Prólogo

131 12 4
                                    


Día 16, Periodo del Fuego, año 1315.


Me acabo de despertar y me duele un poco la cabeza. Debe ser por la media botella de licor de melaza que me bebí antes de acostarme. A decir verdad, creo que apenas he dormido, sospecho que la noche no ha hecho más que comenzar.

Hace tres días que nació mi hija, y nada me gustaría más que vivir feliz junto a ella y mi mujer

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Hace tres días que nació mi hija, y nada me gustaría más que vivir feliz junto a ella y mi mujer. Sin embargo, esa idílica situación dista mucho de la realidad en la que me encuentro. Ayer, los reyes de Nuevo Lauros fallecieron en un trágico accidente, y como consecuencia, su hija ha sido investida como nueva soberana. Esto no sería un problema mayúsculo si no fuese porque la princesa llevaba más de cien días encerrada en los calabazos. ¿El motivo? Intentó asesinar a mi mujer, y no le importó matar a varias personas para tratar de conseguirlo.

Además de este percance, el mundo está lejos de ser un lugar seguro. El demonio, quien ha pasado los últimos quinientos años camuflado entre los de nuestra especie, ha mostrado por fin su verdadero rostro. Si no actuamos con premura, la raza humana podría extinguirse.

La muerte me persigue desde el mismo instante en que nací. Desde que era niño hasta el día de hoy, no he dejado de perder a seres queridos. Aun así, no logró acostumbrarme. No olvido a ninguno, llevo a todos aquí, dentro de mi corazón.


No habitúo a escribir, mi forma de ser me lleva a hablar con hechos en vez de palabras, pero esta vez quiero que mis vivencias queden reflejadas en estos papeles blancos que tengo sobre la mesa. Contaré todo por lo que he pasado sin revelar detalles importantes de la trama, de esta manera parecerá que escribo una novela.

No sé qué ocurrirá mañana, pero tengo claro que mi prioridad es proteger la única familia que me queda. No dejaré que nadie haga daño a mi mujer y a mi hija, aunque eso me implique hacer frente al mismísimo demonio.

Este pañuelo blanco que llevo atado a mi brazo izquierdo refleja el dolor y la angustia que mis padres, hermanos, amigos y yo, sufrimos durante tantos años. Ahora, más que nunca, la utopía con la que siempre soñé, cobra más sentido. Al igual que las palabras que me repitió mi difunto abuelo en innumerables ocasiones.

No olvides nunca quién eres, ni reniegues jamás de tu apellido.

Reconozco que nunca quise ser alguien por quien los demás sintiesen admiración, la palabra «héroe» nunca fue de mi agrado. No obstante, las circunstancias me han puesto en el lugar que me corresponde, y las palabras que un día dijo mi mentor hacen eco en mi cabeza.

El destino es la fuerza invisible que guía nuestros caminos.

Ahora lo entiendo, el pendiente me ha elegido como el heredero de su voluntad. Y es por eso que quiero dejar constancia de mis vivencias en estas memorias, para que el día de mañana, cuando mi hija crezca, pueda entender y conocer la historia de su padre.

Áiram, haré todo lo que esté en mi mano para conseguir que este mundo sea un lugar en el que puedas crecer feliz. Si algún día lees estos escritos, quiero que tengas presente que un verdadero líder avanza soportando su propio dolor, siempre por delante del resto. Recuerda que pase lo que pase, independientemente de si tu padre está lejos o cerca, tu futuro estará siempre en constante desarrollo, pero comenzará a estar en peligro una vez hayas perdido el control de los valores que te hacen ser como eres.


El Pendiente de FuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora