prologo

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Yu Ishigami nunca había entendido por qué la gente hacía tanto ruido por las pequeñas cosas. Él prefería el silencio. Vivía en una rutina perfectamente diseñada para evitar sorpresas: despertarse, ir al trabajo, regresar a casa y jugar videojuegos hasta que el sueño lo vencía. A sus 23 años, había encontrado paz en esa monotonía.

Esa tarde no fue diferente. Al regresar a su pequeño apartamento, tiró su chaqueta en la silla más cercana y encendió su consola. Estaba listo para perderse en su mundo virtual. Un mensaje no leído brillaba en su teléfono, pero lo ignoró como siempre hacía. La mayoría de las veces eran ofertas de empresas de las que no recordaba haberse registrado, o compañeros de trabajo pidiéndole favores que no tenía intención de cumplir.

Sin embargo, después de unos minutos, otro mensaje llegó, seguido de una llamada. Y luego otra. Irritado, pausó el juego y miró la pantalla de su móvil. El nombre en la pantalla lo hizo detenerse: era de un hospital.

Sintió una ligera molestia en el pecho, pero no lo suficiente como para preocuparse de inmediato. ¿Quién podría llamarlo desde un hospital?. La respuesta era obvia, pero no quería admitirla. El teléfono sonó una vez más, esta vez con una urgencia que ya no pudo ignorar.

en la llamada:"¿Ishigami Yu?"—, dijo una voz femenina al otro lado cuando finalmente contestó.

ishigami:"Sí, soy yo."


en la llamada: "Lo llamamos del Hospital General. Su hermano y su cuñada han tenido un accidente...".

Las palabras se desvanecieron tras esa frase. Yu apenas escuchó el resto. Solo "accidente" y "hermano" permanecieron flotando en su mente, como manchas de tinta que no se podían borrar. No tenía contacto regular con su hermano desde hace años. La vida los había separado; su hermano había formado una familia, mientras que él se había encerrado en su mundo de aislamiento.

"Murieron", dijo la voz del otro lado del teléfono, destrozando su burbuja de aislamiento. Un accidente trágico en la carretera los había arrebatado del mundo en un instante. Pero lo que vino después fue aún más devastador.

en la llamada:" Nos queda un asunto importante que discutir con usted", continuó la enfermera. "Su hermano y su cuñada tenían una hija, Liz, de diez meses. Usted es el único pariente cercano que queda."

Yu quedó en silencio. La información tardó en asentarse. ¿Un bebé? ¿Yo?. No sabía nada de bebés, ni siquiera recordaba la última vez que había visto uno de cerca. Su vida se había limitado a los confines de su departamento, su trabajo y sus videojuegos. Ahora, de repente, le estaban diciendo que era el único responsable de una vida.

ishigami:" Espere... ¿Qué quiere decir con que soy el único pariente cercano?"—, preguntó, sintiendo el pánico subir por su garganta.

en la llamada :"Los padres de su cuñada no estaban en contacto con ella. Y según el testamento de su hermano, usted es el tutor legal en caso de que algo les ocurriera a ambos. No hay nadie más, señor Ishigami. Liz necesita a alguien que la cuide, y usted es el único."

Yu colgó sin decir nada más. Se quedó mirando la pantalla de su teléfono, esperando que de alguna manera todo fuera una especie de broma cruel. Pero no lo era.

El silencio que tanto valoraba, el que lo envolvía como una manta cálida al final de cada día, de repente se sintió insoportablemente pesado. Liz. Una niña. ¿Cómo podía él, de todas las personas, cuidar de un bebé?

Horas más tarde, Yu se encontraba en la puerta del hospital. No había forma de evitarlo. El personal lo recibió con miradas de lástima, lo guiaron a una sala donde estaba Liz. Apenas cabía en sus brazos cuando se la entregaron, tan pequeña y frágil, con los ojos cerrados en un sueño profundo, completamente ajena a la tormenta que se había desatado a su alrededor.


imaginen que  esta durmiendo tranquilamente 

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imaginen que  esta durmiendo tranquilamente 

enfermera :"Aquí está, Liz."— dijo la enfermera con una sonrisa .

Yu la miró, sin saber qué hacer. Era como si de repente hubiera entrado en una dimensión desconocida, una en la que las reglas de su vida no se aplicaban. El peso de la responsabilidad le cayó como una losa. No podía dejarla sola, eso era obvio, pero ¿cómo iba a cuidar de ella? Él, que apenas podía cuidar de sí mismo.

—"¿Y ahora qué?"— murmuró para sí, mientras Liz dormía plácidamente en sus brazos. Por primera vez en años, no tenía ni la menor idea de qué hacer a continuación.

Cuando Todo Cambió por LizDonde viven las historias. Descúbrelo ahora