Capítulo Segundo

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«Cada uno tenía su pasado encerrado dentro
de sí mismos, como las hojas de un libro aprendido
por ellos de memoria; y sus amigos
podían solo leer el titulo».

VIRGINIA WOOLF

PORTIA

Raciocinio...

Esa palabra de cuatro sílabas era lo que imploraba con desesperación.

Y el no estar preparada para lo que se avecinaba era de preocupar.

Sus ojos...

En ellos parecía que hasta la mayor profundidad del océano no conseguía tornarse de un color oscuro.

El cielo se sentía envidioso al ser comparado con su clara tonalidad.

Su mirada...

¿Quemaba?

No dudaba tan siquiera un instante sobre mi total capacitada para arder en el infierno si las llamas producían la misma fogosidad.

Llevábamos en este lugar exacto un tiempo indefinido. Lo curiosos del caso, era que quería quedarme en el mismo sitio. No importaba la extraña circunstancia que estaba experimentando; yo quería quedarme. Su mano sangrante aún sostenía el arma que causo tal "accidente". Mis neuronas pasaron de calcular numerosas maneras de asesinar, a paralizarse y no poder razonar nada.

El solo pensar que todo esto lo estaba consiguiendo un chico que conocí hace una o dos horas, me desconcertaba.

Aunque no sé el motivo exacto; siento la necesidad de ir más allá. Mostrarle de mí, hasta el color de mis entrañas. Absorber toda la luz que emana su cuerpo, obteniendo como recompensa que me acompañe en mi absoluta oscuridad sin abstenerse ante mis deseos, que, en esas circunstancias, también serán suyos. Y eso, con seguridad no sería bueno para nadie.

Todo el encanto del momento acabó cuando el idiota que intente apuñalar hablo.

—¡¡¿Estás loca?!! —remarcó sonoramente.

—¿Lo preguntas o lo afirmas? —indague divertida; centrado mi vista en él.

—¿El que estúpida?

—Si estoy loca —le respondí aumentando mi diversión.

En verdad, no sé si mi cuerpo se encontraba con ganas de pelear o de pedir explicaciones innecesarias. Pero sin notarlo volví a depositar mi vista en Nathaniel, simplemente para intentar atacarlo verbalmente.

—Y usted, enfermero —expresé en un tono medio asqueado.

—Yo —dijo Nathaniel; y les jura que mientras se señalaba con el dedo pude ver un ápice de asombro es su mirada.

—Sí, usted mismo. Voy a pensar que he sido su flechazo amoroso más traumático. Me persigue a todos lados interponiéndose en mis asuntos. ¿Será que se ha enamorado de mí?

Él como si le hubieran lanzado un balde de agua fría reacciono de repente. Se veía incómodo y creo que era producido por mis palabras. En mi interior esboce una sonrisa parecida a las que se dibujan los payasos de circo en sus caras; sin saber que terminaría sintiéndome uno.

—Me interpuse porque era un paciente —informó señalando con la cabeza al estúpido que seguía tirado en el suelo—. No fue porque en el asunto usted estuviera involucrada o porque usted me guste. Al contrario, fue solamente pura coincidencia.

—Él no es un paciente —respondí sin más con un tono indiferente—. Es una escoria asquerosa de la sociedad.

—Yo creo que la que debería estar internada eres tú, no yo — declaró la persona a la que nadie le había pedido su opinión.

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⏰ Última actualización: Sep 24 ⏰

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