La villa, que una vez había sido un santuario para Luca y Sofía, ahora parecía más un laberinto de sombras y secretos. Después de la confrontación con Giancarlo, algo en la atmósfera había cambiado. Una tensión silenciosa impregnaba cada rincón de la casa, como si la misma estructura esperara que algo terrible ocurriera.
Luca se encontraba en su despacho, revisando una serie de documentos que Giancarlo había mencionado durante su interrogatorio. Cada hoja estaba marcada con nombres, lugares y fechas, detalles que delineaban una red de traiciones mucho más extensa de lo que Luca había imaginado. Pero había algo que no encajaba. Un nombre que aparecía con demasiada frecuencia, una figura desconocida que parecía estar moviendo los hilos desde las sombras: "El Hombre Gris".
Mientras Luca estudiaba los documentos, una sensación incómoda se apoderó de él. Era como si estuviera siendo observado, como si los ojos invisibles del enemigo estuvieran posados sobre él, aguardando el momento oportuno para atacar. Levantó la vista hacia la ventana del despacho, y por un instante, juró ver una figura oscura moverse entre los árboles que rodeaban la villa. Pero cuando parpadeó, la figura había desaparecido.
A pesar de su desconfianza, Luca intentó concentrarse de nuevo en los papeles, pero la sensación de amenaza persistía. Decidió que era mejor reforzar la seguridad de la villa, pero sabía que, en el fondo, algo más profundo y peligroso estaba en juego.
Esa noche, mientras la oscuridad cubría la villa, Luca se reunió con Salvatore en el sótano. Habían decidido mover a Giancarlo a una ubicación más segura. Los hombres de confianza de Luca estaban listos, sus armas preparadas para cualquier eventualidad. Pero en el aire flotaba una sensación de inquietud, como si todos supieran que algo no iba según lo planeado.
—¿Estás seguro de que debemos moverlo esta noche? —preguntó Salvatore, su voz baja y tensa—. No me gusta cómo se siente todo esto.
Luca asintió, su expresión decidida.
—No podemos permitirnos esperar. Si Giancarlo tenía razón, "El Hombre Gris" podría estar más cerca de lo que creemos. Necesitamos mantenernos un paso adelante.
Salvatore asintió, aunque su preocupación era evidente.
—Está bien, pero todos debemos estar en guardia. No confío en esas sombras que parecen moverse en cada esquina.
Los hombres se prepararon para el traslado, pero cuando abrieron la puerta de la celda de Giancarlo, lo encontraron muerto. Su cuerpo colgaba de una improvisada soga hecha con las sábanas de su cama. El silencio en la habitación se volvió insoportable, como si cada segundo que pasaba incrementara la presión en el pecho de Luca.
—No puede ser… —murmuró Luca, sus manos cerrándose en puños—. Esto no tenía que terminar así.
—¿Estás seguro de que debemos moverlo esta noche? —preguntó Salvatore, su voz baja y tensa—. No me gusta cómo se siente todo esto.
Luca asintió, su expresión decidida.
—No podemos permitirnos esperar. Si Giancarlo tenía razón, "El Hombre Gris" podría estar más cerca de lo que creemos. Necesitamos mantenernos un paso adelante.
Salvatore asintió, aunque su preocupación era evidente.
—Está bien, pero todos debemos estar en guardia. No confío en esas sombras que parecen moverse en cada esquina.
Los hombres se prepararon para el traslado, pero cuando abrieron la puerta de la celda de Giancarlo, lo encontraron muerto. Su cuerpo colgaba de una improvisada soga hecha con las sábanas de su cama. El silencio en la habitación se volvió insoportable, como si cada segundo que pasaba incrementara la presión en el pecho de Luca.
—No puede ser… —murmuró Luca, sus manos cerrándose en puños—. Esto no tenía que terminar así.
Pero mientras observaban el cadáver, algo llamó la atención de Luca: una nota clavada en la palma de Giancarlo con un pequeño cuchillo. La sangre había manchado el papel, pero las palabras aún eran legibles:
"Nunca sabrás quién soy. Pero yo siempre estaré cerca."
La nota estaba firmada con un pequeño dibujo de una figura gris, sin rasgos ni detalles, solo una sombra sin forma definida.
Luca sintió un escalofrío recorrer su columna vertebral. El "Hombre Gris" no solo estaba cerca, sino que había estado dentro de su propia villa, burlándose de ellos, desafiando su control. La muerte de Giancarlo no había sido un suicidio, sino un mensaje. Un recordatorio de que nadie, ni siquiera Luca, estaba a salvo.
—Necesitamos revisar toda la villa, ahora —ordenó Luca, su voz firme pero cargada de una tensión que no podía ocultar—. Alguien estuvo aquí, y pudo haber dejado algo más.
Los hombres se dispersaron, revisando cada rincón, cada puerta y ventana, pero no encontraron nada fuera de lo común. Era como si el "Hombre Gris" hubiera sido un fantasma, moviéndose sin dejar rastro, excepto por esa nota.
Esa noche, Luca no pudo dormir. Cada crujido en la casa, cada sombra que se alargaba en la oscuridad, lo hacía ponerse alerta. Su mente no dejaba de darle vueltas al enigma que tenía entre manos. El "Hombre Gris" había demostrado ser más astuto y peligroso de lo que cualquiera había anticipado, y ahora, sin Giancarlo, encontrarlo sería aún más difícil.
Sofía, quien también sentía el peso de la situación, entró en la habitación en silencio. Sabía que Luca estaba preocupado, y su presencia era lo único que podía calmarlo un poco. Se acercó a él, pasando sus brazos alrededor de su cintura, apoyando su cabeza en su espalda.
—Lo encontraremos, Luca —dijo en un susurro—. Sea quien sea, no podrá esconderse para siempre.
Luca asintió, aunque en su corazón sabía que la caza sería larga y peligrosa.
—Lo sé, Sofía. Pero hasta que lo hagamos, nadie en esta casa está a salvo.
Mientras la noche avanzaba, Luca y Sofía se quedaron en silencio, vigilando las sombras que se movían en la oscuridad, sabiendo que en algún lugar, el "Hombre Gris" estaba observándolos, esperando su momento para atacar de nuevo.
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El imperio del deseo
Storie d'amoreEn el oscuro y glamuroso de la mafia de Milano Luca Rinaldi , el poderoso líder de su familia