Dame una razón - kivi

22

"¿A dónde me llevas?" Chiara gritó cuando se detuvo y miró hacia la colina. Violeta se detuvo y se dio la vuelta. "Está sólo un poco más lejos."

"Dijiste eso hace horas," dijo Chiara, desabotonándose el abrigo para sacar sus cigarrillos del bolsillo interior.

"Hace veinte minutos, así que deja de exagerar, guarda esos cigarrillos y trae tu trasero hasta aquí," gritó Violeta mientras se daba la vuelta y trotaba hasta la cima.

Echando un vistazo al paquete que tenía en la mano y luego a la empinada pendiente que tenía delante, Chiara dejó caer los cigarrillos en el bolsillo, respiró hondo y comenzó a ascender.

Después de haber pasado los dos últimos días de compras y turismo, esa misma mañana, cuando Sufema regresó a la ciudad para encontrarse con un cliente, Violeta y Chiara decidieron quedarse atrás. Después de terminar su desayuno, tomaron sus abrigos y salieron por la puerta trasera. Sin sentir la necesidad de correr, caminaron casualmente por el jardín y pasaron junto a los árboles, deteniéndose ocasionalmente para admirar la vista. El aire otoñal era fresco, y se podía ver el aliento, y aunque el pronóstico indicaba lluvia durante el resto de la semana, hoy el sol brillaba con fuerza. Conociendo las estaciones de Escocia, Violeta llevaba puesta su chaqueta bomber de ante marrón, desgastada por una suavidad que el dinero no podía comprar, y Chiara caminaba por los campos con el abrigo de cuero que había comprado dos días antes en una tienda llamada Barley's.

Ubicado en un viejo edificio de ladrillos de una calle lateral en Stirling, Barley había estado en el negocio por más de cien años, vendiendo a los lugareños las lanas y pieles más cálidas necesarias para sobrevivir cuando los vientos de invierno comenzaban a soplar. Cuando entraron en la famosa atracción turística, a Violeta no le sorprendieron las condiciones de hacinamiento y, al tomar la mano de Chiara de inmediato, la guió a la parte posterior de la tienda, donde había estantes llenos de abrigos de cuero de todas las longitudes y diseños. Aunque desconcertadas por la multitud de personas que vagaban por allí, flanqueada por Violeta y Sudema, las ansiedades de Chiara finalmente se calmaron y, en menos de una hora, habían salido de Barley con un abrigo de cuero negro hasta el muslo.

"Ya era hora," dijo Violeta, colocando sus manos en sus caderas mientras Chiara terminaba su ascenso.

Desabrochándose el abrigo para permitir que la brisa refrescara su cuerpo, Chiara estaba a punto de responder cuando notó su entorno y sus ojos se abrieron de par en par. Antes de ella, rebosante de vegetación, brezos y grandes briznas de hierba bronceada se encontraban las colinas y prados de Carron Bridge. Un corto muro de piedra, tan antiguo como los castillos que llenaban el país, separaba un campo de otro, y un río estrecho fluía sobre lechos de roca mientras serpenteaba perezosamente a través del campo. Mientras Chiara contemplaba el paisaje, sonrió para sí misma. Todo lo que faltaba era el sonido de la gaita.

"Esto es increíble," dijo Chiara.

"Pensé que te gustaría," dijo Violeta, mirándola. "Cuando mamá compró la casa, vine a ayudarla a mudarse, y un día salimos a caminar y encontramos este lugar.

Terminamos pasando la mitad del día aquí simplemente disfrutando de la vista." "Es maravilloso."

Al escuchar a Violeta alejarse, Chiara se volvió y dijo: "Me gustaría quedarme aquí por un momento, si eso está bien para ti."

"Sólo iba a levantar una roca y sentarme. ¿Quieres unirte a mí?" Dijo Violeta, señalando una gran roca que sobresalía del suelo.

Complacida de no tener que irse, Chiara se acercó y se sentó junto a Violeta, sonriendo al sentir el calor que irradiaba la suave piedra debajo de ella. Al unísono, sus ojos volvieron al paisaje pintoresco, y vieron como la hierba se mecía en la suave brisa.