Bob Andrews aparcó su bicicleta frente al portal de su casa en Rocky Beach y entró en ella. Al cerrar la puerta su madre le llamó desde la cocina.
—¡Robert! ¿Eres tú?
—Sí, mamá.
El chico se dirigió a la cocina. Su madre, de pelo castaño y figura grácil, hacía un pastel de nueces.
—¿Cómo te ha ido el trabajo en la biblioteca? —preguntó ella.
—Muy bien —contestó Bob.
En realidad, el trabajo en la biblioteca siempre era monótono. Bob se dedicaba durante media jornada a clasificar los libros que devolvían y ayudaba a catalogarlos.
—Vino tu amigo Júpiter —la madre trabajaba la masa con el rodillo sobre el tablero—. Dejó un mensaje para ti.
—¿Un mensaje? —preguntó Bob con repentino entusiasmo—. ¿De qué se trata?
—Lo guardé escrito en uno de mis bolsillos. En cuanto acabe de amasar te lo daré.
—¿No te acuerdas que dijo? ¡Quizá me necesite!
—Lo recordaría si fuera un mensaje ordinario —contestó su madre—; pero Júpiter no deja mensajes ordinarios. Me pareció algo fantasioso.
—Júpiter es el mejor amigo de las palabras poco usuales —dijo Bob, controlando su impaciencia—. Ha leído infinidad de libros y a veces resulta difícil comprender lo que dice.
—A veces, no; ¡siempre! —replicó la señora Andrews—. Es un chico muy raro. Aún no me explico cómo logró encontrar mi alianza.
La madre de Bob se refería a una sortija con un diamante que perdió el pasado otoño. Júpiter Jones vino a la casa e hizo que ella le contara todos sus movimientos durante el día en que la extravió. Luego, tranquilamente, se encaminó a la despensa, se subió a un taburete y halló la sortija en un estante detrás de una hilera de frascos de tomate en conserva. La buena mujer se la había quitado y puesto allí mientras ordenaba los frascos recién esterilizados.
—Cuanto más lo pienso —comentó la señora Andrews—, menos me imagino cómo adivinó dónde estaba la sortija.
—No lo adivinó; lo dedujo —explicó Bob—. Jupi tiene mucha imaginación. Mamá, ¿no puedes darme ahora su mensaje?
—En seguida, hijo —respondió ella, golpeando el pastel con el rodillo—. A propósito, ¿en qué consistía el concurso publicado en el periódico de ayer? ¿Es verdad que al ser ganado por Júpiter le dio derecho a un Rolls-Royce durante treinta días?
—Fue un concurso de la compañía de alquiler de coches —explicó Bob—. Llenaron de alubias una jarra grande y ofrecieron un Rolls-Royce con chófer durante treinta días a quien dijera con más aproximación el número de granos. Júpiter se pasó tres días calculando la capacidad de la jarra y los granos de alubias precisos para llenarla... ¡Y ganó! ¡Mamá, por favor! ¿No puedes darme el mensaje?
—Ahora —accedió ella, que empezó a limpiarse la harina de las manos—. ¿Y qué hará Júpiter con un "Rolls" con chófer durante treinta días?
—Verás, estamos pensando... —empezó Bob, pero su madre no le escuchaba.
—Ahora una persona puede ganar cualquier cosa —interrumpió ella—. Leí que una mujer ganó un yate en un programa de televisión. La pobre vive en las montañas, y está casi desesperada. No sabe qué hacer con el yate —mientras hablaba se sacó del bolsillo una hoja de papel—. Aquí lo tienes. Dice: "La Puerta Verde. Las prensas están en marcha."
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EL CASTILLO DEL TERROR
Bí ẩn / Giật gânJúpiter Jones, siempre disfruto resolver misterios. Es por esto que junto a sus mejores amigos, Cat Dainard y Bob Andrews decidió formar una agencia de investigación. Ahora tienen su primer caso por delante, descubrir si el famoso Castillo del Terro...