Capitulo ocho - Sentimientos

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Todo el pueblo andaba con la mirada al suelo detrás de aquel carro, en el cual iba el fallecido John Blythe

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Todo el pueblo andaba con la mirada al suelo detrás de aquel carro, en el cual iba el fallecido John Blythe. El hombre había fallecido aquella noche debido a su terrible enfermedad, su cuerpo no había resistido a aquel virus, causando consecuencias mortales. Su mayor y único hijo, Gilbert, caminaba con lentitud junto a la gente del pueblo. Guardaba su temblorosas manos en sus bolsillos, refugiándolas del frío otoñal que empezaba a rozar las hojas de aquellos árboles de hoja caduca. Los Zanella también caminaban entre los pueblerinos, seguidos de los Cuthbert y los Barry. Todos estaban deprimidos, pues John siempre había sido uno de los hombres más amables y solidarios de todo Avonlea, y ahora ya no estaba. Narcisa miró a su madre, pidiendo permiso para andar hacia el frente con el joven Blythe, su madre asintió y la muchacha andó a paso rápido, disculpándose con la gente con la que accidentalmente chocaba.


LLegó al lado del chico Blythe, acariciando su hombro lentamente, llamando la atención del chico, éste le miró con ojos perdidos, sin luz y, por algún motivo, a Narcisa se le estrujó el corazón al verlo tan...desolado. Aunque ella no se diera cuenta, los ojos desolados que la miraban, habían sentido una gran emoción al verla a su lado, y aunque siguiera deprimido por la triste partida de su padre, ahora estaba un poco mejor. Sus ojos comenzaron a aguarse, como si al verla supiera que ella no le juzgaría por sentir que aquel peso que sus hombros llevaban. El chico rompió en llanto, abrazando a la joven mientras seguían andando detrás del carro, algunos ojos curiosos se enfocaron en aquella escena, sobre todo los de una pelirroja, que, por mucho que quisiera a su amiga, no pudo evitar sentir un pequeño atibo de rabia al verla abrazar a aquel chico, pero...¿porqué debería a ella importarle? solo son amigos al fin y al cabo, y a ella no le gustaba Gilbert Blythe ¡No!, ¡qué tontería era esa!

El camino siguió hasta el cementerio. Los dos adolescentes no se dejaron de abrazar en ningún momento. EL hombre le ofreció a Gilbert decir unas palabras para su padre, pero él no podía, no podía por su voz temblorosa, no podía porque sabía que su padre no le iba a responder, y tampoco lo iba escuchar. Gilbert no creía en Dios, mucho menos en el cielo, él y su familia siempre habían sido gente cientificista, es decir, solo creían en las cosas demostradas por la ciencia. En la mente de Gilbert, su padre simplemente se había desvanecido, no lo miraba desde ningún lado, no lo protegía, nada. Se había ido para siempre, y Gilbert tendría que aprender a vivir con ello.

Algunas personas si tuvieron el valor de subir a hablar de lo honorable y bueno que había sido aquel pobre hombre, aunque la mayoría acabaron o lagrimeando o moqueando. Todos le dieron el pésame al pobre chico, el cual ahora, pasaría todos los días solos y tendría que apañarse para seguir adelante.


Después de la ceremonia de despedida, todos entraron a la iglesia, donde habían algunos aperitivos y todos se consolaban entre ellos, sin embargo, el chico Blythe no entró , seguía fuera, colocando de vez en cuando su bufanda, que se movía libremente siendo tirada por la fría brisa. El grupo de chicas miraba amontonadas por la ventana.

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