Capítulo 2: Combustión libre (Escena sexual).

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Capítulo 2: Combustión libre (Escena sexual).

La vida de Sanemi había vuelto a la normalidad, como si ese terrible suceso se hubiera quedado enterrado en lo más profundo de la historia de Japón. Fue un poco sorpresivo que Gyomei simplemente decidiera fingir que nada había pasado, pero él se acopló rápidamente al plan y ambos hicieron como si esa noche no hubiera ocurrido. Les costó un mes, pero el olfateo regresó por fin, y nuevamente volvían a ser los mismos amigos con un pacto silencioso de olfatearse y perfumarse en busca de paz. Por que si, definitivamente el aroma de Gyomei tenía efectos calmantes en el que el aroma de ningúna Omega, por más dulce y floral que fuera, había conseguido.

Así que Sanemi volvía a ser feliz.

Y aunque su viernes de olfatearse mutuamente se vería interrumpido por esa misión estaba igual de contento, tener una misión con Gyomei siempre resultaba revitalizante para él en todos los sentidos.

Esa prometía, especialmente. Era en Kanagawa, un pueblo comercial que destacaba entre los otros por su anormal cantidad de telas preciosas y joyas y aunque normalmente no le interesaban esas cosas le gustaba ver al pilar ciego tocar con sus manos todas las texturas nuevas que le proporcionaban las sedas y los textiles.

Ver el rostro de Gyomei ante la suavidad y sedosidad de las telas le hacía revolotear el estómago, como si se hubiese comido un millar de insectos y estos volarán sin pudor en su intestino. El pueblo también era famoso por su exquisito ramen picante con queso, que le despertaba la curiosidad.

Durante el camino Gyomei aprovechaba para enseñarle a Sanemi su talento de reciente adquisición, reconocer el sonido de los pájaros.

—Ese es un diamante mandarín.

—¡Maldición, si es! — Exclamaba Sanemi sorprendido —¡Tienes buen oído! Probablemente sea mejor que el de ese mocoso amarillo.

—¿Mocoso amarillo?

—Ya sabes, el Omega del mocoso Kamado.

—¡Oh! ¿Hablas de Agatsuma-san? Llora sin parar, es desesperante.

—¿No te mordiste la lengua? — Rio Sanemi — A veces olvido que no sabes nada de los colores.

—Puedo imaginarlos, aunque nunca podré entender su concepto por completo. Por ejemplo, para mi, el rojo debe ser amargo, como las fresas, y el verde debe ser frío, como el pasto, o el azul, debe ser silencioso, como agua, o el blanco, debe ser hermoso, como tu.

Las mejillas de Sanemi brillaron en un poderoso tono rojo, joder, eran ese tipo de comentarios los que no queria recibir de un alfa, debian ser desagradables viniendo de los labios de Gyomei, debería estar desesperado por gritarle y decirle que no hablara asi, pero…

—Idiota — Solo eso pudo decir, no era capaz de pedirle al otro alfa que dejara de usar esas palabras con el. En realidad no quería que las usará con nadie más. — Nada de lo que dices tiene sentido.

—Me lo imaginaba.

El camino al pueblo fue más corto de lo que ambos pilares contemplaron, llegaron cuando el sol seguía sobre sus cabezas y el mercado estaba aún puesto, con sus colores, sus olores y sus texturas agradables.

Las personas peleaban silenciosamente por un lugar privilegiado delante de todos los establecimientos con largas filas ansiosas por atención. Sanemi musitó alguna Maldición cuando vio que el establecimiento de ramen super picante tenía una fila tan larga que a unos 3 metros había un letrero señalando “120 minutos de espera a partir de aquí”. Se preguntó si en algún momento tendrían servicio para llevar.

— Llegamos antes—  Dijo Gyomei, su enorme tamaño llamaba la atención de propios y extraños  quienes lo miraban boquiabiertos y cuchicheaban entre sí, mirando hacia arriba y tratando de calcular hasta dónde podrían alcanzarlo —   Debemos buscar información.

Fuego ardiente (HimeSane) (Omegaverse) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora