1 Tus sueños te están esperando

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Haber sido seleccionada en la Universidad de Barcelona representaba un orgullo y a la vez una presión para Alison. Después de todo, tenía que estar entre los diez primeros lugares de su generación, si quería seguir en la carrera que había escogido en contra de uno de sus progenitores.

Cuando la chica les contó a sus padres sobre las carreras universitarias que tenía en mente, su madre no tardó en poner el grito en el cielo. Era de no creerlo. Cómo era posible que, teniendo una madre exitosa corredora de propiedades y un padre abogado con un amplio currículum en el servicio penal, la niña de la casa se decidiera por el camino de las artes. En realidad, no era nada difícil de explicar, teniendo en cuenta que, desde muy pequeña y por la vida ocupada de su familia, creó su propio mundo entre libros e historias de fantasía. En ese lugar podía sentirse segura y acompañada por cada uno de los personajes que aparecían en los libros que leía. La soledad y la tristeza que la inundaban día a día se esfumaba cada vez que tomaba entre sus manos un nuevo tomo de la biblioteca de su colegio. El tiempo pasó, la niña ya no era una niña, era una mujer. Finalmente llegó el día de escoger su camino y decidir lo que quería hacer como adulta. Sabía con certeza que quería ser como todos esos autores que la habían acompañado durante su niñez, y crear mundos, soñarlos y pasar la vida rodeada de páginas llenas de historias. No importaba si estaba leyendo o escribiendo, solo importaba estar con lo que amaba, los libros. Le encantaba la idea de trabajar en una editorial.

¿Y a quién no? Ni por lejos era un trabajo ideal para sus padres, pero para ella lo era todo.

—Yo no voy a pagar tus estudios, Alison. ¡No si entras a esa carrera! —contestó tajante la madre, mientras caminaba de un lado a otro con su descontento.

Junto a ella, el padre buscaba calmar los ánimos con pequeñas opiniones que sin duda no tendrían peso alguno en la decisión final.

—Pero, mamá, ¿qué quieres que estudie?, ¿Leyes, como papá?, ¿Medicina? ¡No es lo que yo quiero! —exclamó la chica sin ningún titubeo. Se veía molesta, fruncía el ceño e intentaba calmarse, pero su expresión demostraba que no lo estaba consiguiendo.

—Mira, Alison, si quieres entrar a la carrera, ¡hazlo!, pero no tendrás mi apoyo ni el de tu padre —insistió la mujer, aún enojada por la decisión de su hija. De inmediato miró a su esposo, buscando apoyo en la discusión—. Si ella no encuentra trabajo, tú te harás cargo del desastre, Raúl.

La madre dio por terminada la discusión, saliendo de la habitación de Alison y dejándola con una mezcla de tristeza, amargura, y prácticamente a la deriva.

Alison no pudo evitar contener sus lágrimas. Su padre se acercó a ella, la abrazo y contuvo, entregando el amor necesario. Al menos uno de ellos estaba de su lado, dando el apoyo que tanto necesitaba.

—Hija, sabes cómo es tu madre —dijo el hombre antes de secarle las lágrimas del rostro y le dedicó una sonrisa—. Yo te ayudaré tanto como pueda, aun si tu mamá deja de hablarme por unos días.

La voz del padre era suave, una voz que combinaba a la perfección con la mirada cariñosa que entregaba a su hija.

—Gracias, papá. Te prometo que no te arrepentirás y que seré alguien por quien estés orgulloso —dijo la chica entre sollozos.

Su papá la abrazó afectuosamente.

—Ya estoy orgulloso de ti, Alison. Y te prometo que nunca te dejaré sola. No otra vez.

Así la relación entre padre e hija fue creciendo. Cuando llegó el momento de saber en qué universidad había quedado, Alison fue a la oficina de su padre para ver juntos el resultado de la convocatoria anual.

—¿Estás lista, hija? —preguntó él, tomando asiento junto a Alison.

Frente a ellos tenían la página web en que anunciarían a los seleccionados de cada centro estudiantil. Tomados de la mano y con los ojos cerrados contaron hasta tres para ver el resultado.

—Alison Montgomery, queda seleccionada en la universidad de... ¡Barcelona! —gritó la chica entusiasmada, haciendo saltar a su padre del asiento— ¡Quedé, papá! —volvió a decir antes de abrazar con fuerza al hombre.

El corazón de Alison latía tan rápido que podía escuchar los movimientos apresurados y cómo la sangre bombeaba cada vez más fuerte dentro de ella. Estaba eufórica por haber quedado en esa universidad.

—¡Felicidades, hija mía! —exclamó su padre, con la cara llena de orgullo y una sonrisa acogedora—. Entonces tenemos que ir a comprar todo lo que necesites, hija.

—Sí, tengo algunas cosas que debo comprar. ¿Te parece ir ahora? —sugirió la joven a su padre, quien ya estaba poniéndose de pie para buscar sus cosas.

—Vamos, Alison, y de paso pasamos a cenar a ese restaurante que tanto te gusta —respondió el hombre y luego llamó a su secretaria para pedirle que cancelara todas sus reuniones de ese día.

Ambos salieron de la oficina y se dirigieron hacia el centro de la ciudad, en donde había varias tiendas, y visitaron todas las librerías a las cuales Alison quería pasar. Tomados del brazo caminaban por las calles, adentrándose en algún negocio de dulces, de los que visitaban cuando Alison era una pequeña niña. El padre les comentaba orgulloso a todos quienes los atendieron, en qué lugar había quedado seleccionada su hija. También les decía que sería una gran escritora en un futuro. La chica solo lo miraba sonriendo, agradeciendo escuchar aquellas palabras venir de él. Era lo que siempre había querido.

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