𝗖𝗮𝗽. 𝟰

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...

Muzan había comenzado a mostrarse cada vez más impaciente con Michikatsu. El tiempo que solían pasar juntos disminuía, y eso encendía una ira sutil en Muzan, quien no soportaba verlo cansado, cubierto de las marcas de otros hombres, cuando todo lo que quería era hacerlo suyo. Lo que más le molestaba no era el cansancio de Michikatsu, sino el hecho de que esos rastros en su cuerpo no le pertenecían. Cada chupetón, cada rasguño… eran recordatorios de que otros lo habían tenido antes que él.

Un día, tras un largo y agotador día de trabajo, Michikatsu se encontraba de pie frente a Muzan. Estaba exhausto, pero aún intentaba complacerlo. Muzan lo observaba con una mirada fría, deteniéndose en las marcas evidentes en su piel.
—¿De nuevo marcado? —preguntó con desdén, recorriendo el cuello y torso de Michikatsu con los ojos—. ¿Para los demás sí tienes tiempo, pero para mí estás siempre demasiado cansado?

Michikatsu agachó la cabeza, sintiéndose sucio. Su cuerpo… lo único que tenía para darle a Muzan, lo único con lo que podía pagarle. Le debía tanto; Muzan había hecho tanto por él que no podía permitirse negarle nada. Pero a veces, el dolor y la fatiga eran insoportables.

—Lo siento… —susurró Michikatsu, su voz apenas audible.

Muzan se acercó, su rostro severo.
—No te disculpes. Lo que me irrita es que siempre estás disponible para los demás, pero cuando yo quiero verte, estás cubierto de las marcas de otros hombres.
Las palabras eran como látigos, cada una golpeando el frágil corazón de Michikatsu. La culpa se acumulaba en su pecho.

—Intento complacerte… pero hoy no puedo. Estoy exhausto, y—
Antes de que pudiera terminar, sintió un golpe violento en su rostro. La bofetada resonó en el silencio de la habitación, dejándolo atónito. El dolor físico no se comparaba al dolor que sentía en su alma.

Michikatsu lo miró, con lágrimas comenzando a acumularse en sus ojos.
—M-Muzan… —su voz temblaba—. Lo siento… lo siento tanto… —dijo, retrocediendo, su mano tocando la mejilla herida.

Pero Muzan no se detuvo. Dio un paso hacia él, su rostro mostrando una mezcla de rabia y decepción.
—Eres un egoísta, Michikatsu. ¿Por qué siempre te niegas cuando soy yo el que te lo pide? ¡Pero para esos otros, sí estás dispuesto! ¿Es que disfrutas más de ellos?

Michikatsu, abrumado, rompió en llanto.
—No… no es eso. Por favor, perdóname. No soy lo suficientemente bueno, pero te prometo que… que haré lo que me pidas. Solo… no te vayas… —dijo entre lágrimas, cayendo de rodillas ante él.

Muzan lo miró con dureza y, sin una palabra más, se dio la vuelta, caminando hacia la puerta. La desesperación creció en Michikatsu como un incendio descontrolado.
—¡Muzan! ¡No te vayas! Perdóname, por favor. Hoy no creo que pueda, pero… —su voz temblaba de miedo y arrepentimiento—. No te vayas…

Muzan se detuvo justo antes de abrir la puerta, girando el rostro solo lo suficiente para mirarlo de reojo.
—Nunca tienes tiempo para mí, Michikatsu. Pero para esos hombres que te tratan como basura, sí lo tienes.
Las palabras de Muzan eran como puñales, hundiéndose profundamente en el pecho de Michikatsu. Intentó detenerlo, agarrando su mano con desesperación, pero Muzan se soltó con brusquedad.

—Déjame solo —murmuró fríamente.

—¡Espera! —gritó Michikatsu, con el alma desgarrada.

Muzan se detuvo, el silencio se hizo insoportable. Lentamente, giró la cabeza, con una sonrisa victoriosa en sus labios. Sabía que Michikatsu cedería, siempre lo hacía.
—Está bien… pero no te vayas… —murmuró Michikatsu, con la voz quebrada, desviando la mirada hacia el suelo.

★¡𝙋𝙊𝙍𝙉𝙎𝙏𝘼𝙍!★ [𝙆𝙣𝙮]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora