Capítulo 5

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«¿De nuevo?»

Me pregunté a mí misma al despertarme.
Suspiré y me levanté de la cama, soñolienta.

Eran las seis y veinte.

«Vale, hoy mi segundo día de trabajo».

—¡Buenos días!—entró Emily por la puerta de mi habitación, sonriente.

—Buenos días. ¿Por qué estás tan sonriente? ¿Has dormido bien?

—¡Sí! ¡Y estoy feliz porque mamá me ha dicho los resultados de los exámenes!

—¿Que esos no te los entregaban «en cinco días»?

—Si, pero los han entregado ayer por la tarde. Ha sido rápido.

—Vaya. Y dime, ¿qué te ha salido?

—Si tengo insomnio, pero si lo tratamos desde ahora, más o menos en algunas semanas ya se me haya quitado.

—¡Qué buena noticia!

—Pero no solo vine por eso. Vine a despertarte porque eres una dormilona y vas a llegar tarde al trabajo si no despiertas ahora.

—Vaaaale. Tú ganas—sonreí.

—Venga, que te irá bien hoy.

Me levanté de la cama y la abracé, dándole un beso en la mejilla.

Desayuné con mamá y Emily, hablamos sobre Lily y Victoria y ellas me recomendaron que no les hablase, porque podían ser una mala influencia y dañaban la reputación que empezaba a construir en la empresa.

Luego las despedí y tomé un taxi para llegar al trabajo.

Di los buenos días e hice una reverencia al entrar, saludé a Katia, la de recepción y subí al ascensor, presionando el piso de las oficinas de operarios.

Dentro de él, encontré a Victoria charlando con Reece. Este último me saludó con una sonrisa y la chica me puso mala cara.

—Hey, qué tal, Emma. ¿Te fue bien ayer dejándonos tiradas?

—No era mi intención. Pregúntaselo al director si quieres, a mí no me interesa, al fin y al cabo te terminará diciendo la verdad—dije fríamente y cruzando los brazos.

—Pero no me trates mal, que no es necesario. ¿Qué tal si te invito a comer de nuevo? Veo que te ha gustado el ramen de ayer.

«Capaz que eso tiene veneno», dije para mí misma.

—No, gracias.

—Oye, ¿te noto un poco inexpresiva o soy yo?—me preguntó Reece.

—Luego te explico.

—Vale—dijo sin más.

El ascensor se abrió, salí antes de que Victoria lo hiciese, porque realmente estaba molesta con ellas. Vale, no era molesta. Era... desconfiada.

Suspiré hondamente antes de sentarme en la mesa que me tocó.

«Estoy empezando a considerar pedirle a esa tal señora Myers que me cambie de mesa».

Allí estaba Lily, quién me dió una gran sonrisa—que consideré falsa—y me senté, inexpresiva.

—Buenos días, Emma, ¿cómo estás? Oh, mira, allí viene Vicky.

«Diviértete con tu amiguita».

No contesté ninguna de sus preguntas y pasé seria, sin decir nada y concentrada en mi trabajo el resto del día hasta el almuerzo.

Entrelazados por el odio Donde viven las historias. Descúbrelo ahora