DEUX.

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2:44 a.m.

—¡Por favor no me haga daño! —suplicó la chica en medio de un llanto desgarrador, siendo arrastrada hacia la mitad del bosque—. ¡¡Por favor!!

Taehyung inhaló profundo, dando una patada considerablemente fuerte en el vientre de su nueva víctima, arrebatándole el aire. Eso le daría tiempo de llegar a su destino y de callarla por breves minutos.

—¡Prende las velas! —le ordenó a Yoongi, quien lo esperaba siempre en el mismo sitio—. ¡Rápido! —su hermano obedeció, encendiendo el mechero que mantenía en su bolsillo trasero. Habían cinco velas negras de tamaño grande que él mismo compró y prendió una por una, tratando de ignorar los gritos ahogados de la chica que el menor mataría esa misma noche y solamente por una obsesión que desarrolló en su enferma cabecita—. Vete.

Yoongi volvió a obedecer. Corrió lejos, dejando a Taehyung a solas para que pudiera llevar a cabo sus fechorías. No era como si le importara, después de todo, él era igual e incluso peor.

Siendo las 2:45, Taehyung supuso que no tendría demasiado tiempo. Le quedaban quince minutos para hacer su rutina de principio a fin si es que quería que las cosas surgieran a la perfección. Tenían que salir a la perfección. Esa era la única hora del maldito día en el que podía verlo. Era la única oportunidad de apreciarlo así fuera por dos o tres segundos.

No sabía cómo, pero pasaba, y él estaba simplemente encantado.

Se adentró al triángulo que formaban las velas, todas perfectamente alineadas por centímetros matemáticos. Todavía arrastraba a la chica que en ningún momento guardó silencio. Sin embargo, se mostró cooperativa, lo que de alguna u otra manera hizo las cosas muchísimo más elementales.

Sacó la navaja personalizada cuyo rojo era un baño de sangre humana. Tenía figuras de oro y diamante que no le costaron pues fueron obtenidas de un robo, mas lo interesante se hallaba de forma vertical grabada en el objeto tan majestuosamente como si hubiese sido tallado por un ser superior: "Mort".

Era un obsequio, o al menos Taehyung lo consideraba así. Sabía su procedencia, o así quería creerlo.

Las cosas que mueren jamás resucitan, las cosas que mueren no tornan jamás. ¡Se quiebran los vasos y el vidrio que queda es polvo por siempre y por siempre será! —comenzó, alzando la navaja hacia el cielo. Con su brazo libre sostenía a la mujer—. Cuando los capullos caen de la rama dos veces seguidas no florecerán... ¡Las flores tronchadas por el viento impío se agotan por siempre, por siempre jamás! —el viento sopló fuerte, lo suficiente como para quitarle de la cabeza la capucha de la túnica que tenía puesta—. ¡Los días que fueron, los días perdidos, los días inertes ya no volverán! ¡Qué tristes las horas que se desgranaron bajo el aletazo de la soledad!

Sintió tambalearse. Era como un huracán que debía soportar si llegar al clímax era lo que quería conseguir. Percibía los nervios de la chica, pero les restó importancia.

¡Qué tristes las sombras, las sombras nefastas, las sombras creadas por nuestra maldad! ¡Oh, las cosas idas, las cosas marchitas, las cosas celestes que así se nos van! —prosiguió, obteniendo más potencia en respuesta. La falda de la túnica se alzó, tapándole la cara; igualmente informándole que estaba a punto de conseguirlo—. ¡Corazón... silencia!... ¡Cúbrete de llagas!... -de llagas infectas- ¡cúbrete de mal!... ¡Que todo el que llegue se muera al tocarte, corazón maldito que inquietas mi afán! —no supo cómo, pero sintió las velas apagarse y chispear. Empuñó la base de la navaja en su mano, manteniéndola en el aire—. ¡Adiós para siempre mis dulzuras todas! ¡Adiós mi alegría llena de bondad! ¡Oh, las cosas muertas, las cosas marchitas, las cosas celestes que no vuelven más!

Y con la energía que el viento le otorgó, insertó la navaja en el cuello de la fémina sin poder ver debido a su cara aún oculta por la túnica. Sin embargo, no fue una herida mortal. Debía alcanzar esa delgada línea entre la vida y la muerte. Era por eso que empleaba las velas, la túnica y el artefacto que ante sus ojos era sagrado.

Debía ser una herida que pusiera en peligro de muerte a la víctima, pero que no se la diera. Era como estar agonizando, esperando a que la vida o la muerte -una de las dos- tuviera piedad.

2:59 a.m.

La falda cayó de su rostro ante el silencio que irrumpió en la zona. Soltó a la chica, estando seguro de que ella no podría moverse por su cuenta y mucho menos gritar oportunamente por la cuchillada en su garganta. Ella simple y llanamente transportó sus manos a la herida, misma de la que brotaba sangre como si se tratara de una fuente. Intentó extraer la navaja que para ese entonces continuaba penetrada en su cuello, no obstante, le fue imposible.

Taehyung observó con nervios izquierda y derecha; atrás y adelante, y entonces lo vio. Lo vio a escasos metros junto a un árbol, oculto, casi imperceptible.

No se lo pensó dos veces al momento de encaminarse hacia él, siendo consciente de que tenía apenas unos pocos segundos.

3:00 a.m.

Cayendo de rodillas cuando estuvo lo suficientemente cerca, dijo—: te otorgo esta muestra de amor —señaló a la chica—, a cambio —tragó en seco, ciertamente alterado—... a cambio de un beso... —finalmente lo dijo, levantándose con la misma rapidez—. Un beso de amor de verdad. —Pidió, por poco rogando—. Mataré a cuantas personas quieras con la única condición de eso... Un-un beso...

Pero no hubo respuesta.

Era la primera vez que llegaba tan lejos. Había asesinado incontables personas, y luego de tantos regalos creía prudente pedir lo que deseaba a cambio.

Pero tal vez fue demasiado atrevido en cuanto se acercó, dispuesto a quitarle esa capucha de encima. Dispuesto a "volver a ver" a ese ser al que tanta gente le tenía miedo. Dispuesto a enamorarse más, porque no importaba su físico. Importaba la forma en la que lo hacía sentir. Importaba el aura que emanaba, y Taehyung amaba eso.

Amaba tener frente a frente a algo tan poderoso como para ser el encargado de determinar quién moría y quién no. Amaba la línea de la vida y la muerte en algo -o alguien- que no parecía para nada diferente a él.

Estuvo cerca. Un milímetro y lo tocaba, pero no sucedió.

Desapareció, dejando un montón de polvo rojizo en su lugar.

3:01 a.m.

Con lágrimas en los ojos regresó al punto inicial, la rabia estando más que vigente en su interior, forzándolo a actuar mal. Tomó del cabello a su víctima, haciéndola jadear en un grito que no se escuchó. Sacó la navaja de su cuello y posteriormente penetró abundantes veces allí, acabando con la vida de esa inocente en un periquete.

Al igual que la madrugada anterior, la decapitó y dejó tirada como si no valiera nada. Tomó sus pertenencias junto a las velas y salió del bosque hasta la carretera, en donde supuestamente lo estaría esperando Yoongi.

Salió mal y ya debería estar acostumbrado a eso, sin embargo, él no se rendiría hasta que saliera bien.

No se rendiría hasta obtener un beso de la mismísima muerte.

MORT © vkookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora