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La sala del Consejo del Reino vibraba con murmullos inquietos. El aire estaba cargado de expectativa y tensión, tan denso que parecía que las mismas paredes de piedra absorbían el peso de la incertidumbre. Los primeros rayos de sol de la mañana se filtraban por los altos ventanales, bañando en luz dorada a los nobles, consejeros y miembros de la familia real. Todos los ojos estaban puestos en el príncipe Izuku, quien se encontraba de pie en el centro, rodeado de figuras imponentes que lo observaban con una mezcla de curiosidad y presión. A su lado, su madre, la reina Inko, y su hermano mayor, Tenko, lo miraban con expresiones opuestas: la reina, impasible como una estatua de mármol; Tenko, con una sombra de preocupación que no podía disimular.
Frente a él, Yuga Aoyama, impecable como siempre, mantenía una pose altiva, aunque sus ojos delataban una ansiedad creciente. Sabía que ese día decidiría su destino. El anuncio del compromiso con el príncipe omega sellaría la tan ansiada alianza que su familia había buscado durante generaciones. Sonreía con una confianza superficial, pero en su interior, un torbellino de inquietudes lo consumía. Izuku estaba diferente últimamente, y aunque Yuga intentaba leerlo como antes, el príncipe parecía un enigma inalcanzable.
Izuku tragó saliva, intentando sofocar el tumulto en su pecho. Sus manos, nerviosas, se cerraron en puños, un gesto habitual cuando la ansiedad lo asediaba. Las miradas expectantes sobre él pesaban como cadenas, y su mente se debatía entre los recuerdos de las amenazas de Yuga en los jardines, la firme defensa de Touya, y el silencioso, pero siempre presente, apoyo de Katsuki.
Se obligó a respirar hondo, buscando fuerza en lo profundo de su ser. Cuando levantó la cabeza, sus ojos esmeralda destellaban con una resolución renovada. Dio un paso adelante, y con ese simple movimiento, el murmullo se desvaneció como humo ante el viento.
—Hoy...— su voz, aunque ligeramente temblorosa, se alzó firme, —vengo a anunciar una decisión que no ha sido fácil, pero que es la correcta—. Hizo una pausa, dejando que sus palabras resonaran en la sala, hasta que sus ojos se posaron en Yuga, cuyo rostro mostraba una incredulidad creciente. —No me casaré con Yuga Aoyama.
El golpe de sus palabras fue inmediato. Un murmullo de asombro recorrió la sala, y Yuga, hasta entonces dueño de su compostura diplomática, entrecerró los ojos. La ira chispeó en su semblante antes de que pudiera ocultarla tras una máscara de falsa serenidad. Pero Izuku no le concedió tiempo para reaccionar.
—Mi negativa no se basa solo en razones personales— continuó Izuku, con una voz que ahora parecía más sólida, alimentada por su propio coraje. —Me opongo porque sé que la Casa Aoyama no busca una alianza por el bienestar del reino. Su objetivo es el poder. El control. Y no permitiré que sus ambiciones se impongan sobre el bienestar de mi gente.
Sus palabras cayeron como guadañas en la sala. Algunos consejeros intercambiaban miradas alarmadas, mientras otros asintieron en silencio, como si la verdad que Izuku estaba revelando resonara en sus propias sospechas. Los nobles, inquietos, permanecían atentos, cada palabra del príncipe reescribía el destino del reino.
Izuku prosiguió, luchando por mantener el control de sus emociones, que pugnaban por liberarse en forma de lágrimas o rabia contenida. Sus puños se apretaron nuevamente, pero esta vez, no por miedo, sino por la determinación de quien enfrenta a un enemigo encubierto.
—Yuga Aoyama no solo me ha amenazado personalmente— dijo, con los ojos clavados en los de Yuga, que ahora lo miraba con un odio apenas contenido —sino que ha insultado a mi hermano Touya y ha dejado claro que su único interés es el poder. No se trata de una simple disputa personal. Esto es una amenaza para el reino.
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La Espiral del Ayer
FanfictionKatsuki, un alfa de origen humilde, está destinado a ser el guardián de Izuku, el hijo menor de una poderosa familia noble. Aunque siente una conexión abrumadora con Izuku, su orgullo y miedo a las implicaciones emocionales lo llevan a alejarse de s...