ᴸᵉᶜᶜⁱᵒⁿᵉˢ ᵈᵉ ᴵⁿᵈᵉᵖᵉⁿᵈᵉⁿᶜⁱᵃ ⁽ᵒ ᶜóᵐᵒ ᵐᵉ ᵈⁱ ᶜᵘᵉⁿᵗᵃ ᵈᵉ qᵘᵉ ˡᵃ ᵛⁱᵈᵃ ᵃᵈᵘˡᵗᵃ ᵃᵖᵉˢᵗᵃ⁾

759 105 46
                                    

𝐒𝐞𝐫 𝐚𝐝𝐮𝐥𝐭𝐨 𝐬𝐢𝐠𝐧𝐢𝐟𝐢𝐜𝐚 𝐞𝐪𝐮𝐢𝐯𝐨𝐜𝐚𝐫𝐬𝐞. Al menos, eso dicen los muggles. Porque si de algo estoy seguro es de que jamás me equivoqué tantas veces en un solo día... y aquí estoy, contemplando el mismo árbol por quinta vez. ¡Quinta! Es casi como si me desafiara, con sus ramas oscilantes burlándose de mi falta de orientación. Ni siquiera me da miedo perderme, claro, pero ¿cómo es que alguien espera encontrar Kensington y Chelsea en esta monstruosidad que llaman Londres? ¿Es una calle? ¿Un barrio? ¿Un hechizo? Me rasqué la cabeza mientras miraba el mapa, completamente inútil, como si fuera un pedazo de pergamino encantado para confundirme aún más.

—Maldita sea... —mascullé.

Mi vista se desvió hacia un grupo de chicas decentemente vestidas. Era momento de usar mi encanto. Sonreí, recordándome que debía ser "amable" para conseguir lo que necesitaba. Me acerqué con la confianza innata de un Malfoy.

—Hola... —saludé, tratando de sonar casual.

Las chicas me miraron, y empezaron a murmurar y señalarme. Ah, sí, claro. Me reconocían. Ya era hora. Sonreí aún más, pasando una mano por mi cabello platinado, que evidentemente había captado su atención. Seguramente ya habrían oído hablar de mí. Esto iba a ser fácil.

—Oye —dijo una de ellas, con una expresión de interés—, ¿dónde te teñiste el cabello?

Me congelé. ¿Teñido? ¿Mi cabello? Sentí como si me hubieran lanzado un Sectumsempra en pleno orgullo.

—¿Teñido? —logré decir, incrédulo.

—Sí, es que es tan brillante y sedoso. ¿Qué clase de peluquería frecuentas? —preguntó otra.

—¿Te aplican algún tratamiento especial? —añadió una más, su tono tan lleno de admiración que casi me dieron ganas de reír.

—Parece una peluca, ¡qué increíble! —exclamó la tercera.

Sentí un ligero tic en el ojo. Mi paciencia ya estaba al borde del abismo.

—No... no, es una confusión —murmuré, esforzándome por mantener la compostura—. Es... natural.

—¿De verdad? No parece real —dijo una con un toque de envidia, que no pasó desapercibido.

Y entonces, algo en mí se quebró. Mis labios se curvaron en una sonrisa venenosa.

—Es tan real como que tu ex te engañó —solté con suavidad.

La chica me miró como si le hubiera lanzado un Crucio.

—¡Qué genio! —bufó una de las otras, mientras las arrastraba lejos.

Las observé irse con su odio a cuestas y suspiré. ¿Teñido? ¡Por favor! Si alguien necesitaba un tinte, era esa chica con su pelo grasoso y puntas abiertas.

Seguí caminando, ahora más enfadado que antes, hasta que vi a un hombre vestido de manera... curiosa. Todo de blanco y negro, y moviéndose sin emitir sonido alguno. Tenía la cara pintada de blanco y estaba haciendo gestos ridículos. Levanté una ceja, intrigado por esta extraña manifestación de lo que, claramente, debía ser alguna locura muggle. Decidí que sería útil.

—Hola, buenas tardes... o días, supongo —dije, un poco confundido—. Estoy buscando Kensington y Chelsea. ¿Sabes dónde está?

El hombre asintió, señalando sus pies. Lo observé con detenimiento, esperando que dijera algo... pero nada.

—Sí, ya caminé, ¿y qué? —respondí, sin entender muy bien.

El hombre negó con la cabeza y señaló la calle. Ah, claro, ¿por allá, entonces?

𝐿𝑜𝓋𝑒 𝒢𝒶𝓂𝑒 (𝐻𝒜𝑅𝒞𝒪)Where stories live. Discover now