Capítulo 4

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No paré de dar vueltas durante toda la noche. Una tras otra tras otra.

¿Qué iba a hacer sino? Ya había comprobado todo lo posible en esa habitación, solo cuatro paredes con una cama. Ni siquiera un cuenco para hacer pis "en condiciones".

Me había acostumbrado a estar encerrada, aunque acostumbrada no era la palabra, pero ya no sentía que me volvía loca.

Aunque el silencio si lo estaba consiguiendo.

En las celdas siempre había ruido de fondo, me daban pesadillas, pero me estoy dando cuenta que es mejor eso a no saber si te han dejado a la deriva. Estar sola con mi mente no es buena idea, y menos en situaciones así.

Tampoco me había dado el lagarto ese algo para comer o beber. Los esclavistas al menos se preocupaban de que llegáramos vivas a la subasta, pero este gilipollas no parece estar por la labor.

Eso no sabe cuidar a un humano.

Espera, ¿por qué eso sonó como si los humanos fuéramos animales de compañía? ¿Y por qué eso salió de mi mente con tanta confianza?

Me di una hostia con todas mis fuerzas en la cara. Necesitaba estar cuerda, o todo lo cuerda que se puede estar. Pero no debo dejar que la subyugación cambie mi pensamiento.

Eso nunca.

Después de lo que parecieron días, aunque lo dudaba al seguir viva. La puerta de mi "camarote" se abrió.

Pero no era mi queridísimo amigo, el hombre lagarto, sino unos seres que me recordaban a la película "La forma del agua", aunque tenían una capulla gigante como si fueran una cobra.

Me miraban desde arriba, y yo no les quité la mirada ni me moví de la cama.

Uno de ellos pareció cansarse de jugar a las miradas y se acercó con paso firme, y otra vez me agarró el brazo. ¿Qué manían tienen los aliens de agarrarme el puto brazo?

No pude poner resistencia, literalmente era una puta muñeca en sus manos. Y me odiaba por ello.

Uno de ellos me colocó algo en mi muñeca. Era como una pulsera de una serpiente plateada, y al apretar sentí un pinchazo, como cuando te clavas un alfiler y se te queda incrustado en la piel.

Me arrastraron hacía fuera de la nave, y lo único que se veía eran casas flotando en un inmenso mar y, ¿una humana embarazada?

Nada más verla intenté acercarme a ella, pero los anfibios no parecían dejarme ir con ella. En cambio, fue ella la que se acercó (y me sorprendió que los anfibios la dejaran acercarse, aunque no nos deteníamos a esperarla). Me extendió una bolsa, como un neceser, intenté cogerla con miedo a que alguien me lo impidiera, pero no fue el caso, cogí la bolsa.

—Soy Natalie —la voz de la mujer sonaba ahogada mientras nos intentaba seguir el paso —, te dejé en el neceser cosas para que entiendas todo.

Pero no pudimos hablar más, ya que le cortaron el paso cuando apareció otra nave, aunque esta se parecía más a un submarino.

Y, otra vez, me tiraron dentro de la nave. No me dio tiempo a intentar salir cuando ya habían cerrado las puertas.

El submarino era igual de largo que un baño pequeño de una casa, pero era bajo, podía estar sentada perfectamente pero no podía poderme de pie.

Tenía dos grandes ventanales a cada lado, y enfrente había un hombre anfibio, mi nuevo conductor. Pero nos separaba un cristal.

Literalmente soy una carga de transporte.

El submarino empezó a sumergirse demasiado rápido, temí por mis tímpanos, pero la familiar sensación de la presión nunca llegó.

Cuando pensé que no iríamos más rápido, el vehículo aumentó la velocidad, aunque no la sentía, solo era capaz de ella al asomarme por los ventanales, el agua corría rápidamente, sin dejarme ver nada.

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⏰ Última actualización: Sep 18 ⏰

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Sea Spell (Saga AIR) [Primer Borrador]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora