Capítulo 3

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Ningún Bloom se preguntó alguna vez cómo y por qué el collar de dije rosa y cadena de plata había caido en manos de Charlotte, la abuela de Daisy, habían asumido que era una simple cuestión de herencia. Aunque era de conocimiento público que Charlotte había sido una huerfana muy pobre, el interés por la proveniencia del collar no era importante, no para ellos. Les bastaba con saber que era tan antiguo que hasta uno de los primeros Reyes de Alexandría lo había poseido una vez y que cualquiera podría matar por él si así se descubriese. El collar tenía en su interior una magia tan fuerte y poderosa que algo tan magnético como la suerte y la prosperidad se adherían a la persona portadora y a sus seres queridos en todo momento. Para suerte de los Bloom y para desgracia de muchos, la magia del collar sólo era efectiva al transferirla a alguien más si la persona que lo porta lo cede conscientemente y con pleno consentimiento de sus facultades, por esto, el collar permaneció tres generaciones con los Bloom.

Daisy quedó perpleja. Con una mano en el cuello cayó en cuenta de lo que había pasado los últimos cinco segundos y conteniéndose las lagrimas ayudó al muchacho malherido a levantarse. Una bolsa pesada, yacía a un lado y Daisy recordó que era la misma por la que estaban peleando cuando los encontró. Al abrirla pudo ver una cantidad muy generosa de monedas de oro, al menos cien y con un odio que jamás había sentido en la vida se volvió al chico.

— Tuviste cien monedas todo este tiempo.

— Sí, te lo agradezco, ese tipo me las quería robar, bueno, que se las devolviera. De hecho esas tampoco son mías. Bueno. Es una larga historia. Verás...

El nudo en la garganta de la chica se transformó en un fuego que encendió su rostro de ira, tal fue la intensidad de la emoción que hasta el muchacho notó que se le había transformado la cara.

— ¡Me robaron, robaron mi collar por tú culpa! —Daisy interrumpió con gritos al chico el cuál seguía excusandose mientras retrocedía.

— Creo que tampoco era para tanto, no necesitaba tu ayuda de todos modos. —dijo con firmeza a pesar de que si Daisy hubiese querido, le hubiese tumbado de un soplido en ese momento—Reitero mis gracias, ahora, por favor ¿Me devolvería mis cosas?

El muchacho extendió la mano pero Daisy apartó rapidamente la bolsa.

— Antes dime cómo se llama ese tipo y dónde puedo encontrarlo.

— No creo que sea una buena idea ir a buscarlo, después de todo, casi me mata. Imagínate lo que le haría a una niña como tú.

La nariz del chico no había parado de sangrar en todo el cuarto de hora que estuvieron discutiendo, apenas podía mantenerse parado y cuando hablaba parecía que lo hacía con mucho dolor, motivos por los cuales la chica no lo golpeó en ese instante. Después de un intento de convencerlo para que le ayude a buscar al ladrón y que éste negase rotundamente su petición, Daisy empezó a recordar que tendría que estar en otro lugar y que su collar ya no estaba para acompañarla, entonces el nudo en la garganta volvió a formarse.

De mala gana Daisy le lanzó la bolsa y sin decir nada se marchó pensando cómo iba a recuperar su collar y dejando al muchacho golpeado, solo y confundido.

No era la primera vez que el collar caía en manos extrañas, un par de veces se había extraviado y alguna vez llego a parar en un puesto de baratijas, la suerte es que, de algun modo siempre volvía. Claro está que el collar por sí solo, ya sea robado o extraviado, no irradia magia alguna, a menos que la anterior persona lo obsequie al siguiente portador, por lo que generalmente era devuelto gracias a que por fuera no es más que un simple joya poco atractiva y sin mucho valor comercial.

La rabia que había invadido a Daisy momentos antes ahora se había apaciguado, seguía pensando en el collar pero convencida de que más tarde lo encontraría en una de esas tiendas en los callejones a un lado de las calles principales de Eastwood, junto a otras joyas robadas y alhajas de imitación, estaba segura de que estaría a un bajo precio y de no ser así la compraría al precio que fuera y regresaría a casa con el collar en su cuello y la fantástica noticia de que había trinfado en su audición.

Así lo había dispuesto Daisy, pero no el destino. Las puertas del teatro estaban cerradas y no hubo manera de abrirlas, desde fuera Daisy podía escuchar, gracias al retumbar del lugar, la melodía alegre del piano y pisadas que juntas hacían una coreografía que acompañaban la música y de fondo se podía oír al señor Jones, cuya voz resaltaba entre la de los presentes gracias a su gavedad.

La chica golpeó, peteó y volvió a golpear la puerta pero nada resultó y con la última esperanza de que las cosas empezaran a mejorar recorrió toda la plaza en busca de su collar, cada puesto, cada tienda, cada esquina, pero por segunda vez había salido depecionada. Con la derrota en la frente y el sol casi rozando mediodía, partió a casa.

Daisy Bloom / ENEMIES TO LOVERSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora