Capítulo 5

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Y hay quien te cuida
Y hay quien te quiere
Y hay quien está cuando parece que no hay quien te espere


Marta de la Reina

Marta amaneció sintiendo el calor del amor que sentía por sus amigos inundando la casa. Eran cerca de las siete de la mañana, y Martín estaba listo para un largo día de llantos y ruidos aleatorios que enervaban y enternecían a partes iguales a sus padres.

Fue a la cocina a preparar café para todos y se dispuso a calentar algo de leche para su pequeña, cuando unos rizos dorados asomaron por el marco de la puerta. Clotilde, sosteniendo el peluche que le había regalado su tía Begoña con una mano y frotándose los ojos con la otra, entró en la cocina. Marta apartó lo que estaba haciendo y se agachó hasta estar a la altura de la pequeña para poder abrazarla con todo el amor que inundaba su pecho cada vez que la veía.

—Buenos días, mi amor —dijo Marta, besando la frente de Clotilde—. ¿Dormiste bien?

Clotilde asintió, aún medio dormida, y se acurrucó en los brazos de su madre.

—Sí, mami. ¿Y tú?

—También, cariño. Vamos a preparar tu desayuno, ¿te parece? —respondió Marta, acariciando con cariño los rizos de su hija.

Mientras Marta calentaba la leche, Clotilde se sentó en una silla alta junto a la mesa, observando a su madre con ojos curiosos.

—Mamá, ¿hoy también van a estar la tía Claudia y Mateo?

—Sí, se quedarán a desayunar con nosotros —dijo Marta, sonriendo—. Y después, si el tiempo lo permite, podemos ir al parque un rato.
Clotilde sonrió ampliamente, mostrando sus pequeños dientes.

—¡Me encanta el parque!

En ese momento, Claudia apareció en la puerta de la cocina, con una expresión de cansancio pero con una sonrisa en los labios.

—Buenos días, Marta. Buenos días, chiquitina.

—¡Buenos días, tía Claudia! —respondió la pequeña con alegría, mientras la abrazaba con cariño.

—Buenos días, Claudia —dijo Marta, sirviendo el café—. ¿Cómo dormiste?

—Lo mejor que se puede en estos tiempos —respondió Claudia, aceptando la taza de café que Marta le ofrecía—. Gracias por esto. Realmente lo necesito.

Mateo entró poco después, con el bebé Martín en brazos, que ya empezaba a hacer sus primeros ruidos del día.

—Buenos días a todos —dijo, acomodándose en una silla—. Parece que Martín está listo para dar guerra un día más.

—Buenos días, Mateo —respondió Marta—. ¿Quieres un poco de café?

—Sí, por favor —dijo Mateo, sonriendo—. Y algo de leche para Martín, si no es mucha molestia.
Marta asintió y se dispuso a calentar más leche, mientras Clotilde seguía hablando animadamente con Claudia sobre sus planes para el día. La cocina se llenó de una calidez familiar, un refugio de normalidad en medio de la incertidumbre de la guerra.

—Mamá, ¿podemos llevar al parque mi peluche? —preguntó Clotilde, mirando a su madre con ojos de cordero degollado.

—Claro que sí, cariño —respondió Marta, sirviendo la leche caliente en una taza—. Tu peluche también necesita un poco de aire fresco.

La risa de Clotilde llenó la cocina, y por un momento, todo parecía estar bien. Marta miró a sus amigos y a su hija, sintiendo una profunda gratitud por estos pequeños momentos de felicidad compartida.

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⏰ Última actualización: Sep 21 ⏰

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