Finalmente ocurrió, todos en la casa se volvieron locos. Los hombres vestían sus mejores ropas, mientras las mujeres se cercioraban de que los preparativos estuvieran listos antes de la reunión entre las dos familias. Por órdenes de Naobito Zenin, el líder del Clan.
Si todo salía según lo planeado, muy pronto los Zenin se volverían los más poderosos de Tokyo, sino es que del país entero. Es bien sabido en el mundo de la hechicería que el único hijo y heredero del Clan Gojo ha cumplido los diecisiete, la edad suficiente para un matrimonio. Y...crear un vínculo con un Alfa. Así es, les estoy hablando del mismísimo Satoru Gojo, el portador de los seis ojos, aquel cuyo poder y belleza son indescriptibles, pero que solo hace falta una mirada suya para acabar con sus enemigos.
Está claro que un Omega como él no se casaría con un Alfa cualquiera, no. Sus padres pensaban comprometerlo con algún joven de las tres grandes familias. Es ahí donde los Zenin, hacen su movimiento. El mejor candidato que tenían, era nada más y nada menos, que Naoya Zenin, hijo del líder. Un joven al que muchos consideraban arrogante y molesto. Por no decir un verdadero hijo de puta. Pero a fin de cuentas, un Alfa muy fuerte. Lo único con lo que no contaban ese día, era con la presencia de la oveja negra de la familia. Toji Zenin, el único que no posee ni una pizca de energía maldita. No obstante, ha demostrado ser bastante útil al eliminar a sus enemigos. Por mucho que les costara admitirlo. Fue así que ganó el nombre de el "asesino de chamanes".
Se suponía que estaba en medio de una misión, pero al parecer, terminó antes de lo previsto. Llevaba puesta una playera negra de manga larga, que disimulaba muy bien la sangre y unos pantalones holgados junto a unas zapatillas oscuras. Sencillo y cómodo, así lo llamaba.
— ¡Toji! — Exclamó su madre. Una mujer de cabello oscuro que lucía un kimono verde. — Ve a cambiarte, arruinas el ambiente.
El Alfa no dijo nada, solo se retiró silenciosamente a su habitación. La única razón por la que volvió a casa, es porque no tiene otro lugar a donde ir. Además, ¿quien fastidiaría a los ancianos si no era él? Pero siendo sinceros, creo que solo estaba esperando su momento. En una casa llena de depredadores, es mejor ser cuidadoso.
Desde que tiene memoria, Toji ha sido visto como una decepción. Al nacer sin energía maldita, fue condenado a vivir siendo despreciado por su propia sangre. Palabras como "desgraciado", "inútil" o "desechable" se convirtieron en el pan de cada día. Pues tal parece que los Zenin son incapaces de mostrar cariño hacia los suyos, incluyendo a sus hijos.
El odio de su familia alcanzó su punto más cruel la noche en que lo arrojaron a un foso lleno de maldiciones. Gritó, suplicó, sus manos trataban de aferrarse a las paredes resbaladizas, pero nadie hizo nada. Solo se quedaban allí observando.
Y luego entendió: No era un castigo, sino un juicio.
En el Clan Zenin solo los fuertes sobreviven.
Si moría, no les importaría. Si sobrevivía, sería porque había demostrado ser útil. Desgraciadamente, aquel niño que solo buscaba cariño y afecto murió. Y en su lugar llegó un monstruo nacido de la sangre y el dolor que le carcomían el corazón. Logró quedar en pie, con la respiración agitada y un dolor inmenso que le recorría el cuerpo, pero estaba allí. Estaba vivo, y eso era más que suficiente.— ¡Todos a sus posiciones! — Exclamó la jefa de sirvientas. El pelinegro escuchó desde su habitación el sonido de los pies golpeando la madera, se puso una prenda limpia y salió con los demás.
Es hora del show.
El Alfa permaneció en un rincón, alejado del resto.
La sala quedó en silencio en cuanto una pareja y un muchacho de cabello blanco hicieron su entrada. Era un joven alto y un poco delgado, con una gran sonrisa en sus labios. Es él, Satoru Gojo. Lo reconoció enseguida, y bueno, no era tan difícil. Llevaba un elegante kimono azul que hacía juego con sus ojos. Podía sentirlo, esta presencia tan imponente viniendo de un chico diez años menor que él. Realmente es impresionante.— Es un honor tenerlos aquí. — dijo el padre de Naoya, Naobito Zenin, inclinando la cabeza con falsa cortesía. Toji dejó salir una risilla por lo bajo. A leguas se notaba cómo se relamía los colmillos, siendo superado solo por el mismo Naoya, quien observaba al Omega de pies a cabeza. Especialmente a la abertura en su pecho.
