Sombras en la noche

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La noche en Moscú era un manto de oscuridad interrumpido solo por las luces parpadeantes de los edificios y el murmullo constante de la ciudad

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La noche en Moscú era un manto de oscuridad interrumpido solo por las luces parpadeantes de los edificios y el murmullo constante de la ciudad. En un pequeño café, escondido en una callejuela apenas iluminada, Tasya Weska se sentaba en una esquina, observando a los transeúntes con sus ojos dorados, tan penetrantes como los de un felino al acecho.

El café, un refugio para almas perdidas y soñadores, era su lugar favorito para pensar. La música suave y el aroma del café recién hecho creaban una atmósfera que contrastaba con el frío implacable del exterior. Tasya, con su piel de porcelana y su cabello negro como la noche, parecía una figura sacada de un sueño, o quizás de una pesadilla.

Mientras revolvía lentamente su taza de té, sus pensamientos vagaban hacia los secretos que guardaba, los misterios que la rodeaban y las decisiones que la habían llevado hasta allí. Cada persona que entraba al café era una posible amenaza o una oportunidad, y Tasya sabía que debía estar siempre alerta.

De repente, la puerta del café se abrió con un chirrido, y una figura alta y encapuchada entró, sacudiéndose la nieve de los hombros. Tasya levantó la vista, sus ojos dorados se encontraron con los del extraño, y en ese instante, supo que su vida estaba a punto de cambiar para siempre.

 Tasya levantó la vista, sus ojos dorados se encontraron con los del extraño, y en ese instante, supo que su vida estaba a punto de cambiar para siempre

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El hombre se sentó frente a mí, su presencia imponente llenando el pequeño espacio entre nosotros. Sin decir una palabra, deslizó una foto por la mesa. La tomé con cuidado, mis dedos rozando el papel mientras mis ojos se enfocaban en la imagen de un joven rubio de ojos azules y facciones marcadas.

—Ilenko Romanov, UnderBoss de la mafia rusa —dijo el hombre con voz grave y pausada—. Tu misión será infiltrarte en su círculo cercano y obtener información sobre sus operaciones. Es peligroso, pero sé que eres la única que puede hacerlo.

Mis ojos dorados se encontraron con los suyos, y en ese momento, supe que no había vuelta atrás. La misión era arriesgada, pero la recompensa valía cada segundo de peligro. Asentí lentamente, guardando la foto en el bolsillo de mi abrigo.

—Acepto —respondí, mi voz firme y decidida.

El hombre esbozó una sonrisa apenas perceptible y se levantó, dejándome sola en el café. Mientras observaba su figura desaparecer en la noche, sentí una mezcla de emoción y temor. La caza había comenzado, y yo estaba lista para enfrentar cualquier desafío que se presentara.

Tasya WeskaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora