06

23 3 0
                                    

Ante nosotros se alza imponente un macabro muro de huesos, en tan aciaga estructura solo existe una única entrada; una pesada puerta de metal tan negro como el cielo sobre el cuál está se erige. Todos estamos enfrente de la unica entrada y Silver da un paso adelante y alza la voz
—¡Abran está puerta! ¡Queremos pasar! Y por respuesta un demonio se asomo y gruño con indescriptible asco para después ignorarnos por completo, apenas este nos ignoro otra voz muy gutural nos gritó desde una posición desconocida
—¡Aquí en la ciudad roja no queremos vivos, lárgate por dónde viniste y déjanos en paz! Dicho eso está claro que estás criaturas son ajenas a entender con palabras, con un movimiento de mi mano le pedí al mago de hielo apartarse, este cumplió mi petición haciendo además que las chicas se aparten con él unos metros. Me acerqué a la entrada, encendí mis puños con fuego -de un suave color azul en ese momento- y di un puñetazo con todas mis fuerzas, desconozco si mi ataque mando a volar a los indolentes guardias o solo dejaron sus puestos y me usaron como excusa; crucé la puerta abierta de par en par ahora y lo que antes creí un atardecer eterno ahora se me revela su verdadero porqué. Un inmenso cementerio se muestra ante mí, pero ningun sepulcro está cerrado pues de cada uno brota una intensa llama lo bastante caliente para que un herrero trabajé cualquier metal -o esa es mi estimación- lo que en conjunto crea el macabro resplandor naranja. Aprovechando que no había guardias tras el muro las mujeres y yo buscamos alguna prenda que ponernos, ellas solo encontraron fragmentos de tela con los que rápidamente elaboraron algo que las cubre mejor que mi bufanda y los restos de mi ropa, por mi lado encontré pantalones, playera y un abrigo largo de tela negra, también encontré junto a la ropa un arma muy extraña, tome todo, me vestí y guarde el arma en el mismo lugar que el oro. Ya vestidos Irene me devolvió mi bufanda lo cual yo agradecí -y disfruté mucho oler su aroma en la prenda hasta que fue destruida-, volvimos a caminar y pedi a Silver explicar mi duda pendiente. La explicación me dejó perplejo pues no entendía como Silver solo pudo sacar a medias a Irene, Karen, Ur o a Ikaruga de sus respectivas prisiones pero cuando yo las rescaté no hubo problema. Al fin llegamos ante el señor del círculo un enorme demonio con alas de murciélago, cuerpo de hombre y cabeza de cabra macho; este ser estaba ocupado mandando a sus guardias -demonios que parecen una copia en miniatura suya-, les ordena en que tumba arrojar a cada nuevo recluso que los piadosos jueces mandan allí, al parecer noto por si mismo nuestra presencia pues dejo a los demonios trabajando y me gritó
—¡Oye tú, el vivo; temo que tu viaje se acabó aquí, una sacudida derrumbó todos los puentes desde aquí hasta el último círculo; yo Baphomet señor de los herejes lo aseguro! Agradecí la información pero seguimos nuestro camino pero unos cientos de demonios cabra me taparon el paso, al parecer consideran una terrible grosería el como le hablé a su señor, bueno si quieren pelea con gusto se las doy. Su fuerza no me decepcionó para nada, casi me vencen un par de veces, quise reponer fuerzas comiendo un poco del fuego de esas tumbas, el fuego supo horrible a punto estuve de vomitar. Por curiosidad quise asar a uno de esos demonios cabra y probar su carne, el sabor fue mucho peor por lo que mi estómago no resistió y vomité todo el contenido de mis entrañas. Me juré no volver a probar nada en aquel lugar, ¡Cómo extraño los ríos de magma del limbo!

Llegando al final del círculo en efecto el camino estaba bloqueado por enormes trozos de piedra, con un rugido de bellas llamas azul pálido -en opinión de las mujeres- derreti el obstáculo y volvimos a descender al séptimo círculo.

Durante los quince días que Natsu vivió en el palacio personal de la princesa el ambiente era sumamente pacífico, se acostumbro con la misma rapidez  al silencio como a los gritos en su prisión. Si era honesto consigo mismo no creyó posible volver a comer o siquiera dormir como antes, esa muchacha peliverde y sus cuidados son realmente muy especiales; hablando de ella realmente disfruta su compañía así como la de Lissana. No sé opone a la idea de casarse con ambas bellezas y quizás tendría un par o dos de amantes, no habría problemas pues es el rey de los dragones.

InfiernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora