01.

131 13 44
                                    

* * *

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

* * *

   Era una mañana de lo más exquisita, con los rayos del sol filtrándose hacia dentro de aquella gran habitación de paredes blanquísimas. En el aire flotaba un embriagador aroma a incienso y canela, acompañado de un ligero toque de manzanas dulces, lo que contrastaba por completo con el aspecto de la estancia. El lugar, tétrico y gótico, parecía sacado de otra época, probablemente victoriana, y se mantenía en excelente estado, dando una sensación de desasosiego a cualquier persona que se aventurara a entrar. 

Aquellos pocos curiosos que se atrevieran a cruzar el umbral se encontrarían con una estancia cargada hasta el último rincón de reliquias de épocas anteriores. Desde fragmentos enmarcados de pergaminos griegos con letras desgastadas por el tiempo, hasta imponentes espadas medievales colgadas en las paredes, cada objeto parecía contar su propia larga y trágica historia. El ambiente era opresivo, con candelabros de hierro forjado que colgaban del techo, iluminando de forma tenue cada rincón cargado de historia y misterio. Pero sin duda, la joya de la habitación era la imponente cama de cuatro columnas talladas a mano, con cortinas de terciopelo negro con detalles dorados que caían pesadamente alrededor, encerrando el lecho como si fuera el trono de algún monarca antiguo. Una exquisita colcha adornaba la cama, ricamente bordada con intrincados detalles, mientras que numerosos cojines y almohadas decorativas se apilaban sobre ella, formando un conjunto casi teatral. Todos los textiles seguían una elegante paleta de negros profundos y dorados resplandecientes, que contrastaban con las sombras que se proyectaban en la habitación. Las telas parecían brillar tenuemente bajo la luz filtrada, otorgándole a la cama un aire majestuoso, como si fuera un altar dentro de ese espacio cargado de opulencia y misterio.

Oculta entre las sábanas y la colcha, una pequeña figura se hundía en la vasta cama, casi devorada por el suave mar de telas. Solo un desordenado torrente de rizos rubios sobresalía bajo la manta, extendiéndose en todas direcciones como rayos dorados. La respiración pausada del durmiente rompía el silencio con un ritmo tranquilo, mientras su cuerpo subía y bajaba de manera apenas perceptible con cada inhalación, reflejando la calma profunda de un sueño reparador.

El sueño no le duró mucho. Pequeños golpecitos en la puerta lo sacaron lentamente de su descanso, seguidos por el suave chirrido de la madera al abrirse. Aunque ya estaba despierto —su sueño solía ser liviano y cualquier sonido lo alertaba—, decidió mantener los ojos cerrados, fingiendo seguir dormido. Quizás, si permanecía inmóvil, quien fuera que hubiese entrado lo dejaría disfrutar de unos minutos más de tranquilidad en esa frágil tregua con el despertar. 

Un hombre entró silenciosamente en la habitación, pero su discreción se desvaneció cuando descorrió las cortinas casi por completo, inundando el cuarto de una luz molesta que golpeó los párpados del durmiente. Este soltó un quejido bajo, sintiendo cómo la luminosidad atravesaba sus párpados cerrados. Aún reacio a despertar, percibió los pasos acercándose a la cama, y pronto una mano cálida se posó con firmeza sobre su hombro, cortando el último lazo con el descanso y anunciando que su tregua había terminado.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Oct 24 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Stary Eyes || Billford OneshotDonde viven las historias. Descúbrelo ahora