El Yo Insignificante - Serirei

Capítulo 5

La bajada del tren y la vuelta a casa es una cosa ardua y arrastrada. No sabe si la bebida ha agravado sus síntomas, o si habría acabado así esta noche de todos modos, pero su cuerpo está protestando de un modo u otro. Le ha golpeado en cuanto se ha levantado para salir del bar, descendiendo como una pesada niebla por la que ahora se arrastra.

Le duele la cabeza, le duelen las articulaciones y los ojos le arden por el deseo de descansar. En un intento de distraerse, observa la vida vegetal que le rodea, preguntándose a través de la incomodidad si tiene un aspecto diferente del que debería. Al igual que la última vez que miró, no tiene ni idea. Está por todas partes, había dicho Minegishi.

¿Pero qué tiene eso que ver conmigo?

Incluso si cree que tiene algún tipo de energía, o aura -lo que sea que Minegishi le haya dicho-, eso no significa que tenga que correlacionarse con lo que sea que haya estado captando. Podría ser sólo una extraña coincidencia; Reigen cree que se daría cuenta si estuviera influenciando a toda una ciudad. Por lo que él sabe, Minegishi sólo había estado sintiendo el súper florecimiento en sí.

Su cabeza está latiendo demasiado fuerte como para preocuparse por descubrir la verdad, francamente. Está listo para irse a casa y dormir; lo ha estado desde que se despertó esa mañana, pero especialmente ahora. Sea lo que sea lo que le está ocurriendo, parece acercarse a una especie de punto álgido, una yuxtaposición agotadora entre él mismo y las flores vibrantes allá donde mira.

Se toma otra pastilla para la tos, tratando de aliviar su garganta, ahora totalmente dolorida; otra cosa que le había afligido al salir del bar. Hasta ahora la había ignorado por simple pereza, pero empieza a picarle lo suficiente como para que le lloren los ojos. La pastilla no sirve de mucho cuando traga grueso, la inexplicable masa que se ha acumulado en su garganta se mueve lo suficiente como para recordarle que no puede deshacerse de ella.

Al menos ya no le pica, piensa mientras sube las escaleras de su apartamento. Aunque eso signifique que ha comprado esas pastillas para nada.

Llega a la puerta y entra con una mano, masajeándose el cuello con la otra. El bulto probablemente sea una inflamación o algo así. No debe suponer lo peor; tendrá que mantenerse hidratado y ver cómo evoluciona. Vuelve a cerrar la puerta de una patada.

Decide darse un baño en la ducha antes de acostarse. Ya se había dado una esa mañana, pero cree que puede permitirse otra, necesitado del confort del agua caliente sobre su cuerpo cada vez más incómodo. Puede darse un lujo durante una noche; su factura de agua puede soportarlo.

Al principio funciona. El calor y el ruido blanco le quitan la tensión y casi puede ignorar el resto de sus males cerrando los ojos y dejándose acariciar por el agua. Pero la evasión no dura mucho; la próxima vez que abre los ojos, los azulejos que tiene delante se desenfocan. Ah, piensa. Me estoy desmayando otra vez.

Apoya una mano en la pared y consigue bajar temblorosamente hasta el suelo antes de caerse y romperse algo, por lo menos. Luego suspira y mete la cabeza entre las rodillas. Cree que ha llegado el momento de abandonar oficialmente la farsa; esto no son alergias. Está realmente enfermo.

No es que vaya a dejar que eso le impida trabajar. Aimi sigue esperando que la atiendan. Está decidido a no dejarla a ella y a su jardín colgados, sin importar el hecho de que se sienta como si pudiera dormir durante cinco años, o el hecho de que levantarse a trabajar por la mañana suene como una tortura. Sólo tendrá que tener cuidado de no esforzarse, o caer inesperadamente inconsciente. Otra vez.

El agua se vuelve tibia, lo que le avisa de que tiene que salir antes de que se enfríe, cierra el grifo y se levanta tambaleándose. Consigue mantenerse en pie el tiempo suficiente para secarse y ponerse ropa interior, y luego se deja caer en la cama. Se desmaya en cuestión de segundos.