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El rugido del motor

Las luces de la ciudad parpadeaban mientras el rugido de las motocicletas resonaba en las calles vacías. Mikey iba al frente, su figura pequeña pero imponente contrastaba con la de Draken, que lo seguía sin cuestionamientos, como siempre lo hacía. No importaba cuán caótica fuera la situación, Draken siempre seguía a Mikey, con una lealtad ciega que solo podía describirse como devoción.

"¿A dónde vamos hoy, Mikey?" preguntó Draken, su voz profunda quebrando el silencio entre ellos. Estaba acostumbrado a dejar que Mikey decidiera, confiando en que su líder sabía mejor que nadie qué camino seguir, aunque a veces ese camino fuera peligroso.

Mikey miró sobre su hombro, una pequeña sonrisa en sus labios. "No importa, mientras sigas detrás de mí", respondió con su tono despreocupado, aunque había un matiz de ternura en su voz que Draken no podía ignorar. Algo en la forma en que Mikey lo miraba siempre lo desarmaba, como si su líder jugara con sus emociones con la misma facilidad con la que lanzaba patadas en combate.

Draken no dijo nada más, simplemente aceleró, cerrando la distancia entre ellos, asegurándose de que Mikey supiera que siempre estaría a su lado, pase lo que pase. Cuando finalmente se detuvieron junto a un río iluminado por las luces de la ciudad, Mikey se bajó de su moto, mirando el agua en silencio.

Draken observó el perfil de Mikey bajo la tenue luz. No era raro verlo perdido en sus pensamientos, pero hoy parecía más distante de lo habitual. Draken no solía ser bueno con las palabras, pero cuando se trataba de Mikey, sentía la necesidad de decir algo.

"¿Estás bien?" preguntó, rompiendo el silencio con un tono suave que rara vez usaba.

Mikey soltó un suspiro, girando lentamente para mirarlo. "No lo sé, Draken. A veces me pregunto si todo esto vale la pena... la pandilla, las peleas... todo lo que hemos perdido." Su voz era baja, casi un susurro, algo que sólo Draken tenía el privilegio de escuchar.

Sin pensarlo dos veces, Draken dio un paso adelante, colocando una mano firme en el hombro de Mikey. "Si tú lo crees, entonces sí vale la pena. Siempre estaré aquí para recordártelo."

Mikey levantó la vista, sus ojos oscuros encontrándose con los de Draken. Había algo en la forma en que Draken lo miraba, algo profundo, inquebrantable. Mikey se permitió un pequeño gesto de vulnerabilidad, inclinándose apenas hacia él, lo suficiente para que Draken lo sostuviera por unos momentos.

Draken no necesitaba más. En esos breves segundos, sintió el peso de su compromiso hacia Mikey, no solo como su líder, sino como alguien a quien estaba dispuesto a seguir hasta el fin del mundo. El aire estaba cargado de algo no dicho, pero claramente presente, una intimidad silenciosa que ambos entendían, aunque no la verbalizaran.

"Mikey..." murmuró Draken, sin poder evitar que su voz se quebrara un poco.

Mikey levantó la cabeza, su habitual sonrisa despreocupada volvió a aparecer, aunque esta vez más suave. "Te necesito, Draken. No me dejes solo."

Draken asintió, tirando suavemente de Mikey hacia su pecho, sus cuerpos alineándose como si siempre hubieran estado destinados a encajar de esa forma. "Nunca lo haré."

Y en la quietud de la noche, bajo el cielo de la ciudad, el líder y su más fiel seguidor encontraron un momento de paz, uno donde no necesitaban palabras para entender lo que significaban el uno para el otro.

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⏰ Última actualización: Sep 20, 2024 ⏰

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