—Oh, miren a la estrella del proyecto fracasando—dijo mi jefecito a mis espaldas, mirando lo que hacía. Sabía que él disfrutaba eso; era tan insoportable.
«No le pegues un puño, no le pegues un puño, no le pegues un puño».
Tensé mi mandíbula y me obligué a mí misma a olvidarme de que ese idiota estaba atrás de mí. Podía sentir su mirada burlona, que sí, me hacía enojar. Sabía que lo hacía a propósito.
—¿Qué tal si lo cambias? Ya sabemos que a ti todo te salió mal—dijo con un tono de lástima, aunque sabía que estaba con una sonrisa arrogante que no quería ver; porque si lo hacía, probablemente iba a terminar colapsando de rabia.
Suspiré.
«Contrólate...contrólate por favor. Respira hond...»
—¿Y si mejor no le cedes el trabajo a otro?—volvió a hablar, con un dejo de asco mientras observaba mi trabajo como si fuera una basura.
«Quiero pegarle un puño. Definitivamente».
—A ver, señor Smith, ¿será que puedo trabajar tranquila? No es ofensa, solo que no me gusta que hablen o hagan ruido cuando trabajo.
Mentira, eso no me causaba problemas; solo quería que se callara de una vez por todas. Que insoportable.
—Claro—se quedó callado, pero al segundo volvió a hablar—. No me gusta tu trabajo.
«Pues te jodes».
¡Eso conciencia!
—Lo siento si causo molestias, es que no sabía que tenía que pedir opiniones sobre lo que hago—respondí, intentando ocultar una sonrisa triunfal.
«Toma esa, engreído».
—Déjame ver eso—me arrebató la hoja sin ningún tipo de permiso y la miró como si quisiera prenderle fuego con solo verla.
Sabía que eso a él le molestaba mucho, ¿cómo lo sabía? Ni idea. Solo lo sabía. Ya había lidiado con personas arrogantes antes.
—No creo que no esté nada mal o haya algo que no le guste al director. De hecho, iré a mostrárselo ahora mismo—le quité la hoja y caminé hasta las escaleras.
No hizo nada, sentía su rabia, sabía que quería abalanzarse sobre mí y romperme la hoja, la perfecta hoja, que claro, se la restregué en la cara...de manera figurada.
Okay, estábamos en el piso de los jefes en mitad del pasillo. Algo raro, pero qué se hace. Este piso era muy tranquilo y se debía a que todo el ruido se lo llevaban los dos pisos de abajo, entonces aquí lo único que se escucha son voces bajas y sonidos de tecleo de computadoras o señoras de la limpieza pasando por ahí barriendo.
Subí rápidamente las escaleras y toqué la puerta del director, un poco nerviosa.
—Buenos días, señorita Miller. ¿Qué se le ofrece?
—Ya tengo listo el plan.
—Aah, si, el plan. Pásemelo, por favor.
Le di la hoja, con el corazón latiendo rápido por el qué vaya a decir. Lo observó, lo detalló, lo leyó una y otra vez. Jugué con mis dedos por detrás de mi espalda, esperando.
—Está...
Lo miré, nerviosa.
—...perfecto. Está perfecto, señorita Miller. Se puede llevar a cabo con facilidad, es sencillo y los demás lo comprenderán.
Solté una bocanada de aire—disimuladamente—que ni yo misma sabía que contenía.
—Gracias...señor—le hice varias reverencias y tomé la hoja de nuevo.
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Entrelazados por el odio
RomanceTras un misterioso juego de miradas en una cafetería de un centro comercial, él, queda con la duda de quién será la chica que lo miraba tan misteriosamente desde el rincón del lugar. Nuevos empleados llegan a la zona de operaciones de la empresa de...