━━━𝗖𝗮𝗽𝗶𝘁𝘂𝗹𝗼 𝗻°𝟭

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—Los tigres feroces también fueron cachorros inofensivos alguna vez

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—Los tigres feroces también fueron cachorros inofensivos alguna vez.

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Frente a la tumba, en medio de un mar de tristeza, una pequeña niña de cabellos ondulados, teñidos de un oscuro cian, lloraba desconsolada

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Frente a la tumba, en medio de un mar de tristeza, una pequeña niña de cabellos ondulados, teñidos de un oscuro cian, lloraba desconsolada. Las lágrimas caían en torrentes, empapando sus mejillas rosadas, mientras que el llanto sofocante hacía que su rostro se tornara de un rojo intenso. Los hipidos entrecortados apenas le permitían tomar bocanadas de aire.

Allí, la fría lápida que tenía frente a sí ostentaba el nombre de la persona que le había sido arrebatada de manera tan cruel: *"Atlanta D. Gleen"*, junto a una sencilla inscripción: *"Padre e hijo que siempre vivirá en nuestros corazones"*.

—Papá...— murmuró la niña con un susurro ahogado, su voz rota por la angustia. Arrodillada sobre el frío cemento, sentía cómo los mechones de su cabello se adherían a su rostro mojado, mientras la mucosidad salía de su nariz, haciéndole aún más difícil respirar con normalidad.

Los recuerdos de su padre, tan vívidos en su mente, eran como cuchillas que se hundían implacablemente en su corazón. Momentos que, con cada segundo, se volvían eternamente inalcanzables, como si el tiempo mismo los hubiese condenado al olvido.

El viento soplaba suavemente, su única compañía en aquel lúgubre cementerio. El mundo parecía haber caído en un sepulcral silencio, roto solo por sus sollozos entrecortados. Pero, quizás, la niña no estaba tan sola como creía...

El sonido distante de unos tacones resonó en la quietud, atrayendo de inmediato la atención de la pequeña, quien se sobresaltó al escuchar aquel inesperado eco entre las tumbas.

—¡Ah, cielos! Otra vez me perdí —exclamó una voz femenina, despreocupada y ligera, rompiendo la solemnidad del momento. Al girarse, los ojos dorados y enrojecidos de la niña se encontraron con una mujer de figura imponente que avanzaba hacia ella, con el viento jugueteando entre sus rizos dorados.

Lo que la muerte no puede evitarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora