ᵁⁿ ᴱⁿᶜᵘᵉⁿᵗʳᵒ ᴬᶻᵘᶜᵃʳᵃᵈᵒ

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—𝐒í, 𝐞𝐬𝐨 𝐞𝐬 𝐬𝐞𝐫 𝐢𝐧𝐝𝐞𝐩𝐞𝐧𝐝𝐢𝐞𝐧𝐭𝐞 —dijo Pansy, sentándose frente a mí con una taza de café en la mano.

—¿Y tú cómo lo sabes? —repuse mientras tomaba la taza—. Tus padres no te han echado, bueno, al menos no tu padre.

—Y espero que no lo hagan pronto —respondió con una sonrisa, a lo que yo le devolví una sonrisa irónica.

—¿Y por qué has venido aquí? —pregunté, mirando alrededor de su apartamento. Era lujoso, extravagante y tan perfectamente organizado como siempre. Sólo lo esencial, nada fuera de lugar. Esa mujer siempre ha sido tan condenadamente estructurada.

—Porque... —murmuró algo ininteligible.

—¿Qué? —La miré frunciendo el ceño.

—Porque... —repitió en un susurro.

—Habla más alto, Pansy. Estoy sordo, no mudo —bromeé, inclinándome hacia ella, llevándome una mano al oído.

—¡Porque no me quiero casar! —gritó finalmente, haciéndome retroceder con una sonrisa divertida.

—¿De verdad? —dije, levantando una ceja—. Si de niños eras la primera en gritar: "¡Cuando crezca, quiero encontrar a mi gran amor!" —imité su voz aguda de niña, lo que provocó que me lanzara una almohada con frustración.

Me reí mientras me cubría con los brazos.

—El problema es que hay demasiados peces en el mar... —suspiró, mirando al techo como si de repente fuera filosófica.

—Y tú siempre escoges la basura —respondí con una sonrisa burlona.

Pansy me lanzó una mirada fulminante.

—Estoy empezando a pensar en decirles a tus padres que quieres vivir conmigo estos días —bufó, frunciendo el ceño.

—Vamos, no todos han sido malos. —Le sonreí inocentemente—. Algunos han sido decentes. Deberías darme clases de cómo elegir buenos partidos.

Pansy suspiró con exasperación antes de levantarse y caminar hacia la ventana.

—No quiero un matrimonio arreglado. Ya estoy harta de eso —murmuró, mirando hacia la calle.

—Lo dices porque no has tenido las agallas de decirle a tu padre que te gustan las chicas, ¿verdad? —dije casualmente, tomando un sorbo de café.

Pansy se giró rápidamente con un puchero en el rostro, algo que rara vez hacía.

—¿Cómo lo hiciste tú? —preguntó acercándose a mí, casi invadiendo mi espacio personal. Me eché hacia atrás en el sofá, sorprendido por su cercanía—. Tus padres no hicieron escándalo cuando les dijiste que eras bisexual. Yo, en cambio, siento que si le digo a mi padre que soy lesbiana, será mi fin.

—Bueno... no es como si hubiese entrado en la mansión Malfoy anunciando con una pancarta que me acuesto con chicos y chicas —respondí con obviedad, agitando la mano—. Lo hice con sutileza, Pansy. Primero empiezas por lo fácil: citas con chicas, las conocen, las llevas a casa. Y cuando se acostumbran, introduces a los chicos. Mi padre no se queja siempre que sean de sangre pura.

—¿Y qué hay de la siguiente generación de pequeños Malfoy? —preguntó con una sonrisa burlona.

—Eso es sencillo —dije, tomando otro sorbo de café con una sonrisa arrogante—. Hay pociones de fertilidad para hombres. Me tomo una, y ¡puf! listo para ser una fábrica de bebés.

Pansy soltó una risita.

—Pero claro, sólo lo haría si Theo es el que me embaraza —añadí con una sonrisa socarrona, inclinándome hacia ella.

𝐿𝑜𝓋𝑒 𝒢𝒶𝓂𝑒 (𝐻𝒜𝑅𝒞𝒪)Where stories live. Discover now