3 Carrera de ensueño

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Los primeros años de estudio de Alison pasaron rápidamente. Ella ponía todo su esfuerzo en adelantar la mayor cantidad de asignaturas posibles, solo para llegar a casa a contárselo a su madre. Aún tenía esperanzas de que su mamá cambiara. Después de todo, no le iba tan mal como se lo imaginó en un principio. Además, como principal requisito para ser contratada en cualquier editorial, debía cursar un magíster referente a edición. Por esta razón, los últimos meses había puesto todas sus energías en aprobarlo y posteriormente en quedar seleccionada para realizar la práctica profesional del mismo en su editorial favorita.

Cuando el día de la publicación de las prácticas profesionales llegó, todos en el salón estaban vueltos locos, incluida Alison. La joven estaba presa del nerviosismo y pensaba que podía quedar seleccionada en alguna de las empresas de sus sueños. Una donde ella pudiera cumplir sus expectativas. De hecho, todas las noches rogaba para que quedara un cupo disponible en

Masamune Ediciones, su editorial favorita. Le encantaba cómo trabajaban con sus autores, pero, sobre todo, el hecho de que todos los años hacían nuevas convocatorias para escritores novatos.

Sentía que se comprometían con sus proyectos.

A las 15:30, Alison y una amiga suya corrieron por los pasillos de la facultad para ir a secretaría, donde se publicaría la nómina con los resultados. Cuando llegaron, todavía no se pegaba la lista, así que les tocó esperar unos momentos, al igual que el resto de las personas que se encontraban expectantes.

—¿Crees que lo logremos, Sol? —preguntó Alison a su compañera, abrazándola por el nerviosismo del momento.

Sol apretó la mano de la chica, buscando desaparecer la ansiedad que la embargaba. La miró con una sonrisa y asintió.

—Por supuesto, Alison, de algo que haya servido quemarnos las pestañas estudiando, ¿no crees?

Una vez estuvo puesta la publicación, se acercaron a ver los resultados. Primero Sol y luego Alison. Ambas tenían clarísimo dónde querían quedar. Sol fue la primera en gritar de alegría, mientras Alison comenzaba a dar pequeños saltos, emocionada. Volvieron a abrazarse, como todos los estudiantes que se encontraban a su alrededor. La felicidad por la meta alcanzada les llenaba de orgullo. Los acercaba cada vez más a sus objetivos futuros.

–¡Lo logramos, Alison! —gritó Sol, aún sin poder creer que ambas habían entrado en sus primeras opciones. Sin duda se venían muchas cosas buenas.

Alison solo quería llegar a casa para contarle a su padre la buena noticia.

Ese día, luego de terminadas las clases, decidieron con varias compañeras ir a celebrar al restaurante de la señora Kim. Era el lugar favorito de Alison y el más apropiado para festejar los logros académicos.

Las jóvenes aún estaban eufóricas ante la respuesta de las empresas. Veían dicho acontecimiento como un premio a sus años de esfuerzo y, en el caso de Alison, doblemente valorado por tener que seguir escuchando a su madre y sus intentos para hacerla cambiar de

parecer respecto a su educación. Querían pasarla bien por un instante antes de volver a la realidad universitaria otra vez.

De camino al lugar de celebración, fueron comentando las cosas que esperaban hacer en sus prácticas y cómo esperaban que fuera el ambiente laboral. Para cuando llegaron, la dueña del lugar las invitó a entrar con una enorme sonrisa dibujada en su rostro.

—Bienvenidas, chicas, parece que les fue bien en la universidad hoy —les dijo.

Como cada una de las veces que asistían a ese lugar, las acompañó a la mesa escogida y les entregó la carta de comidas y bebestibles.

—La primera ronda de cervezas corre por cuenta de la casa —les anunció, alegre.

El grupo de chicas aplaudió felizmente la oferta, mientras trataban de ponerse de acuerdo en lo que pedirían para comer.

—Muchas gracias, señora Kim —dijo Alison, levantándose de su asiento para caminar hacia la mujer y tomar una de sus manos. Era consciente de que esa persona la había acompañado prácticamente toda su niñez y adolescencia. Ella siempre le entregaba un plato de comida caliente, una conversación cariñosa o algún abrazo consolador.

—Felicidades por tu logro, mi niña. Coma todo lo que quiera —le contestó, dejando una caricia en la mejilla de la chica. Luego se marchó para preparar las órdenes.

Esa noche la pasaron increíble. Luego de comer y beber a destajo, la señora Kim sacó su equipo de karaoke para unirse a las muchachas en la celebración. Así, todas juntas comenzaron a cantar canciones populares y a bailar en el centro del restaurante. Esos pequeños momentos eran los mejores para Alison. Ese lugar lograba darle la calidez que en su casa no lograba sentir.

La celebración continuó hasta que el reloj de pared marcó las 4:00 am. Solo ahí se terminó el festejo. La dueña del lugar se preocupó de pedirles vehículos de transporte para que cada una se fuera a casa, acompañada por quienes vivían más cerca. Luego de dejar todo ordenado y despedirse de la señora Kim, Alison decidió marcharse a su casa.

Durante todo el camino, intercambiaba mensajes con su papá. Padre e hija estaban tan contentos con la noticia, que no se les pasó por la mente contarle a Elizabeth, aun teniendo un chat grupal familiar creado por ella.

Cuando por fin llegó a casa, Raúl la estaba esperando con un café y la sala del comedor llena de globos. Había un cartel hecho por él, que anunciaba sus felicitaciones por el nuevo logro de su, ahora, no tan pequeña niña. La chica no podía creer que pese a todo el trabajo que estaba teniendo su padre, se hubiera dado el tiempo para prepararle esa sorpresa, pero, sobre todo, que la esperara hasta las altas horas de la madrugada.

—¡Felicidades, hija! —anunció Raúl con alegría y apretó las serpentinas, que salieron disparadas hacia la dirección de la chica.

—Papá, ¿qué haces despierto? —preguntó Alison, sorprendida por la sorpresa. Luego se acercó a él para agradecerle con un gran abrazo—. Muchas gracias, papá.

—Tenía que celebrar tu logro, hija. La señora Kim me llamó cuando venías de camino, así que me levanté para preparar todo —le respondió, invitando a la chica a sentarse alrededor de la mesa, para tomar juntos el café.

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