Analizadora de sueños

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Mis ojos se abrieron de repente y la oscuridad inundó mis pupilas. Cuando me acostumbré a la penumbra y las cosas comenzaron a tomar forma frente a mí me incorporé lentamente y noté que estaba debajo de las cobijas. Eso era extraño. No recordaba haberme acomodado. Busqué, como siempre, mi teléfono móvil a tientas con movimientos bruscos bajo las cobijas. Encendí la pantalla y sentí dolor de cabeza de inmediato. Cerré un ojo y noté que faltaban treinta minutos para que sonara la alarma. Recordé de inmediato que no tenía clases y me sentí aliviada. Todavía estaba mareada. Fui a la orilla de la cama para levantarme. Decidí ir directamente a la cocina y, luego de encender la luz, tomé un vaso del gabinete para servirme un poco de agua. No podía creer que tuviera resaca. Supuse que lo era. No estaba muy segura; tal vez seguía ebria. Me giré y casi tiré el vaso al encontrar a Joan contemplándome. Se tallaba los ojos un poco mientras bostezaba y se acercó para quitarme el vaso. Me miró mientras se terminaba el contenido de un solo trago.

—Me asustaste —solté jalándole un mechón de cabello despeinado.

—¿Qué haces despierta a esta hora? —preguntó y ya lucía menos aletargado. Dejó el vaso en la tarja y se recargó sobre ella.

—Creí que teníamos que ir a la escuela, ¿y tú? —admití.

Se rio un poco agachando el rostro.

—Me pasó lo mismo —dijo cruzando los brazos. Me acerqué a la encimera y tomé asiento en uno de los bancos. Sacó dos platos hondos y sirvió un poco de cereal con leche.

—Deberías alimentarte un poco —susurró acercando el plato y luego tomó asiento frente a mí.

—Gracias.

Comimos sin decir nada. Las imágenes de todo lo que pasó el día anterior me abordaron. Fue una locura, pero estaba segura de que para mí fue tranquilo. Seguro que las cosas se pusieron interesantes en la fiesta con el transcurrir de la noche.

—¿Estás mejor? —preguntó con cautela y asentí levemente moviendo el contenido de mi plato con la cuchara.

—¿Cómo está Paula?

—Bien, se quedó dormida enseguida. Elía me pidió que te acomodáramos en la cama —dijo cambiando de tema bruscamente.

—Ah, ¿sí? —pregunté con cara de sorpresa y sonrió con dulzura antes de contestar.

—Pareces sorprendida. También puedo ser tu príncipe azul —dijo y luego de ver mi expresión añadió—: Creo que bebiste demasiado porque no pudimos despertarte. Era como si estuvieras desmayada.

Lo que dijo hizo clic en mi cabeza. Como si de repente pudiera conectar dos puntos que parecían lejanos, pero, en realidad, estaban muy cerca. Las imágenes del sueño me abordaron y recordé a ese hombre hablándome de juegos y realidades. Seguro que fue efecto del alcohol. Todo era una simple imagen creada por mi mente, o una proyección de mi inconsciente que se presentó mientras dormía.

—¿Qué te ocurre? —preguntó sacándome de mis pensamientos.

—Nada —mentí—. Solo pienso en... —Dejé las palabras al aire y alcé los hombros.

—¿Lo de ayer? —indagó—. Creí que habías bloqueado a Silas.

Lo miré un poco sorprendida y me molesté al imaginarlo revisando mi teléfono móvil.

—¿Disculpa? —solté alejando el plato. De verdad que quería mantenerme tranquila.

—Te llamó en la noche justo después de que te acomodamos en la cama. Elía salió y el teléfono móvil no...

—¡¿Contestaste?! —pregunté alzando la voz casi sin querer.

—¡No dejaba de marcar! —Golpeó la encimera y se pasó una mano por el cabello—. ¿Lo bloqueaste?

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⏰ Última actualización: Nov 04 ⏰

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Audrey Saga de los Dream GamesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora