesia. Era un éxito en todo aspecto, la estructura de la iglesia era exagerada y tenía demasiadas cosas, como estatuas de las figuras más importantes en la religión o pinturas antiguas que reflejaban una historia conmovedora de Jesús, un hombre que se sacrificó por todos nosotros.

—Tom, hijo —apenas escuche la voz de mi padre me giré. Por suerte no era algo malo, solo era una de las típicas presentaciones que daba mi padre a sus clientes —. Ven, quiero presentarte a alguien.

Me acerqué forzando una sonrisa y algo incómodo por la sonata. Para mi sorpresa y mala suerte, una vieja amargada y un anciano malhumorado esperaban de mi presencia.

—Él es mi hijo, el chico que les conté —dijo mi padre dándome palmadas en la espalda. Sonreía con orgullo, como si estuviera presumiendo algo —. Este hombre será el elegido para ocupar el puesto más importante en el mundo de la religión, sacerdote.

La anciana que creía por un principio ser una malvada, sonrió con amabilidad, acercándome su mano arrugada y temblorosa —El puesto más hermoso, tenlo por seguro. Todo sacerdote está conectado con Dios, ellos tienen la posibilidad de dialogar con el hombre más poderoso e importante de toda la historia de la humanidad —me miro, apenas se me veían los ojos. Creo que eran canelas —. ¿Ya haz pensando tener tu matrimonio clerical?

Carajo, ¿qué podía responder a eso? No había tomado ni una decisión, y mi respuesta a esa pregunta dejaría mucho que decir.

—Aceptó hacerlo.

Ella sonrió —No es una decisión difícil de elegir, creo que todos queremos casarnos con Dios.

Asentí, sonriéndole de lado —Si, pienso exactamente igual —intente remediar las miradas penetrantes de mi padre y evitar la incomodes de la situación.

Mi padre tomó la palabra y cambio de conversación apenas pudo. Sabía que no encajaba allí.

Empecé alejarme y caminar hacia el atrio. El viento comenzaba a chocar mi cara mientras más me acercaba hacia las afueras. Había un hermoso día soleado con una temperatura leve, ni fría ni calurosa.

Cerré mis ojos, dejando que mis fosas nasales aspiraran el aire. Recorrían mis pulmones.

—¡Oye, tú! —abrí mis ojos e indiqué mi vista hacia el llamado —. ¿Podrías pasarnos la pelota? Hace veintes minutos que te lo estamos pidiendo.

Era cierto. Tenía la pelota entre mis pies, que vergüenza y pobres niños.

Patee levemente la pelota, alcanzándoselas. Todavía recordaba con perfección mi niñez. No había sido tan buena, había pasado por muchas cosas.

Lustful Faith  .ᐟ  twcDonde viven las historias. Descúbrelo ahora