Todos en el Clan sabían sobre el desprecio del rubio hacia los Omegas y las mujeres. Pues consideraba que solo servían para el matrimonio, y que estos no deberían caminar por delante de un Alfa, a menos que deseen ser apuñalados. Claro que, lo más probable es que se esté conteniendo por órdenes del viejo.
El Omega, con una sonrisa igual de hipócrita respondió:
— Eso ya lo sé, continuemos.
Lo admito, es un poco entretenido. Solamente los padres, la pareja y algunos de los presentes, incluido Toji, pasarían a la sala principal, donde se discutirían los términos de este matrimonio.
Ya saben, dinero, propiedades, etc.Ahora, ¿por qué el Clan Zenin? Se estarán preguntando. Y yo les responderé.
En este mundo lleno de maldiciones y hechiceros malvados, se necesitan dos cosas: Poder y dinero.
Para los Gojo, un matrimonio con los Zenin significaba acceder a su conocimiento y poderío en las técnicas de maldición. Para los Zenin, era el premio mayor: vincularse con el ser más poderoso de la hechicería.El pelinegro no tenía interés en esas cosas. Solo que no pudo evitar sentirse cautivado por ese Omega. No era solamente el físico, de hecho creo que es más difícil de explicarlo, es como si irradiara una extraña clase de energía que lo atraía hacia él como un imán. Lo cual es extraño, tomando en cuenta de que este Alfa no tiene nada de energía, maldita a diferencia de Satoru Gojo, quien parece tener mucho de ella.
Este hombre estaba tan metido en sus pensamientos, que no se percató del dulce aroma que llegó hasta su nariz. Un aroma fresco como la brisa del mar, dulce como la vainilla, tan exquisito...
«Olas que se desvanecen en la orilla, blancas como nieve al romperse, salvajes cuando la tormenta las abraza.» pensó.
Dios...podía sentir un leve cosquilleo en sus colmillos. No fue difícil hallar el origen de tan delicioso aroma, lo tenía enfrente, era ese Omega.
El pelinegro observó a su alrededor, nadie parecía afectado al igual que él. Los ojos de Toji pasaron a su cuello, el lugar donde se encuentra la glándula de los Omegas. Solo se requiere de una mordida profunda, solo una, y estarían unidos por el resto de sus vidas. Suena como algo bello, pero también puede ser cruel y doloroso.El pelinegro se recargó contra la pared, tratando de controlar sus impulsos.
— Este compromiso traerá una gran estabilidad entre nuestros clanes. Tal como acordamos, Naoya y tu hijo serán una poderosa alianza. También...
Blah, blah, blah.
La discusión entre los ancianos era un murmullo distante comparado con la presencia del joven Omega, quien pareció percatarse de la mirada del Alfa. El albino se puso de pie y se acercó a él, analizándolo de arriba a abajo.
Sobretodo de abajo.—He escuchado lo suficiente —dijo el albino, su voz fue firme y clara—. Lo he reconsiderado. No me casaré con Naoya Zenin.
Los murmullos de sorpresa y confusión llenaron la sala, Naobito frunció el ceño al ver que el muchacho se acercaba a su sobrino.
— Disculpa, hermano mayor. — Habló Satoru Gojo por primera vez en toda la junta. — ¿Cuál es tu nombre?
El pelinegro no dudó en responder.
— Toji Zenin.
— Muy bien, Toji. — Dijo. — ¿Eres soltero?
— Lo soy.
— ¿Te casarías conmigo en lugar de Naoya? — Aquella pregunta, esa maldita pregunta, hizo que Naoya casi escupiera su té. El impacto de sus palabras resonó en el aire, dejando a todos sin aliento.
Toji se quedo pensando. De por si ya lo odiaban, y quitarle el prometido a Naoya solo haría que lo odiaran aún más. Y lo único que se escuchó, fue...
— Está bien, acepto.
Que Hijo de puta.
Lo amo.Fin del primer capítulo.
Un pequeño borrador para ver si tiene éxito o no.
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Hasta Que La Muerte Nos Separe| TojiXSatoru
FanfictionSeré tu aliado y tu adversario, hasta que el destino decida separarnos, si es que alguna vez lo hace. Mi lealtad es tan firme como mi desafío; mi amor, tan intenso como mi determinación. Hasta el último aliento, seré tu compañero.