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Del amor al odio...

 









  

 
Siempre consideré que mi vida era perfecta: tenía un buen empleo como detective de homicidios, vivía en un lugar tranquilo, y salía con un apuesto locutor que me amaba. Era todo cuánto podía pedir.

O eso pensé.

Cuando los cadáveres comenzaron aparecer en las calles de Nueva Orleans, toda mi vida se complicó. Pasaba gran parte de mis días en la calle, buscando alguna pista que me ayudara a dar con el culpable; o revisando hasta muy tarde los informes del forense, como si eso pudiera ayudarme a resolver el caso.

Suspiré derrotada, apoyando mi espalda en el respaldo de mi silla, quejándome. Me dolían los ojos de tanto revisar aquellos molestos informes.

Escuché una suave risa a mi espalda y sentí unos cálidos brazos envolverme, haciéndome cerrar los ojos para disfrutar de aquel contacto y el sutil aroma a vino que desprendía su presencia.

—¿Otra vez el trabajo te tiene mal?— preguntó en mi oído, haciéndome estremecer.

—El asesino es cuidadoso. Hasta ahora no ha dejado ninguna pista.— confesé, molesta.

—Lo atraparas, estoy seguro.— sonrió, dándome un suave beso en la frente. —Pero necesitas descansar, querida.—

—Estoy bien, solo... necesito más café.—

—Deja que lo prepare entonces.— se ofreció él, poniéndose de pie para dirigirse a la cocina del pequeño departamento que compartíamos.

—¡Con azúcar, porfis!— añadí en voz alta, escuchando un divertido "lo sé" de su parte.

Decidí retomar mi lectura mientras esperaba, enfocándome aún más en los datos que se habían recabado de las víctimas: todas eran hombres. Las edades variaban, al igual que los recursos económicos que poseían; no había nada en común, excepto su asesino y…..

—¿Un bar?— leí en voz alta, frunciendo el ceño. ¡Lo conocía!

¡Alastor trabajaba allí!

Me levanté de un brinco, tomando algunas fotos de las víctimas para preguntar. Me puse mi abrigo y guardé las llaves del departamento.

—¿Saldrás?— me giré al escuchar la voz de Alastor, el cual me miraba con un tono de preocupación en sus ojos.

—Sí, encontré una pista y necesito seguirla. No tardaré.— le di un rápido beso en los labios y salí del departamento.

 

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Llegué al bar en pocos minutos, entrando con cuidado. Algunos de los hombres que habían me giran a ver, curiosos, antes de volver a sus asuntos, pasando de mi presencia.

Me acerqué a la barra, observando a Husk, el dueño y barista; un hombre algo mayor, con el cabello azabache y algunos mechones blancos, el cual no tardó en se acercarse al verme.

—Alastor no trabaja hoy.— informó de forma seca y tajante.

—Lo sé, está en casa.— sonreí con cierta diversión, ya que normalmente solo venía a visitar a Alastor cuando daba sus shows. —Pero no vine por él, sino por ellos…—

Metí la mano en el bolsillo de mi chaqueta y dejé las fotos de las víctimas sobre la barra, viendo como Husk fruncía el ceño, desviando la mirada.

—No sé quiénes son…— murmuró.

La razón de mi sonrisa |Alastor x Fem! Reader|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora